Quisiera antes de finalizar con el libro, el decrecimiento explicado con sencillez de Carlos Taibo, aportar mi propia reflexión sobre la relación entre crecimiento y desarrollo económico. De la lectura del libro se extrae la conclusión de que el decrecimiento no es una alternativa al actual modelo de crecimiento económico sino que es la única opción factible para no llevar al colapso a las sociedades occidentales y dar así una oportunidad a otras sociedades. El crecimiento económico, basado en el consumo de recursos naturales no renovables para el desarrollo de las economías de los países ricos, es hoy insostenible ecológicamente. Hemos superado con creces los límites ecológicos del planeta: la capacidad de regeneración de los recursos naturales está amenazada por nuestro crecimiento y desarrollo económico. Concretamente, por un modelo económico depravador y suicida basado en la ilusión de un crecimiento ilimitado independiente de los límites de la propia ecología. Una economía desligada de la ecología del planeta. Ese grado de independencia del sistema económico está detrás de la explotación irracional del medio ambiente con fines económicos sin reparar en las consecuencias devastadoras para los ecosistemas del planeta y para las generaciones futuras.
El planeta es un mundo finito. En un planeta finito no podemos crecer y crecer sin que en algún momento no se detenga dicho crecimiento. El crecimiento tiene un límite, llegado a ese límite, no podemos incrementarlo indefinidamente sin entrar en un colapso. Los movimientos decrecentistas son conscientes de este hecho:
El crecimiento económico debe respetar los límites ecológicos del planeta y debe estar supeditada a la disponibilidad y a las necesidades ecológicas del planeta. Debemos ser responsables del uso que hacemos de esos recursos naturales no sólo ahora sino también en el futuro. Adoptar una visión ecológica implica comprometerse con todo el ciclo desde la extracción hasta la regeneración de esos recursos naturales. Algo inviable en una economía basada en el crecimiento continuo e indefinido en un mundo finito.
El uso- o abuso- de los recursos naturales del planeta por parte de un sistema económico basado en el crecimiento continuo- y en cierta medida exponencial- para promover un falso desarrollo de los países ricos del hemisferio norte a costa de la mayoría de la población de los países pobres del sur, nos lleva a cuestionar la consistencia de un sistema de creencias que nos aboca a la destrucción del planeta y a la propia autodestrucción. Hay que cuestionar el sistema de creencias que sostiene la ideología del crecimiento- y por consiguiente la del desarrollo-. Cuestionar esa ideología implica denunciar la forma de vida que hemos estado llevando durante decenios sin consecuencias para nuestro bienestar material. Y, ahí es, donde reside la clave: la denuncia activa de la forma de vida occidental, especialmente la norteamericana. El estilo de vida hiperconsumista, derrochador e individualista es el que ha consolidado y expandido la ideología del crecimiento, condenando a la extinción a otras formas de vida no occidental. El éxito de la ideología del crecimiento estriba en ese proceso de consolidación y expansión de ese estilo de vida primeramente en los países occidentales y posteriormente en los países emergentes y no occidentales, instaurándose como doctrina a seguir tanto para alcanzar ese estilo de vida como para mantenerlo. El decrecimiento quiere invertir esta tendencia no sólo del proceso de occidentalización del mundo sino sobre todo de la imposición de la ideología del crecimiento como la única que puede promover el desarrollo en los países pobres.
El planeta es un mundo finito. En un planeta finito no podemos crecer y crecer sin que en algún momento no se detenga dicho crecimiento. El crecimiento tiene un límite, llegado a ese límite, no podemos incrementarlo indefinidamente sin entrar en un colapso. Los movimientos decrecentistas son conscientes de este hecho:
El crecimiento económico debe respetar los límites ecológicos del planeta y debe estar supeditada a la disponibilidad y a las necesidades ecológicas del planeta. Debemos ser responsables del uso que hacemos de esos recursos naturales no sólo ahora sino también en el futuro. Adoptar una visión ecológica implica comprometerse con todo el ciclo desde la extracción hasta la regeneración de esos recursos naturales. Algo inviable en una economía basada en el crecimiento continuo e indefinido en un mundo finito.
El uso- o abuso- de los recursos naturales del planeta por parte de un sistema económico basado en el crecimiento continuo- y en cierta medida exponencial- para promover un falso desarrollo de los países ricos del hemisferio norte a costa de la mayoría de la población de los países pobres del sur, nos lleva a cuestionar la consistencia de un sistema de creencias que nos aboca a la destrucción del planeta y a la propia autodestrucción. Hay que cuestionar el sistema de creencias que sostiene la ideología del crecimiento- y por consiguiente la del desarrollo-. Cuestionar esa ideología implica denunciar la forma de vida que hemos estado llevando durante decenios sin consecuencias para nuestro bienestar material. Y, ahí es, donde reside la clave: la denuncia activa de la forma de vida occidental, especialmente la norteamericana. El estilo de vida hiperconsumista, derrochador e individualista es el que ha consolidado y expandido la ideología del crecimiento, condenando a la extinción a otras formas de vida no occidental. El éxito de la ideología del crecimiento estriba en ese proceso de consolidación y expansión de ese estilo de vida primeramente en los países occidentales y posteriormente en los países emergentes y no occidentales, instaurándose como doctrina a seguir tanto para alcanzar ese estilo de vida como para mantenerlo. El decrecimiento quiere invertir esta tendencia no sólo del proceso de occidentalización del mundo sino sobre todo de la imposición de la ideología del crecimiento como la única que puede promover el desarrollo en los países pobres.
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