6 de mayo de 2025

Transhumanismo: superación tecnológica del ser humano (II). Definición, propósitos y cuestionamientos.

 En 1998, los filósofos Nick Bostrom y David Pearce fundaron la Asociación Mundial Transhumanista (World Transhumanist Association, WTA) con el propósito de promover el reconocimiento del transhumanismo como un campo legítimo de reflexión académica, filosófica y científica. Su objetivo era consolidar una comunidad internacional comprometida con la exploración de las posibilidades que ofrece la tecnología para transformar la condición humana, y establecer un marco ético y teórico que guiara este proceso.

Un año más tarde, en 1999, la Asociación redactó la Declaración Transhumanista, un documento fundacional en el que se articulan los principios esenciales del movimiento. Esta declaración, revisada posteriormente en 2009, ofrece una visión estructurada de los fines, valores y retos del transhumanismo, y establece las bases para una filosofía del futuro humano y poshumano.

El documento establece, entre otros, tres puntos fundamentales:

  1. El transhumanismo como movimiento cultural e intelectual que afirma la posibilidad y la deseabilidad de mejorar la condición humana mediante el uso de la tecnología. Esta mejora no se limita a la superación de enfermedades o discapacidades, sino que abarca el retraso o eliminación del envejecimiento, así como la ampliación de las capacidades cognitivas, físicas y emocionales del ser humano. En este sentido, el transhumanismo se presenta como una filosofía del perfeccionamiento integral.

  2. El compromiso con el estudio riguroso de las implicaciones —éticas, sociales, filosóficas y políticas— de estas transformaciones. El transhumanismo no solo celebra las promesas tecnológicas, sino que también se dedica a analizar sus riesgos y peligros potenciales: desde la creación de desigualdades radicales hasta la pérdida de identidad humana o la amenaza de tecnologías fuera de control. La Declaración aboga por una aproximación prudente, informada y responsable a la hora de incorporar estas tecnologías en nuestras vidas.


Los transhumanistas cuestionan la idea de una naturaleza humana esencial, fija e inviolable, una noción profundamente arraigada en la tradición humanista. Para ellos, concebir la condición humana como algo que no debe ser transformado es una limitación innecesaria y contraproducente. Consideran que esa visión ha frenado el potencial de la humanidad para superar el sufrimiento, la enfermedad, la decrepitud y la muerte. En cambio, el transhumanismo aboga por una reconfiguración radical del ser humano, basada en el uso consciente, ético y progresivo de las tecnologías.

La meta de este movimiento es la creación de un nuevo ser: el poshumano, un estadio evolutivo superior al actual. Este nuevo sujeto no estaría limitado por las restricciones biológicas impuestas por la evolución darwiniana, ni por el cuerpo humano, considerado por muchos transhumanistas como un soporte obsoleto, frágil e ineficiente. Por ello, se proyecta una transición hacia soportes alternativos, como el cíborg —híbrido entre humano y máquina— o incluso hacia entidades no corporales mediante la transferencia de la mente a entornos digitales, abriendo la posibilidad de una existencia potencialmente indefinida y no dependiente del cuerpo físico.

En este contexto, la tecnología se convierte en la nueva fuerza evolutiva, sustituyendo a la selección natural. Se promueve el uso de la ingeniería genética, la neurociencia, la inteligencia artificial, la nanotecnología y la robótica para erradicar enfermedades hereditarias, revertir el envejecimiento, aumentar la esperanza de vida y rediseñar las capacidades cognitivas, emocionales y morales del ser humano. El objetivo no es solo vivir más tiempo, sino vivir mejor, con menos sufrimiento y más plenitud.

Esta apuesta por la transformación total implica una ruptura profunda con la concepción tradicional del cuerpo, de la mente y de lo humano. Para los transhumanistas, el cuerpo actual no debe ser un destino, sino un punto de partida. Por ello, imaginan una evolución futura en la que la especie humana, tal como la conocemos, dejará de existir, siendo sustituida por una nueva forma de vida más consciente, resiliente y expansiva. Esta nueva especie podría incluso abandonar la Tierra y expandirse por el cosmos, llevando consigo no solo una nueva biología, sino también una nueva concepción del ser, de la inteligencia y de la existencia misma.




3 de mayo de 2025

Transhumanismo: la superación tecnológica del ser humano(I).

El transhumanismo es un movimiento cultural, filosófico y científico que propone la transformación radical de la condición humana a través del uso de las tecnologías emergentes. Su finalidad es trascender las limitaciones biológicas del ser humano —tales como el envejecimiento, la enfermedad o incluso la muerte— y dar paso a una nueva etapa evolutiva: la poshumanidad.

El término transhumanismo fue acuñado por el biólogo y humanista Julian Huxley en 1957, quien lo definió como “el hombre que permanece hombre, pero que se trasciende a sí mismo al darse cuenta de nuevas posibilidades de y para su naturaleza humana”. Sin embargo, el transhumanismo como movimiento organizado comienza a tomar forma en los años ochenta del siglo XX, impulsado por pensadores, científicos y artistas que se reunieron en torno a la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Su interés principal era explorar cómo las tecnologías —desde la inteligencia artificial hasta la nanotecnología, la neurociencia o la biotecnología— podrían modificar, mejorar o rediseñar la mente y el cuerpo humano.

Durante las décadas de 1980 y 1990, el transhumanismo se institucionaliza en dos grandes núcleos: California y Oxford, que se convertirán en centros de referencia del pensamiento transhumanista. En 1988, el filósofo y futurista Max More fundó el Instituto Extropiano, una de las primeras organizaciones transhumanistas, donde articuló los principios de lo que llamó extropianismo, una filosofía que promovía la superación permanente de las limitaciones humanas mediante el progreso científico y tecnológico.

En 1990, Max More formuló una definición influyente del transhumanismo:

"El transhumanismo es una clase de filosofías que buscan guiarnos hacia una condición poshumana. Comparte muchos elementos con el humanismo, incluyendo el respeto por la razón y la ciencia, el compromiso con el progreso y la valoración de la existencia humana o transhumana en esta vida. Se diferencia del humanismo en que reconoce y anticipa las alteraciones radicales en la naturaleza y posibilidades de nuestras vidas como resultado de diversas ciencias y tecnologías."

El transhumanismo se inscribe dentro de una tradición humanista secular: comparte su fe en la razón, la ciencia y el progreso, pero rompe con su idea de una naturaleza humana estable e inmodificable. El ser humano, desde la perspectiva transhumanista, no es una forma acabada, sino una etapa provisional en un proceso de transformación continua. Así, se promueve la posibilidad de una evolución autodirigida, en la que el individuo puede intervenir activamente en su propia biología, identidad y longevidad.

Algunas de las tecnologías clave en el horizonte transhumanista son:

  • La inteligencia artificial general (AGI), que podría igualar o superar la inteligencia humana.

  • La modificación genética y la edición del genoma (CRISPR).

  • La cibernética y las interfaces cerebro-máquina.

  • La realidad virtual y aumentada.

  • La criopreservación y las estrategias para la inmortalidad biológica.

Los defensores del transhumanismo creen que estos avances permitirán crear seres poshumanos, con capacidades cognitivas, físicas y emocionales muy superiores a las actuales. En este futuro poshumano, conceptos como identidad, género, muerte o conciencia podrían transformarse radicalmente.

Sin embargo, el transhumanismo no está exento de críticas. Sus detractores advierten sobre el riesgo de desigualdad tecnológica, la mercantilización de la vida, la pérdida de lo que consideramos esencialmente humano, o la creación de una élite biotecnológica que podría acrecentar las brechas sociales. Además, se debate si sus promesas son realistas o más bien propias de una nueva forma de fe tecnológica.

A pesar de ello, el transhumanismo representa una de las propuestas filosóficas más audaces del siglo XXI: un intento de repensar qué significa ser humano en un mundo donde la biología ya no es un límite insalvable, sino un terreno de intervención y rediseño. 



29 de abril de 2025

El antihumanismo: crítica radical al humanismo II- La revuelta contra la humanidad. Imaginar un mundo sin nosotros.

 El antihumanismo es una corriente filosófica que se define en oposición tanto al humanismo como al antropocentrismo, y que plantea una crítica radical al lugar central que la tradición occidental ha otorgado al ser humano dentro del universo. Lejos de ser una postura aislada, el antihumanismo se configura como un conjunto complejo de propuestas teóricas que atraviesan disciplinas como la filosofía, la política, la antropología y la ecología.

Su origen se sitúa en Europa, con raíces en el pensamiento de Friedrich Nietzsche en el siglo XIX, quien fue uno de los primeros filósofos en cuestionar la noción de una verdad universal, una moral objetiva y la figura del “hombre racional” heredado del humanismo cristiano y renacentista. Nietzsche inaugura una sospecha fundamental: que lo que llamamos "naturaleza humana" no es más que una construcción histórica, una invención cultural al servicio de ciertos intereses de poder.

Esta crítica se profundiza con Martin Heidegger, quien rompe con la metafísica tradicional y con la concepción técnica del mundo, señalando que el humanismo reduce al ser humano a una función utilitaria dentro de un sistema de dominación de la naturaleza. Más adelante, en el siglo XX, el antihumanismo se consolida con el pensamiento estructuralista y postestructuralista francés, especialmente en autores como Michel Foucault, Louis Althusser y Jacques Derrida, quienes cuestionan las categorías de sujeto, conciencia, libertad y esencia humana desde una perspectiva lingüística, histórica y política.

En su núcleo, el antihumanismo desmonta los pilares fundamentales del humanismo ilustrado: la idea de un sujeto racional, autónomo y universal; la creencia en una “naturaleza humana” fija e inmutable; y la centralidad del ser humano como referencia última de sentido y valor. Estas nociones, lejos de ser evidencias, son consideradas por los pensadores antihumanistas como constructos ideológicos, sostenidos por discursos de poder que legitiman formas de dominación sobre la naturaleza, los animales y otros seres humanos.

Desde una perspectiva más existencial y ecológica, el antihumanismo adopta una postura crítica —incluso pesimista— respecto a la humanidad como especie. La considera una fuerza destructiva que ha roto el equilibrio planetario, actuando como un agente de devastación ambiental, extinción masiva y crisis sistémica. La relación moderna entre el ser humano y el mundo natural se ha basado en la explotación intensiva de los recursos, en la instrumentalización de la vida y en la alienación de toda forma de alteridad que no se ajuste a su lógica productiva.

Algunas vertientes contemporáneas del antihumanismo, como el ecologismo profundo, el anarquismo verde o el movimiento por la extinción voluntaria humana (VHEMT), sostienen que el verdadero acto de responsabilidad ecológica sería la autolimitación radical de la especie, o incluso su desaparición gradual como paso necesario para que la vida en el planeta recupere su diversidad y equilibrio. La extinción de la humanidad no se consideraría una tragedia, sino una forma de justicia ecológica o de redención planetaria.

Para estos enfoques, la centralidad del ser humano es una ilusión peligrosa, y la resistencia a aceptar ideas como la proextinción o la pérdida del protagonismo humano responde a un humanismo en crisis, aferrado a una visión decadente de su propia excepcionalidad. El antihumanismo propone, en cambio, pensar más allá de lo humano, abrirnos a nuevas formas de existencia, de pensamiento y de cohabitación con otros seres, donde lo humano no sea la medida de todo, sino una entre muchas formas de vida posibles.

En este sentido, el antihumanismo es una propuesta filosófica de descentramiento, una invitación a descolonizar nuestra mirada, a abandonar la supremacía del sujeto humano y a imaginar futuros donde la vida no dependa de nuestra continuidad como especie. Es, en última instancia, una llamada a dejar de ser el centro del mundo para tener una presencia más modesta, más consciente y más justa dentro del del planeta.



25 de abril de 2025

El antihumanismo: crítica radical al humanismo I del libro la revuelta contra la humanidad. Imaginar un mundo sin nosotros.

 El antihumanismo es una corriente filosófica que se define en oposición tanto al humanismo como al antropocentrismo. Su origen se sitúa en Europa y hunde sus raíces en el pensamiento de Friedrich Nietzsche en el siglo XIX, continúa con Martin Heidegger en la primera mitad del siglo XX, y se consolida con las corrientes estructuralistas y postestructuralistas francesas en la segunda mitad del siglo XX, con figuras como Michel Foucault, Louis Althusser o Jacques DerridaCuestiona la idea de un sujeto humano racional, autónomo y poseedor de una esencia universal, así como la noción de una “naturaleza humana” fija.

Desde esta perspectiva, el ser humano no es el centro del mundo ni un agente de progreso, sino una especie invasiva y destructiva, cuya relación con la naturaleza se basa en la explotación y la devastación. El antihumanismo propone desmantelar la centralidad del ser humano y abandonar la idea de su excepcionalidad.

Algunas posturas más radicales abogan por una autolimitación drástica o incluso por la extinción de la humanidad, concebida no como una tragedia, sino como una liberación para el planeta. Rechazar estas ideas, según esta corriente, es propio de un "humanismo en decadencia."

El antihumanismo invita a imaginar un mundo más allá de lo humano, donde dejemos de ser el centro para repensar nuestra relación con la vida y el planeta.



24 de abril de 2025

La revuelta contra la humanidad. Imaginar un futuro sin nosotros: un segundo contacto ampliado II

La revuelta contra la humanidad imaginar un futuro sin nosotros es un ensayo breve pero profundamente provocador que examina dos movimientos filosóficos contemporáneos: el anti-humanismo y el transhumanismo. Ambos cuestionan los pilares sobre los que se ha construido la idea moderna de humanidad, heredada del proyecto ilustrado, que define al ser humano como centro racional, autónomo y universal de sentido y valor.

A través de un análisis claro y accesible, Adam Kirsch descompone los principios fundamentales de estas corrientes que, aunque diferentes en sus aspiraciones, coinciden en plantear un horizonte donde la humanidad, tal como la entendemos, podría desaparecer o transformarse radicalmente. El anti-humanismo rechaza la noción esencialista y privilegiada del ser humano, subrayando sus límites, contradicciones y su implicación en sistemas de dominación. El transhumanismo, por su parte, imagina la superación de esos límites mediante la tecnología, proponiendo un salto evolutivo hacia formas de existencia posthumanas, potenciadas por la inteligencia artificial, la biotecnología o la ingeniería genética.

El ensayo se pregunta en qué consiste esta revuelta contra la humanidad, qué fuerzas la motivan, quiénes la promueven y qué alternativas proponen. ¿Es una crítica necesaria frente a una humanidad que ha fracasado en sus promesas ilustradas de progreso y emancipación? ¿O se trata de una fantasía tecnocrática que reproduce viejos anhelos de control y trascendencia?

Kirsch contextualiza estas corrientes dentro de fenómenos más amplios como la irrupción del Antropoceno, la era geológica marcada por el impacto irreversible de la actividad humana sobre el planeta, y la crisis del humanismo, entendido tanto como proyecto filosófico como estructura de poder. En este sentido, el ensayo no solo ofrece una cartografía de las ideas anti- y transhumanistas, sino que también invita a reflexionar sobre las condiciones actuales que las hacen posibles y urgentes.

¿Qué futuro nos espera si abandonamos la idea de humanidad? ¿Podemos imaginar una ética, una política o una espiritualidad más allá de lo humano? Estas son algunas de las preguntas que el texto deja abiertas, desafiando al lector a mirar hacia un horizonte incierto pero inevitable.

Uno de los puntos de partida fundamentales para comprender el surgimiento de los discursos anti-humanistas y transhumanistas es la propuesta del Antropoceno, una nueva época geológica que vendría a sustituir al Holoceno. El término fue acuñado por el químico y premio Nobel Paul Crutzen en el año 2000, y aunque aún no cuenta con un reconocimiento oficial por parte de las instituciones geológicas, ha ganado gran popularidad tanto en la comunidad científica como en los debates filosóficos, políticos y culturales.

El nombre Antropoceno proviene del griego ánthropos (ser humano) y kainós (nuevo), y alude al impacto sin precedentes que la actividad humana ha ejercido sobre el sistema terrestre. Por primera vez en la historia del planeta, una sola especie —la humana— se convierte en una fuerza geológica capaz de transformar de forma irreversible los ecosistemas, el clima, la biodiversidad y los ciclos naturales de la Tierra. Esta conciencia del alcance de nuestra influencia ha llevado a replantear no solo nuestras prácticas económicas y tecnológicas, sino también la noción misma de humanidad.

Es precisamente en el marco del Antropoceno donde emergen con fuerza dos corrientes de pensamiento que, desde posiciones aparentemente opuestas pero con un propósito convergente, cuestionan el destino y la continuidad de la especie humana: el anti-humanismo y el transhumanismo. Ambos responden, cada uno a su manera, a las múltiples crisis de nuestra era: la crisis ecológica, resultado del cambio climático y la degradación del planeta; y la crisis social y política, marcada por el agotamiento del modelo capitalista, las tensiones de la globalización y la creciente desigualdad.

Desde esta nueva realidad, el anti-humanismo propone una crítica radical a la concepción tradicional del ser humano como medida de todas las cosas, revelando su rol en la explotación de otros seres vivos y en la perpetuación de sistemas de dominación. El transhumanismo, en cambio, apuesta por la superación de nuestras limitaciones biológicas mediante el uso de tecnologías emergentes, imaginando una transición hacia una humanidad mejorada o incluso hacia formas de existencia poshumanas.

Ambas posturas plantean una pregunta central: ¿estamos asistiendo al final de la humanidad tal como la hemos conocido? En este contexto, la figura humana pierde su centralidad, y se abre un nuevo horizonte en el que podríamos dejar de ser los protagonistas del relato terrestre. Ya sea para dar paso a un ser poshumano —híbrido, tecnológicamente potenciado— o para contemplar nuestra desaparición definitiva, el Antropoceno nos obliga a pensar en un mundo que, por primera vez, podría continuar sin nosotros.

En segundo lugar, se abre paso un cuestionamiento profundo del humanismo, entendido como el gran proyecto filosófico y cultural que, desde el Renacimiento (siglos XV y XVI), ha modelado nuestra concepción moderna del ser humano. El humanismo supuso un giro decisivo: colocó al ser humano en el centro del universo, desplazando a Dios como principio rector, y reivindicó la razón, la inteligencia y la creatividad como los medios a través de los cuales cada persona puede y debe dar sentido a su existencia. Esta visión alcanzó su máxima formulación durante la Ilustración, con la afirmación de valores universales como la libertad, la dignidad intrínseca de cada individuo, la autonomía moral y la búsqueda de la verdad mediante el ejercicio racional.

Sin embargo, hoy asistimos a un proceso de desmantelamiento del humanismo ilustrado. Ya no se da por sentada la existencia de una naturaleza humana universal, ni la validez de una ética basada en principios supuestamente inherentes a la condición humana. Las críticas contemporáneas, impulsadas desde distintas disciplinas —la filosofía, la antropología, los estudios poscoloniales, el feminismo, el ecologismo—, señalan que el ideal de "ser humano" promovido por el humanismo ha sido históricamente excluyente, normativo y, en última instancia, violento: una construcción eurocéntrica, masculina, blanca, racionalista y antropocéntrica que ha marginado y silenciado a otras formas de vida y de subjetividad.

En este marco, se impugna el concepto mismo de "ser humano" como una esencia fija y universal. En lugar de una entidad dotada de una naturaleza inmutable, el ser humano es comprendido como un ser histórico, social y relacional, moldeado por contextos culturales, estructuras de poder y relaciones ecológicas. Michel Foucault lo expresa de manera contundente al afirmar que "el hombre es un invento reciente y que está en vías de desaparecer". Su crítica no es meramente existencial o biológica, sino epistémica: se trata de superar la ficción del sujeto humanista que ha pretendido erigirse como medida de todas las cosas, como centro absoluto de la creación y del conocimiento.

En esta crítica subyace también un desplazamiento del antropocentrismo hacia una visión más modesta, plural y descentralizada de la existencia. El ser humano, lejos de ser el centro del mundo, es solo una criatura más entre muchas, situada en una red compleja e interdependiente de seres vivos, materiales, procesos y fuerzas. Esta reconfiguración implica repensar qué significa ser humano en una época donde nuestra propia existencia —biológica, cultural, tecnológica— está en entredicho. Liberarse de la carga del humanismo es, en este contexto, una forma de emancipación: abrir paso a nuevas formas de subjetividad, de relación con el mundo y de imaginación del futuro.




La revuelta contra la humanidad. Imaginar un futuro sin nosotros: un primer contacto muy breve(I).

 La revuelta contra la humanidad. Imaginar un futuro sin nosotros es un ensayo breve que explora dos corrientes filosóficas contemporáneas: el anti-humanismo y el transhumanismo. Ambas reflexionan sobre el posible fin de la humanidad tal como la concebimos, cuestionando los fundamentos del proyecto humanista surgido en la Ilustración, que definió qué significa ser humano y cuál sería nuestra "naturaleza esencial".

El texto plantea, en términos generales, en qué consiste esta revuelta contra la humanidad, cuáles son sus causas y objetivos, quiénes la impulsan y qué alternativas proponen. En última instancia, se interroga por el destino de nuestra especie cuando dejemos de ser lo que hasta ahora hemos sido.

Adam Kirsch expone los principios fundamentales del anti-humanismo y del transhumanismo, sus principales pensadores, los marcos teóricos que los sustentan, así como sus posibles repercusiones prácticas. Además, subraya que estas corrientes no pueden comprenderse sin considerar dos factores clave: la irrupción del antropoceno, por un lado, y la creciente crisis y crítica del humanismo, por otro.






23 de abril de 2025

Presentación del libro La revolta contra la humanitat.

 La revolta contra la humanitat. Imaginar un futur sense nosaltres. es un libro del poeta y crítico literario norteamericano, Adam Kirsch, profesor de la Universidad de Columbia y editor del periódico Wall Street Journal. Fue editado en 2003 y consta de unas 116 páginas. El libro está estructurado en tres partes que incluyen: un prólogo en la edición en catalán del paleoantropólogo Eudald Carbonell titulado "La humanitat encara està en trànsit cap a la humanització", 6 capítulos titulados: 

1."Com hem pogut beure la mar fins al pòsit." 

2. "Ara és massa tard per canviar." 

3. "Els humans rai."

4. "Afaiçonat en la forma que prefereixis."

5. "Llençar totes les normes humanes."

6. "Una guerra d'esperits."

y  un apartado, "altres lectures", donde se recoge la bibliografía del libro. 



20 de agosto de 2019

¿Qué es el populismo? Un concepto controvertido. Capítulo 1. Populismo. Una breve introducción(II)

El debate entorno al término populismo no sólo se centra en qué es sino también en su propia existencia. Es en sí mismo un término controvertido. Suele definirse al populismo como una ideología, un movimiento o un "síndrome". Esto ilustra la confusión conceptual de dicho término. Además, hay que sumar que no todas las regiones del mundo entienden el término de la misma manera y suelen equiparlo o mezclarlo, con otros fenómenos. En Europa, el populismo suele identificarse con políticos antiinmigrantes y xenófobos. Mientras que, en América Latina se asocia al clientelismo y a la mala gestión económica. Esta confusión con el término populismo se debe a que "raramente reinvidican para sí los propios individuos u organizaciones, casi siempre se atribuye a otros, las más de las veces con connotaciones negativas".

Sobre cómo enfocar el estudio del populismo, los autores del libro proponen su propio enfoque llamado enfoque ideacional. Existen otros enfoques en el estudio del fenómeno del populismo: el enfoque de la "agenda popular", el enfoque Laclau, el enfoque socioeconómico, el enfoque del populismo como estrategia política y el enfoque del populismo como "estilo de política folclórica". Cada uno de estos enfoques presentan similitudes y algunos de sus aspectos son compatibles con el enfoque ideacional. ¿En qué consiste cada uno de estos enfoques?

El enfoque de la "agencia popular" sostiene que el populismo es una "forma democrática de vida" que se construye a partir de la participación de la gente en la política. Este enfoque considera el populismo como una fuerza positiva para la movilización de la gente y para el desarrollo de un modelo de democracia comunitaria. El enfoque de Laclau no sólo considera el populismo como la esencia de la política sino también una "fuerza emancipadora". La democracia liberal es el problema y la solución pasa por una democracia radical. El populismo reintroduce el conflicto en la política y fomenta la movilización de sectores excluídos de la sociedad con el objetivo de modificar el status quo. El enfoque socioeconómico fue muy popular en las décadas de 1980 y 1990 en América Latina. El populismo se entendería como un tipo de política económica irresponsable que se caracterizaría por un gasto excesivo financiado por la deuda externa en un primer período marcado por la hiperinflación y la adopción de duros ajustes económicos a posteriori. El enfoque que considera el populismo como estrategia política empleada por un líder que quiere gobernar sin intermediarios y con apoyo directo de sus seguidores, considera que el populismo implicaría la emergencia "de una figura fuerte y carismática "que concentra el poder y mantiene una conexión directa con las masas." Y, por último, el enfoque que concibe el populismo como un estilo de "política folclórica", cuyos líderes y partidos políticos se emplean en movilizar a las masas. El populismo aludiría a una conducta política amateur, poco profesional, que aspira a maximizar la atención mediática y el respaldo popular. Los "actores populistas" son vistos como líderes que están al lado del "pueblo" en oposición a la "élite".




14 de agosto de 2019

¿Qué es el populismo? Notas preliminares. Capítulo 1 de Populismo. Una breve introducción(I).

El término populismo es uno de los términos políticos más populares. Su uso generalizado crea, en ocasiones, confusión. En el libro, Populismo. Una breve introducción, se ofrece una interpretación específica de dicho término, que es ampliamente "compartida pero está lejos de ser hegemónica". La principal aportación de esta definición es que nos da una clara definición de populismo que capta la "esencia" de las "figuras políticas" que suelen describirse como populistas, distinguiendo quienes son "actores populistas" y "actores no populistas". El populismo se situa en el contexto de la democracia liberal. Se contrapone a ésta y no a la democracia per se o a otro modelo de democracia, en teoría. En la práctica, los "actores populistas"se mueven en el marco de una democracia liberal o de un sistema que "es" o "aspira a ser" una democracia liberal.


31 de julio de 2019

Populismo. Una breve introducción: prefacio a la edición española(III)

La tercera temática es el populismo en España. Los partidos populistas de derecha han tenido una presencia y unos resultados electorales muy escasos, antes de la irrupción de VOX. Hay tres motivos que ayudan a explicar este fenómeno. En primer lugar, el sistema electoral dificulta la irrupción y consolidación de nuevos partidos políticos. En segundo lugar, el PP mantuvo una clara hegemonía en el electorado de derechas y apenas había espacio disponible para un partido político populista de derechas. En tercer lugar, el sistema político español no solo se estructura por la disputa entre izquierda versus derecha sino también por el conflicto entre centro versus periferia, no existe mucho espacio disponible para la irrupción de fuerzas populistas de derechas que introduzcan otro nuevo conflicto entre un "nacionalismo xenófobo y chovinista" versus una sociedad abierta y multicultural." Si bien estos tres argumentos, que hemos expuestos con anterioridad, explican por qué no ha arraigado partidos populistas de derecha en España, todo indica que esto está cambiando. 

Sin embargo, el populismo de izquierda de la mano de Podemos sí ha tenido mayor éxito electoral hasta ahora. Veremos cómo evolucionará en el futuro. En parte es debido al impacto de la Gran Recesión económica de los últimos años en la economía española y europea. La aplicación de políticas de austeridad, iniciados por el PSOE y continuadas por el PP, ha hecho hecho que muchos votantes se sintierán huérfanos y facilitará así la irrupción de Podemos que utilizó el discurso populista para demonizar el establishment. 

Con respecto a Podemos, se destaca dos particularidades. Por un lado, Podemos no es solo una formación política abiertamente populista sino que da una connotación positiva al populismo. Esto responde a que han estado influenciados por la teoría del populismo de Ernesto Laclau. Por otro lado, Podemos es un caso singular de populismo, se conjuga tres tipos de movilización populista: un movimiento social de corte populista- Los Indignados-, un liderazgo personalista de naturaleza populista - Pablo Iglesias- y la construcción de un partido populista- Podemos-.