20 de febrero de 2018

Milton Friedman: aportaciones a la política monetaria.

Férreo defensor del libre mercado, Milton Friedman fue uno de los principales ideólogos de la Escuela de Chicago, corriente de pensamiento económico liberal que ha ejercido una enorme influencia en numerosos países del mundo. Nacido en 1912 en Nueva York, Friedman estudió matemáticas y economía en la Universidad de Rutgers y, se doctoró en la Universidad de Chicago, incorporándose posteriormente como profesor en esa universidad, y, ejerciendo su actividad docente durante más de 30 años. Las principales aportaciones de Friedman se centran en el ámbito de la política monetaria: el desarrollo de la teoría del monetarismo moderno que se oponía al keynesianismo. Contrario al intervencionismo del Estado como método para contrarrestar los ciclos económicos y estimular el crecimiento y la creación de empleo. Para Friedman la actividad de los bancos centrales debía limitarse a controlar la inflación y garantizar un escenario de estabilidad donde la economía pudiera desarrollarse libremente. La otra gran aportación de Friedman fue la introducción de la llamada nueva teoría cuantitativa del dinero. Según esta teoría existiría una relación directa entre la cantidad de dinero y el nivel general de los precios. Friedman afirmó que la velocidad de circulación del dinero y su demanda son estables en el corto plazo, siendo reflejo de ciertas preferencias de los individuos y las empresas en sus patrones de ahorro y consumo. Estos individuos y empresas intentarán mantener esas preferencias aunque aumente la cantidad de dinero en circulación, por lo que, por ejemplo, se librarán de los excesos de dinero. Aumentará, pues, la demanda y aparecerá la inflación, especialmente si la sociedad se encuentra en sus niveles naturales de producción y empleo. Entre las muchas medidas que propugnó Friedman, cabe destacar la flexibilización de los precios, la conveniencia de sistemas de pensiones privados, la desregulación de los mercados y las privatizaciones de empresas públicas, así como la abolición del salario mínimo y del servicio militar obligatorio. 

14 de febrero de 2018

¿Quién es Óscar Vara Crespo?

Óscar Vara Crespo es un economista español, doctor en Teoría Económica por la Universidad Autónoma de Madrid. Actualmente, es profesor en la Facultad de Ciencias económicas y empresariales en la UAM. Trabaja en fundamentos del análisis económico, teoría económica e historia económica. Nacido en Madrid en 1967 y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid desde 1991. Es autor de libros como El enigma económico ruso, la teoría económica y el Estado o las Raíces intelectuales del pensamiento económico moderno. También, es el autor del libro ¿Es sostenible el estado del bienestar? dentro de la colección Los retos de la economía de la editorial RBA. Además, escribe artículos en revistas de economía como Empresa y Humanismo, Revista de historia Económica, Procesos de Mercado y Cuadernos de Economía.

Óscar Vara Crespo

23 de septiembre de 2017

El bienestar en un mundo global.

La sociedad del bienestar depende cada vez más del alcance y el desarrollo de la globalización. Dicha globalización hace referencia a un proceso de integración mundial que incluye diferentes ámbitos: economía, finanzas, cultura, política, movimientos migratorios, etc. La globalización es un proceso muy largo que se ha acelerado después de la Segunda Guerra Mundial. La expansión del libre mercado ha provocado que el sistema de productivo de bienes de consumo esté presente en todo el mundo. El proceso de deslocalización industrial en los países occidentales ha transformado amplias zonas del continente asiático. El éxito económico de algunos países asiáticos ha supuesto la reducción de la pobreza en aquellos países: en 1990 el 81% de la población pobre del mundo vivía en Ásia, mientras que en 2010 se había reducido al 62%. En total, había salido de la pobreza en esos años, un total de 780 millones de personas. Ha crecido la clase media, en unos 525 millones de personas. La OCDE estima que para el año 2030 la clase media asiática representará el 66% de la total mundial. Sin embargo, la reducción de la pobreza así como el aumento del bienestar y el descenso de las desigualdades entre países, ha provocado también que estas mismas desigualdades crezcan en el interior de los estados. Al mismo tiempo, se ha extendido la opinión de la incompatibilidad entre una globalización a ultranza y el desarrollo de los Estados del bienestar. La globalización ha estimulado la competencia entre los países desarrollados para atraer la inversión extranjera, extendiendo la competencia fiscal entre ellos, presionando a la baja sus políticas sociales. Existe el temor, que la globalización, pueda debilitar la capacidad de los Estados para estabilizar la economía y la protección social de los ciudadanos.

El impacto de las crisis económicas en una economía globalizada tiene un efecto sobre el Estado de bienestar, así como su mantenimiento o consolidación a medio y a largo plazo. Los ciclos económicos tienen un efecto tanto en el mantenimiento como en el desarrollo de las sociedades del bienestar en los países occidentales. El reto del futuro del Estado del bienestar es sortear esos ciclos económicos que ponen en riesgo al Estado del bienestar, y, por tanto, que provocan un estrés presupuestario, y, al mismo tiempo, mantener la voluntad política y el prestigio del Estado del bienestar entre la ciudadanía. Éste último aspecto, la legitimidad del Estado del bienestar entre la ciudadanía es fundamental para la continuidad de las políticas del Estado del bienestar así como, la propia existencia del Estado del bienestar en el futuro.

12 de junio de 2017

Retos globales del Estado del bienestar(I)

La crisis económica de 2008 se ha utilizado para cuestionar el modelo de Estado del bienestar en Europa. Sin embargo, también ha servido para defender su vigencia. El modelo del Estado del bienestar ha sido garante de la estabilidad social en tiempos de crisis. Los defensores del Estado de bienestar argumentan que promueven tanto la libertad como la igualdad y que potencia el emprendimiento sin renunciar a la seguridad. Después de su época dorada, durante los años donde dominó el keynesianismo, la mayoría de los países han adoptado una visión más liberal para hacer frente a las crecientes tensiones presupuestarias derivadas del cambio demográfico, de la evolución de la sociedad y de la globalización. Bajo esta visión, la política de austeridad no fue una política improvisada por la Unión Europea para hacer frente a la Gran Recesión en 2008 sino el fruto de un consenso económico que comenzó a fraguarse en 1973 con la crisis del petróleo. La consolidación de un Estado del bienestar mixto, en el que el sector privado está presente en la dotación de servicios o bienes financiados por el sector público. Sin embargo, esta síntesis entre lo público y lo privado ha generado problemas en el equilibrio entre la dimensión económica y la dimensión social sobre todo a raíz de la crisis de 2008. 

El debate fundamental sobre el Estado del bienestar gira entorno a su sostenibilidad financiera y económica y sobre si el crecimiento económico es capaz de soportar la cantidad de recursos para hacer frente a la demanda creciente de bienestar por parte de los ciudadanos. El problema de la sostenibilidad financiera del Estado del bienestar no es nuevo. Desde la crisis del petróleo en los años 70, se ha intentado racionalizar el gasto público buscando una mayor eficiencia y un mayor ahorro. En este contexto, hay que buscar la sostenibilidad del Estado del bienestar. El Estado puede hacerlo a través de la imposición fiscal y el endeudamiento. Respecto al endeudamiento, la política fiscal del Gobierno tiene que ser capaz de limitar el crecimiento de la deuda, y, al mismo tiempo, poder pagarla, sin comprometer el Estado de bienestar. El Estado debe vigilar la acumulación de la deuda por si no pudiera devolverla. De las condiciones que, hacen que, el Estado del bienestar sea fiscalmente sostenible, unas son externas- como el crecimiento económico, la productividad, el impacto de la globalización o la evolución demográfica- y otras son internas, y tienen más que ver con la voluntad de los gobiernos de que dediquen más o menos recursos al bienestar o bien que implanten políticas de redistribución de la riqueza. El modelo del Estado del bienestar en los países del norte de Europa, los servicios públicos básicos se consideran derechos del ciudadano, y, consecuentemente, los gastos sociales no se consideran "gastos" en sí, sino como "inversión", como un medio de potenciar las capacidades y la productividad de las personas. Existe un convencimiento de que esta inversión en el futuro repercutirá en el propio Estado.

Uno de los mayores retos a los que se enfrenta el Estado del bienestar en los países occidentales es la demografía. El crecimiento económico es una de las principales causas de la reducción de la fertilidad en el mundo. En lo que se refiere al Estado del bienestar, el bajo nivel de la natalidad incide en la posibilidad de incrementar el Estado de bienestar porque reduce la población activa y, como consecuencia, se reduce las aportaciones económicas vinculadas al empleo. El Estado de bienestar creciente exige un crecimiento demográfico que está entredicho en los países desarrollados en las últimas décadas por las bajas tasas de natalidad. Las tasas de natalidad en los países europeos son muy bajas además hay que sumar el envejecimiento progresivo de la población europea. Este hecho va a tener efectos en los hábitos de consumo así como en el sistema productivo en las próximas décadas en Europa: habrá un aumento de los servicios sanitarios de la población y una reducción en la demanda en educación y en vivienda por el decrecimiento de la población. A corto plazo, el retraso en la edad de jubilación es una de las consecuencias más inmediatas. Sin embargo, algunos países escandinavos, la financiación de las pensiones se ha hecho depender de los presupuestos y no de las cotizaciones sociales. Además, se ha potenciado la creación de sistemas apoyados en tres pilares: uno público- básico- y dos complementarios, consistentes en un fondo de pensiones privado y otro compuesto por las cotizaciones de las empresas. En todo caso, estas reformas del sistema de pensiones tendrán éxito en sociedades con tasas de natalidad altas y tasas de ocupación elevadas, como es el caso de los países escandinavos.

Parte de esta evolución demográfica se explica por la transformación experimentada por la familia en los últimos 30 años a raíz del acceso de la mujer a la universidad y su incorporación masiva al mercado de trabajo. Nuevamente, los países escandinavos pueden ser un ejemplo a seguir. Las políticas familiares juegan un papel capital. El objetivo es potenciar la conciliación, haciendo compatible la vida familiar con el trabajo, y para ello se dedica más de un 10% del gasto social a esta cuestión y un 3,5% del PIB.


5 de mayo de 2017

Modelos de Estado del bienestar(III): El modelo conservador(II): países mediterráneos.

Dentro del modelo conservador del Estado de bienestar, está una serie de países del sur de Europa- España, Italia, Portugal y Grecia-, que constituyen el modelo conservador del Sur del Mediterráneo. Este modelo conservador del sur del mediterráneo tiene unas características comunes: la financiación del Estado de bienestar se realiza a través de las contribuciones de los salarios de los trabajadores. Sin embargo, también tiene una serie de particularidades históricas, que lo hace estar a medio camino de todos los modelos del Estado de bienestar sin pertenecer completamente a ninguno. Portugal y España, por ejemplo, crearon sus Estados de bienestar a partir de los años 70 después de que finalizarán sus respectivas dictaduras. Por este motivo, el sistema de bienestar es muy reducido en comparación con los países escandinavos y del centro de Europa, y el subsidio por desempleo suele ser más corto, aunque mayor que en los países anglosajones. Por otra parte, los trabajadores disfrutan de una buena protección ante los despidos y las pensiones suelen ser elevadas. La sanidad es de carácter universal y está financiada mayoritariamente con contribuciones. Existe, además, un llamado "tercer sector" que desempeña un papel importante en la prestación del bienestar.

España se caracteriza por un sistema de bienestar lastrado por un alto desempleo. Las primeras iniciativas relacionadas con el Estado del bienestar son de finales del siglo XIX. Durante la Segunda República se intentó establecer seguros por accidentes y de retiro para los trabajadores pero se topó con la oposición. Con la dictadura franquista, el gasto social nunca fue superior al 8% del PIB. Tras la recuperación de la democracia, el gobierno socialista emprendieron la construcción del Estado del bienestar. La ley General de Sanidad de 1986 creó un Sistema Nacional de Salud descentralizado. En cuento a las pensiones, se fijaron en el Pacto de Toledo- 1995- donde se garantizó la sostenibilidad del sistema, amenazado hoy por la evolución demográfico del país. Esto ha obligado a elevar la edad de jubilación a los 67 años. Los altos niveles del paro ha hecho que la protección por desempleo sea una de las partidas más importantes del gasto social en España. En 1999, se legisló a favor para la conciliación entre empleo y la vida privada fijando la duración de la baja de maternidad y la nulidad de despido laboral por discriminación de sexo. También, se estableció ayudas a familias numerosas y a monoparentales. En cuanto a la educación, el gasto público se situó por encima del 4% del PIB. Las políticas públicas se complementan con la participación del tercer sector.

El Estado del bienestar en Italia dedica el 25% de su PIB al gasto social. La protección de la salud es universal mientras que la protección del empleo es baja y se financia a través de las contribuciones de los trabajadores y de los impuestos. Al igual que España, en Italia el tercer sector es fundamental en la provisión del bienestar. Este tercer sector tiene una gran relevancia en la protección social junto a las familias. En Italia, existe un alto porcentaje de economía sumergida- 25% del PIB- y una diferencia entre el norte y el sur de Italia. También, Italia ha experimentado cambios en su Estado del bienestar desde 1990. La primera, obligó a reconsiderar como consecuencia del tratado de Maastricht. Entre 1992 y 1995 se incrementó y se flexibilizó la edad de jubilación - 57 a 65 años- se introdujeron los "cuasi-mercados" en el servicio de salud. La segunda, provocado por la crisis económica de 2008. Ante el peligro de no poder pagar su deuda pública- 110% del PIB en 2009- el BCE salió en su apoyo, pero a cambio de reducir en gasto social y así ayudar a reducir su déficit público, favoreciendo el crecimiento económico. Por último, el gobierno de Mario Monti asentó el sistema de pensiones sobre tres pilares: un sistema de reparto, uno voluntario de capitalización a través de las empresas y otro privado e individual. 

20 de abril de 2017

Modelos de Estado de bienestar(III): El modelo conservador(I): Alemania y Francia.

El modelo conservador del Estado del bienestar presenta tres grandes rasgos. A saber: El primero es cómo se financia. La financiación se realiza a través de las contribuciones de los trabajadores y de sus salarios. Las cotizaciones de los trabajadores crean un derecho que es difícil de eliminar o reducir por los gobiernos. El segundo considera a la familia como la unidad responsable de proveer bienestar. Los programas sociales se han centrado en el apoyo de la cabeza de la familia- el hombre- como sostén de la familia, mientras que el papel social de la mujer se ha centrado en el cuidado de los hijos. Tercero, los intermediarios entre los trabajadores y el Estado, tienen un papel fundamental. Los sindicatos y las asociaciones empresariales participan en ese sistema de intermediación proporcionando servicios sociales- programas destinados a los trabajadores, por ejemplo- y, por tanto, limitando la influencia del Estado, respondiendo al principio de subsidiaridad. El problema del modelo conservador del Estado del bienestar es la transformación de la familia desde los años 80: la incorporación de la mujer en el mercado laboral y el aumento de los divorcios y parejas de hecho, con el consiguiente aumento de las familias monoparentales.

Alemania se ha considerado como prototipo del modelo conservador del Estado del bienestar junto a Francia. Después de la II Guerra Mundial, el Estado de bienestar alemán se centró fundamentalmente en proporcionar un buen nivel de vida a las familias alemanas. Todo cambió, con los gobiernos democristianos de Helmut Kohl en los años 80 y 90. Su gobierno fue el responsable de elevar la edad de jubilación hasta los 65 años y la aprobación del Pflegeversicherung. Además de lidiar con las implicaciones económicas de la reunificación de Alemania. Las transformaciones del Estado de bienestar alemán revirtieron en el propio Estado de bienestar: incentivando el trabajo indefinido o evitando los cambios de actividad a lo largo de la carrera laboral. Sin embargo, la globalización, el progreso tecnológico y la competencia internacional han erosionado la estabilidad de los puestos de trabajo sin que se haya tocado la estructura favorable a los trabajos a tiempo completo y para toda la vida. El resultado se ha traducido en un alto desempleo entre los jóvenes y las mujeres. La legislación beneficia a los trabajadores de los sectores manufactureros y a los funcionarios del Estado pero no así a los jóvenes y mujeres. Entre 1998 y 2002, Gerhard Schröder impulso una gran reforma de las pensiones, en el que se permitió que los trabajadores ahorraran en un sistema privado que se premiaba con incentivos fiscales y que se añadía a las cotizaciones a la seguridad social, debido a una situación demográfica que amenazaba el sistema de reparto. En 2003, se introdujo políticas activas de empleo y requisitos más estrictos para acceder a las prestaciones de desempleo y se impulso iniciativas de formación.

El Estado del bienestar francés se inició durante la Tercera República durante los años 20 y 30 a través de sociedades de ayuda mutua de origen católico. En 1928, se aprobó leyes para proteger a los trabajadores de los accidentes, de la invalidez y de las enfermedades. Pero, no fue hasta después de la II Guerra Mundial, cuando se instituyó un sistema de seguridad social. El sistema de protección social francés siempre ha sido muy conservador pero ha sufrido reformas desde los años 90, y se incrementó desde la crisis económica de 2008, y especialmente a partir de 2010. Se centraron en las pensiones y en las reformas en el mercado laboral. En Francia, el sistema de pensiones es público y se debe cotizar 41,5 años para acceder a la pensión máxima. Se ha incrementado la cuantía de las contribuciones y la edad de jubilaciones, que ha pasado de los 65 a los 67 años. La protección al desempleo está vinculado a las políticas activas de empleo desde los años 90. Se hace a través del servicio público Pôle Emploi. La duración del subsidio de desempleo depende del tiempo cotizado, un mínimo de cuatro meses para tener derecho a la prestación, y un máximo de tres años.

Como he dicho antes, tanto en el caso alemán como el francés, el Estado de bienestar conservador se ha resentido en las últimas décadas debido a la globalización y para mantener la competitividad, y así, el crecimiento económico, de Alemania y Francia.


6 de marzo de 2017

Modelos de Estado de bienestar(II): El modelo socialdemócrata y el modelo liberal.

El modelo socialdemócrata- o nórdico- del Estado del bienestar incluye a todos los países del norte de Europa- Suecia, Noruega, Dinamarca, Islandia y Finlandia-. En estos países existe un alto nivel de desmercantilización de los servicios sociales básicos. Son países poco poblados, alcanzando los 26 millones de personas. Tienen una historia pacífica, pactista y, debido a su posición periférica en Europa, han podido adaptarse a las transformaciones de la sociedad. Además, son países socialmente homogéneos con un alto nivel cultural y educativo. En los años 30, se instauró en esos países una "tercera vía" entre los países liberales y los países fascistas, permitiendo a la larga la interacción entre esa forma de gobierno y la creciente participación de los ciudadanos en la política. Los municipales gestionan el 60% del gasto público y tienen una responsabilidad fundamental en la prestación de servicios como la enseñanza y el cuidado de los ancianos.

El inicio del Estado del bienestar en los países nórdicos es de finales del siglo XIX. A diferentes velocidades, los países nórdicos fueron introduciendo a principios del siglo XX los seguros de desempleo, de enfermedad, de accidentes y de jubilación, pero no fue hasta el final de la II Guerra Mundial cuando se extendió la cobertura para toda la ciudadanía, con la vocación de ser universales.  A partir de 1960, el Estado del bienestar nórdico tuvo una edad de oro. Suecia fue quien hizo más esfuerzos, y, hasta la década de 1980, fue el que mayor porcentaje del PIB destinó al gasto social. Seguido muy de cerca por Dinamarca, y más atrás, por Noruega y Finlandia. Actualmente, cerca del 30% del PIB, se destina al gasto social en Suecia, Dinamarca y Finlandia. Los programas de protección pública han perseguido siempre la universalidad. Dicha protección social se financia a través de impuestos. La recaudación por impuestos se sitúa entre el 40% respecto del PIB. Los ciudadanos de los países escandinavos son favorables en la participación y en la construcción del Estado del bienestar. Existe una llamada "moral tributaria", es decir, una disposición favorable a pagar sus impuestos. No favorecen acogerse a las deducciones que favorecen el fraude a la hacienda pública. Existe, por tanto, unas convicciones morales, y al mismo tiempo, un alto grado de confianza en las instituciones. La confianza reside en la percepción favorable de los resultados del Estado de bienestar: los ciudadanos creen que sin impuestos no estaría asegurado la universalidad de los servicios del Estado del bienestar para todos los ciudadanos. Desde los años 70, se han producido una serie de reformas económicas orientadas a una mayor competitividad y orientada a la exportación, para poder mantener el Estado de bienestar. Como resultado, los países escandinavos son hoy economías exportadoras con grandes superávits de balanza de pagos y muy atractivas para el inversor extranjero. Además, hay que sumarle el gasto en educación entorno a un 7% o 8% del PIB y una fuerte inversión en investigación y desarrollo, en políticas de subsidios de desempleo y políticas activas de formación para el empleo.

El modelo liberal es aquél donde el mercado suministra bienes y servicios en relación al Estado de bienestar. Aquí, encontraríamos fundamentalmente a los países anglosajones. Vamos a centrarnos en dos países concretamente: Reino Unido y Estados Unidos. Respecto al Reino Unido, después de los gobiernos conservadores de Margaret Thatcher y John Major, Tony Blair presentó lo que se llamó la tercera vía para recuperar el impulso del Estado del bienestar. La tesis central de ese nuevo laborismo fue que, la distinción entre el mercado y el Estado, no tenía razón de ser y era necesario adoptar un punto de vista más pragmático que ideológico. La tercera vía se aplicó en los ámbitos tradicionales de las políticas de bienestar pero tuvo una incidencia especial en las políticas activas del empleo y en la educación. En las políticas de empleo, las ayudas se concebían como un medio para mejorar la productividad y la adaptación de los trabajadores para hacerlos más competitivos y así aumentar su probabilidad de ser contratados. El subsidio de desempleo pasó a ser tan solo un recurso de última instancia. El problema del desempleo no era una falta de oportunidades sino que era por las deficiencias en la capacitación de los desempleados. El Estado del bienestar debía capacitar a los ciudadanos para incorporarse en el mundo laboral. Los beneficiados de esas ayudas al desempleo deberían participar en la búsqueda obligatoria de trabajo. En 1998, se estableció por primera vez un salario mínimo en 1998. En el ámbito educativo, desde el siglo XIX, es obligatorio la enseñanza. Hoy en día, lo es para las edades comprometidas entre los 5 y los 18 años. Entorno, al 90% estudia en el sistema público. Las universidades públicas no son gratuitas. Y, por último el sistema de pensiones, está inclinado hacia el mercado y depende más del ahorro privado y de los fondos de pensiones de las empresas. Tiene tres niveles: obligatorio, complementario y voluntario. Obligatorio, es la contribución que hace los trabajadores a la seguridad social británica y que consiste en un sistema de reparto. Es baja y necesita ser complementada. Los otros dos niveles: el segundo, el complementario, consiste en complementar la pensión a través de aportaciones añadidas al sistema público o bien con fondos de pensiones privadas en sustitución de estas y el tercero, voluntario, conformado por un ahorro voluntario por las propias empresas.

Respecto a los EE.UU., su modelo de bienestar tiene un fuerte carácter individualista que se origina en la Constitución de 1787 que protege los derechos de los ciudadanos y de la propiedad privada. Este fuerte rasgo individualista del Estado de bienestar en EE.UU., tiene un concepto muy distinto al europeo, respecto a que entiende por redistribución de la renta, el gasto social o el propio tamaño del Estado. El gasto público en EE.UU. ha representado un 35% del PIB desde la década de 1980, muy por debajo de los países escandinavos o de Francia, por encima del 50%. El gasto pública se reparte en tres administraciones: la federal, con un gasto social del 20% respecto del PIB, la estatal y local, con el 9% cada una. Las partidas más importantes, con el 5% del PIB cada una, son las de educación y del sistema público de salud: Medicare, para mayores de 65 años, y Medicaid, destinado a personas con bajos ingresos, creados ambos en 1965. En 2010, Barack Obama firmó la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible- Obamacare-. Antes de esta ley, un 18,5% de la población no tenía ningún tipo de cobertura sanitaria y con el Obamacare se incrementó el número de asegurados, reduciendo el número de norteamericanos sin seguro en 11,4 millones desde 2010 hasta 2014. 

21 de febrero de 2017

Modelos de Estado de bienestar(I): clasificación y tipología.

Las políticas del Estado del bienestar no han sido iguales en todos los países por diferentes razones. Por un lado, los países presentan divergencias a la hora de implementar un sistema de bienestar. Por otro lado, por motivos históricos y/o geográficos no parten en condiciones de igualdad para el crecimiento económico. Tampoco, es igual su concepción del mundo ni la ideología que está detrás de la acción política.

Los diferentes modelos de Estado de bienestar se pueden clasificar atendiendo a dos dimensiones, que propuso el economista y sociólogo danés Gosta Esping-Andersen, en su libro los tres mundos del Estado del bienestar en 1990. Una primera dimensión, el grado de desmercantilización, es decir, el grado en que los servicios sociales se proveen al margen de los mercados. Y, una segunda dimensión, la estratificación social, es decir, en la medida en que los sistemas de bienestar ayudan a reducir las desigualdades sociales. Según el propio Esping- Anderson, el proceso histórico, que transformo a los agricultores en asalariados, el trabajo se convirtió en una mercancía más y los trabajadores pasaron a depender de su salario para satisfacer sus necesidades básicas. Desde esa perspectiva, existen diferentes modelos de Estado de bienestar según el grado de responsabilidad del Estado a la hora de abastecer ciertos servicios sociales básicos. A mayor desmercantilización, mayor grado de Estado del bienestar.

Partiendo de este supuesto, Gosta Esping- Andersen diferencia tres tipos de Estados del bienestar: el modelo socialdemócrata que posee un nivel de desmercantilización alto. El Estado proporciona un alto nivel de bienes y servicios. Se financia con impuestos, trata a todos los ciudadanos por igual y tiene un carácter universalista. El modelo liberal que se caracteriza por un nivel alto de mercantilización donde el bienestar depende del mercado. La intervención del Estado se limita a transferir rentas a aquellas personas que no son capaces de satisfacer sus necesidades básicas a través del mercado. La financiación se hace a través de la imposición fiscal. Y, por último, el modelo conservador que se caracteriza por una desmercantización media. Este modelo no incluía al mercado, pero no lo consideraba como la única vía para satisfacer las necesidades básicas. En los países donde predomina este modelo conservador, existe diferentes tipos de seguro social, fuertes sindicatos, seguros de desempleo y cotizaciones empresariales altas.


7 de febrero de 2017

La reacción liberal al keynesianismo y las propuestas de reformas(II)

Durante las décadas de los años 50 y 60, y, hasta el año 1973, se produjo un enorme crecimiento económico sin precedentes. Tanto su éxito como su fracaso posterior, no se debe al keynesianismo ni al Estado de bienestar. Desde el fin de la II Segunda Guerra Mundial, los países europeos se beneficiaron del acuerdo de Bretton Woods, la integración de los mercados europeos, las ayudas del plan Marshall y las transferencias tecnológicas desde EE.UU. Antes de la crisis del petróleo de 1973, las economías norteamericana, japonesa y europea estaban muy próximas. Sin embargo, el fin de la expansión y el endeudamiento de los Estados, hizo patente las debilidades del keynesianismo. Pero, no fue, con el embargo del petróleo por parte de la OLP a causa de la guerra Yom Kippur, cuando el precio del petróleo creció de 3 a 14 dólares por barril. Se descartó las políticas de estímulo de la demanda y se comenzó a defender políticas de oferta, es decir, reformas de liberalización que consiguieron aumentar la producción a través de la eficiencia. Se empezó a valorar la microeconomía frente a la macroeconomía que estudiaba que incentivos hacían que aumentará la producción. También, se prestó una mayor atención a la teoría del crecimiento económico y a cómo se mejora la productividad del trabajo y el capital a través de la formación y la tecnología.

Cada una de estas adversidades creó un clima desfavorable para el Estado del bienestar y sí favorable para la ideología (neo)liberal de la mano de Margaret Thatcher y de Ronald Reagan. Ambos querían recluir la importancia del Estado de bienestar y "retroceder" las fronteras del Estado del bienestar. Las nuevas ideas (neo)liberales tuvieron una plasmación en la distribución del gasto social y en el cambio de la política económica. Respecto al gasto social, el Estado del bienestar británico comenzó a controlar el gasto público durante el crecimiento económico y la supeditaba al crecimiento de los precios. Respecto a lo segundo, el cambio de la política económica, el principal elemento fue la reducción del papel del Estado como protector. Inició una campaña de privatización de las principales compañías y empresas públicas británicas. Además, redujo la carga financiera del Estado, permitiendo el acceso a otras fuentes de financiación a las empresas. Ciertos servicios sociales que aún eran públicos, es decir, que eran financiados y proveídos por el Estado, se convirtieron en una especie de "cuasi-mercado" en que ciertos servicios sociales- cuidado de ancianos, vivienda social,...- fueron financiados por el Estado pero se puso en manos del sector privado. El gobierno de Thatcher abrazó las políticas de oferta, dejando a un lado definitivamente las políticas fiscales keynesianas. Redujo drásticamente el crecimiento de la masa monetaria en circulación para controlar la inflación. La reducción del déficit público fue la estrategia escogida para combatir la inflación. Consiguió reducir la inflación de un 13,4% a los 4,6% en cuatro años. Mientras que el desempleo, subió del 4,7% al 11,1%. No se sabe si esta subida se debe a la segunda crisis del petróleo- 1979- o a la política monetaria contra la inflación. Respecto a la políticas de oferta, Thatcher planteó una reducción de los tipos marginales del impuesto sobre la renta tanto en el tramo alto como el bajo.

En EE.UU, con la presidencia de Ronald Reagan, se aplicó una política severa de recortes del Estado del bienestar en tres ámbitos: el seguro de desempleo, ayudas a familias con niños dependientes y en los programas de construcción y rehabilitación de viviendas para personas con bajos ingresos. Respecto a su política económica, su actuación no fue monetarista como la política thatcheriana sino más bien optó por mejorar la gestión de la Reserva Federal así controlar mejor la evolución del crecimiento económico, lo que produjo la reducción de la inflación. Por otro lado, el déficit público no dejó de subir durante los años 80, en parte por los recortes de impuestos recomendados por las políticas de oferta monetaria, y, la reducción de los tipos marginales de los tramos más altos y más bajos.

Las reformas de la década de 1980 tuvieron un primer impacto en la transformación del Estado del bienestar en un sistema mixto en el que los servicios eran proporcionados tanto por el Estado como por el sector privado. Sin embargo, el Estado del bienestar se está enfrentando a nuevos retos, como eran la nueva sociedad postindustrial, envejecimiento demográfico, incorporación masiva de la mujer al mercado laboral, para los que no servían las soluciones anteriores. En resumen, hubo un proceso de reconsideración del gasto social en su conjunto y del progresivo abandono del keynesianismo tanto de los gobiernos socialdemócratas en Europa como del partido demócrata en Estados Unidos. 

25 de enero de 2017

La reacción liberal al keynesianismo y las propuestas de reforma(I)

El segundo capítulo del libro, ¿es sostenible el Estado de bienestar?, la reacción liberal y las propuestas de reforma, se centra fundamentalmente, en una primera parte, en la Gran Depresión y en el New Deal así como la entrada del liberalismo contra la intervención del Estado en la economía, y, en una segunda parte, en la figura de Milton Friedman y su oposición al keynesianismo.

En Estados Unidos es donde han surgido las críticas más importantes al Estado del bienestar tanto en el ámbito teórico como en el ideológico. También, es donde surge el New Deal un programa social que constituyó una especie de "Estado del bienestar" anterior al Estado del bienestar. Aunque, el New Deal fue una medida extraordinaria como respuesta a la Gran Depresión, a un suceso extraordinario. El crash de 1929 tuvo consecuencias devastadoras para Estados Unidos que se prolongó hasta finales de los años 30. En 1933, Roosevelt impulsó un programa de intervención del Estado en la economía, el New Deal. Fue un éxito desde el punto de vista económico, el PIB de Estados Unidos creció. En el ámbito social, Roosevelt promovió una transformación total del sistema de bienestar norteamericano. Antepuso la administración federal a las administraciones locales y de los estados, acabando con el despilfarro. Entre 1933 y 1935, entró en vigor la Federal Emergency Relief Administration y se promulgó la Ley de Seguridad Social. Se creó para hacer frente a los jubilaciones y gestionar el seguro de desempleo. El New Deal fue un programa que pretendía planificar el funcionamiento de los principales sectores de la economía norteamericana y encontró resistencias tanto en el ámbito conservador como liberal. Roosevelt centró su principal atención sobre el sector financiero. Sacó a Estados Unidos del patrón oro en 1933. Al abandonar el patrón oro, la Reserva Federal pudo imprimir todos los billetes que quiso. El valor del dólar se garantizaría a través de los títulos de deuda pública del Tesoro americano, es decir, la credibilidad de su economía. La intervención del Estado también se trasladó en los sectores agrícola, industrial y obra pública.

Los primeros economistas contrarios a las políticas del New Deal fueron los de la Universidad de Harvard denominados, los Siete Sabios, que criticaban el intervencionismo del Estado y alentaban sobre la ineficiencia de la planificación en la economía. La mayor preocupación de los Siete Sabios era el efecto de la planificación sobre el sistema de precios y sobre los efectos en las decisiones de las personas a la hora de decidir qué hacer con sus recursos. El New Deal no podía poner de acuerdo a la oferta y a la demanda. Sin embargo, en la segunda mitad de la década de los  años 30, la Universidad de Harvard tomó la dirección contraria. Fue, paradójicamente, en esta universidad donde se expandió el keynesianismo en EE.UU de la mano de Alvin Hanlen. La oposición al keynesianismo y al New Deal fue desapareciendo de la universidad. El liberalismo fue recluyéndose y su resistencia numántina se trasladó a la Universidad de Chicago. Entre los economistas liberales, quien mejor organizó la resistencia al keynesianismo y a la economía planificada, estaba el economista austríaco Friedrich Hayek. Ferrio partidario de la descentralización y firme defensor de las libertades individuales, estaba en contra de la planificación económica. No obstante, no era partidario de la desaparición del Estado porque podía cumplir con algunas funciones como favorecer el libre mercado, eliminar monopolios o cuidar del medio ambiente. Friedrich Hayek junto a la Escuela de Chicago fue quien mejor organizó la resistencia al programa keynesiano y sus políticas en EE.UU y quien posteriormente replantearía los principios y postulados del liberalismo.

Como hemos dicho antes, la gran resistencia al keynesianismo fue en la Universidad de Chicago. Henry C. Simons formó en los años 40 a estudiantes seguidores de la economía neoclásica que defendía el libre mercado y que oponía a las políticas intervencionistas del Estado en la economía. Entre estos alumnos estaba Milton Friedman, futuro premio nobel en 1976 y principal figura de la Escuela de Chicago. Friedman puso su talento al servicio de la defensa del libre mercado y fue el principal responsable en el descrédito del keynesianismo a finales de los años 60. Friedman centró su crítica al keynesianismo en dos frentes: la cuestión monetaria y la formación de expectativas. Esta última es donde reside fundamentalmente la gran discrepancia con el keynesianismo. Mientras que, Keynes creía que, las expectativas sobre el futuro eran la causa de que hubiera menos bienes necesarios para alcanzar el pleno empleo, y, por tanto, defendía que el Gobierno imprimiera más dinero a pesar del riesgo a la inflación, por tanto, existía una relación inversa entre inflación y desempleo: un mayor crecimiento de los precios va acompañado de un menor desempleo, Milton Friedman creía que, las expectativas y las decisiones que tomaban las personas son racionales. Friedman rechazaba que el Gobierno utilizará la inflación como herramienta política. Estaba en contra de políticas monetarias expansivas porque los precios subirían sin fin, mientras que la economía seguiría estancada igual que el nivel de desempleo. Se produciría una situación de estanflación. Este fenómeno descrito por Friedman comenzó a experimentarse a partir de 1970. Cuando se produjo un crecimiento del nivel de desempleo con un nivel alto de inflación. Se agravó después de 1973 con la crisis petrolera. Esto produjo que se destruyera la credibilidad entorno al intercambio entre inflación y desempleo, tal como preconizaba Keynes. La duda se extendió a toda la política de estabilización y de estímulo de la demanda del modelo keynesiano, aupando las tesis de Friedman.

Además, de su contribución a la política monetaria, Milton Friedman se mostró en contra del Estado del bienestar y a favor de la sociedad. Escribió dos libros: el primero, capitalismo y libertad, en 1962 y el segundo, libertad para elegir, en 1980 donde expone sus argumentos en relación a ambas cuestiones. En ambos libros, defiende que el capitalismo es una condición necesaria, aunque no suficiente, para la consecución de la libertad política. Defiende que quienes participan en el sistema capitalista demandarán tanto la libertad económica como la libertad política y que el capitalismo es el sistema creador de riqueza más eficiente. Respecto al Estado del bienestar, Friedman se mostró partidario de eliminar los programas de asistencia social y sustituirlo por un impuesto negativo.