Durante las décadas de los años 50 y 60, y, hasta el año 1973, se produjo un enorme crecimiento económico sin precedentes. Tanto su éxito como su fracaso posterior, no se debe al keynesianismo ni al Estado de bienestar. Desde el fin de la II Segunda Guerra Mundial, los países europeos se beneficiaron del acuerdo de Bretton Woods, la integración de los mercados europeos, las ayudas del plan Marshall y las transferencias tecnológicas desde EE.UU. Antes de la crisis del petróleo de 1973, las economías norteamericana, japonesa y europea estaban muy próximas. Sin embargo, el fin de la expansión y el endeudamiento de los Estados, hizo patente las debilidades del keynesianismo. Pero, no fue, con el embargo del petróleo por parte de la OLP a causa de la guerra Yom Kippur, cuando el precio del petróleo creció de 3 a 14 dólares por barril. Se descartó las políticas de estímulo de la demanda y se comenzó a defender políticas de oferta, es decir, reformas de liberalización que consiguieron aumentar la producción a través de la eficiencia. Se empezó a valorar la microeconomía frente a la macroeconomía que estudiaba que incentivos hacían que aumentará la producción. También, se prestó una mayor atención a la teoría del crecimiento económico y a cómo se mejora la productividad del trabajo y el capital a través de la formación y la tecnología.
Cada una de estas adversidades creó un clima desfavorable para el Estado del bienestar y sí favorable para la ideología (neo)liberal de la mano de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan. Ambos querían recluir la importancia del Estado de bienestar y "retroceder" las fronteras del Estado del bienestar. Las nuevas ideas (neo)liberales tuvieron una plasmación en la distribución del gasto social y en el cambio de la política económica. Respecto al gasto social, el Estado del bienestar británico comenzó a controlar el gasto público durante el crecimiento económico y la supeditaba al crecimiento de los precios. Respecto a lo segundo, el cambio de la política económica, el principal elemento fue la reducción del papel del Estado como protector. Inició una campaña de privatización de las principales compañías y empresas públicas británicas. Además, redujo la carga financiera del Estado, permitiendo el acceso a otras fuentes de financiación a las empresas. Ciertos servicios sociales que aún eran públicos, es decir, que eran financiados y proveídos por el Estado, se convirtieron en una especie de "cuasi-mercado" en que ciertos servicios sociales- cuidado de ancianos, vivienda social,...- fueron financiados por el Estado pero se puso en manos del sector privado. El gobierno de Thatcher abrazó las políticas de oferta, dejando a un lado definitivamente las políticas fiscales keynesianas. Redujo drásticamente el crecimiento de la masa monetaria en circulación para controlar la inflación. La reducción del déficit público fue la estrategia escogida para combatir la inflación. Consiguió reducir la inflación de un 13,4% a los 4,6% en cuatro años. Mientras que el desempleo, subió del 4,7% al 11,1%. No se sabe si esta subida se debe a la segunda crisis del petróleo- 1979- o a la política monetaria contra la inflación. Respecto a la políticas de oferta, Thatcher planteó una reducción de los tipos marginales del impuesto sobre la renta tanto en el tramo alto como el bajo.
En EE.UU, con la presidencia de Ronald Reagan, se aplicó una política severa de recortes del Estado del bienestar en tres ámbitos: el seguro de desempleo, ayudas a familias con niños dependientes y en los programas de construcción y rehabilitación de viviendas para personas con bajos ingresos. Respecto a su política económica, su actuación no fue monetarista como la política thatcheriana sino más bien optó por mejorar la gestión de la Reserva Federal así controlar mejor la evolución del crecimiento económico, lo que produjo la reducción de la inflación. Por otro lado, el déficit público no dejó de subir durante los años 80, en parte por los recortes de impuestos recomendados por las políticas de oferta monetaria, y, la reducción de los tipos marginales de los tramos más altos y más bajos.
Las reformas de la década de 1980 tuvieron un primer impacto en la transformación del Estado del bienestar en un sistema mixto en el que los servicios eran proporcionados tanto por el Estado como por el sector privado. Sin embargo, el Estado del bienestar se está enfrentando a nuevos retos, como eran la nueva sociedad postindustrial, envejecimiento demográfico, incorporación masiva de la mujer al mercado laboral, para los que no servían las soluciones anteriores. En resumen, hubo un proceso de reconsideración del gasto social en su conjunto y del progresivo abandono del keynesianismo tanto de los gobiernos socialdemócratas en Europa como del partido demócrata en Estados Unidos.
Cada una de estas adversidades creó un clima desfavorable para el Estado del bienestar y sí favorable para la ideología (neo)liberal de la mano de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan. Ambos querían recluir la importancia del Estado de bienestar y "retroceder" las fronteras del Estado del bienestar. Las nuevas ideas (neo)liberales tuvieron una plasmación en la distribución del gasto social y en el cambio de la política económica. Respecto al gasto social, el Estado del bienestar británico comenzó a controlar el gasto público durante el crecimiento económico y la supeditaba al crecimiento de los precios. Respecto a lo segundo, el cambio de la política económica, el principal elemento fue la reducción del papel del Estado como protector. Inició una campaña de privatización de las principales compañías y empresas públicas británicas. Además, redujo la carga financiera del Estado, permitiendo el acceso a otras fuentes de financiación a las empresas. Ciertos servicios sociales que aún eran públicos, es decir, que eran financiados y proveídos por el Estado, se convirtieron en una especie de "cuasi-mercado" en que ciertos servicios sociales- cuidado de ancianos, vivienda social,...- fueron financiados por el Estado pero se puso en manos del sector privado. El gobierno de Thatcher abrazó las políticas de oferta, dejando a un lado definitivamente las políticas fiscales keynesianas. Redujo drásticamente el crecimiento de la masa monetaria en circulación para controlar la inflación. La reducción del déficit público fue la estrategia escogida para combatir la inflación. Consiguió reducir la inflación de un 13,4% a los 4,6% en cuatro años. Mientras que el desempleo, subió del 4,7% al 11,1%. No se sabe si esta subida se debe a la segunda crisis del petróleo- 1979- o a la política monetaria contra la inflación. Respecto a la políticas de oferta, Thatcher planteó una reducción de los tipos marginales del impuesto sobre la renta tanto en el tramo alto como el bajo.
En EE.UU, con la presidencia de Ronald Reagan, se aplicó una política severa de recortes del Estado del bienestar en tres ámbitos: el seguro de desempleo, ayudas a familias con niños dependientes y en los programas de construcción y rehabilitación de viviendas para personas con bajos ingresos. Respecto a su política económica, su actuación no fue monetarista como la política thatcheriana sino más bien optó por mejorar la gestión de la Reserva Federal así controlar mejor la evolución del crecimiento económico, lo que produjo la reducción de la inflación. Por otro lado, el déficit público no dejó de subir durante los años 80, en parte por los recortes de impuestos recomendados por las políticas de oferta monetaria, y, la reducción de los tipos marginales de los tramos más altos y más bajos.
Las reformas de la década de 1980 tuvieron un primer impacto en la transformación del Estado del bienestar en un sistema mixto en el que los servicios eran proporcionados tanto por el Estado como por el sector privado. Sin embargo, el Estado del bienestar se está enfrentando a nuevos retos, como eran la nueva sociedad postindustrial, envejecimiento demográfico, incorporación masiva de la mujer al mercado laboral, para los que no servían las soluciones anteriores. En resumen, hubo un proceso de reconsideración del gasto social en su conjunto y del progresivo abandono del keynesianismo tanto de los gobiernos socialdemócratas en Europa como del partido demócrata en Estados Unidos.
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