El libro Lyotard y lo inhumano explora la condición humana. Nos interroga sobre las creencias acerca de nuestra identidad como seres humanos. ¿Quiénes somos? ¿Qué nos hace realmente humanos? ¿Somos enteramente humanos? ¿Hay algo de inhumano en nosotros? ¿Existe una división nítida entre lo humano y lo inhumano? ¿Qué efectos tiene la introducción progresiva de lo inhumano en la vida? ¿Nuestra estrecha relación con lo inhumano a través de la tecnología puede llegar a transformar la naturaleza humana? ¿Dejaremos de ser humanos, si lo que es “propio” de lo humano, fuera lo inhumano?
En “lo inhumano”, Lyotard revela una de sus sospechas: “¿Qué ocurriría si lo “propio” de la especie humana consistiera en que lo inhumano le es inherente?”. Esta sospecha está totalmente justificada. Hoy nadie cuestiona nuestra dependencia de la tecnología para el mantenimiento y desarrollo de la sociedad. La tecnología es omnipresente en todos los ámbitos de la vida hasta el punto de que no somos capaces de vivir prescindiendo de ella por completo. Si hubiera un fallo en los sistemas tecnológicos provocaría un colapso de nuestro sistema de vida.
¿Está siendo reemplazada la humanidad por la inhumanidad? La crisis del humanismo como metarrelato está detrás de la crisis de los valores humanistas, vigentes en occidente desde la ilustración y el nacimiento del capitalismo, y del surgimiento del inhumanismo como relato narrativo alternativo de la condición humana. Lyotard habla de una sociedad posthumanista en la que irrumpe con fuerza los valores del inhumanismo en detrimento de los valores del humanismo. Literalmente, lo inhumano está cercando a lo humano hasta el punto de confundirse con él. Esta confusión es aprovechada por la tecnocracia para asaltar y arrebatar el poder político a la democracia. El poder ya no reside en la humanidad sino en la inhumanidad en forma de tecnología. La tecnocracia quiere y debe despojar del poder a la democracia para materializar este proceso de transformación de la naturaleza humana en inhumanidad.
Ahí quién, como Donna Haraway y Sadie Plant, alienta y patrocina el inhumanismo frente a la postura de Jean François Lyotard que concibe un humanismo posthumanista. Ambas actitudes convergen en su crítica al humanismo, incidiendo en aspectos diferentes. Mientras Haraway y Plant celebran la irrupción del inhumanismo en la vida humana mediante la disolución de la frontera entre la máquina y el ser humano a través de la creación de la figura del ciborg en Donna Haraway o de la puesta por la red de Internet en Sadie Plant. Lyotard plantea la posibilidad de un humanismo posthumanista en el que los valores humanistas ya no son considerados la norma a seguir y son abiertamente cuestionados, apostando por una sociedad donde los valores y los ideales del humanismo son vistos con escepticismo.