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14 de noviembre de 2016

Las políticas keynesianas y el nacimiento del Estado del bienestar (I)

El primer capítulo del libro ¿es sostenible el estado del bienestar?, Las políticas keynesianas y el nacimiento del Estado del bienestar, vamos a subdividirlo en dos partes: I y II. En la primera parte, hablaremos sobre los estudios económicos del Bienestar y, en la segunda parte, sobre el desarrollo y la madurez del Estado del bienestar. 

La doctrina económica que inspira al Estado de bienestar es el keynesianismo de John Maynard Keynes. Su tesis principal es que el libre mercado es incapaz de garantizar el pleno empleo, defendiendo la necesidad de regular el capitalismo desde la política del Estado. El keynesianismo surgió como reacción a la Gran Depresión. Pero, no fue, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se generalizó la convicción de que el Estado debía proporcionar a sus ciudadanos protección contra las adversidades económicas, lo que condujo a la creación entre 1945 y 1948, del primer Estado del bienestar en el Reino Unido.

Pero, ¿cuando y cómo surgió la necesidad de estudiar el Estado de bienestar? Los economistas fueron los protagonistas iniciales del estudio tanto del bienestar individual como del bienestar social. Se estableció un debate entre aquellos economistas que confiaban en que la libre iniciativa y el mercado resolverían por sí mismo el bienestar social, y los socialistas, que desconfiaban de la propiedad privada y de los capitalistas. En paralelo, a este debate, durante el siglo XIX, en el ámbito de la ciencia económica, coexistieron dos períodos: el clásico que arranca con Adam Smith hasta Karl Marx y John Stuart Mill y el neoclásico con las figuras de León Walras, William S. Jevons y Alfred Marshall. Este último período, la llamada escuela neoclásica de economía, surge apoyada por el positivismo- epistemología- y el utilitarismo- ética-. Pretendían incorporar la economía al positivismo y de esta forma explicar al ser humano y sus acciones así como sus consecuencias e interacciones al modo como se hacía en las ciencias naturales. Esta pretensión de transformar la economía, como si fuera una ciencia natural, tiene una gran importancia para entender cómo se ha concebido y estudiado el bienestar desde la economía. Por su parte, el utilitarismo cree que el objetivo último de las acciones humanas es aumentar el bienestar y evitar el dolor y el sufrimiento. Las acciones humanas se orientan hacia una mayor satisfacción personal o "utilidad", de ahí, el nombre de utilitarismo. Este modelo de ser humano contenía un "problema técnico": ¿cómo concebir un modelo de ser humano que puede ser expresado mediante una ecuación matemática? El neoclasicismo creó la figura del "homo economicus". ¿En qué consistía el homo economicus? Podríamos definirlo como a una persona que, teniendo como objetivo único alcanzar la mayor utilidad posible, es capaz de determinar cuánta utilidad le proporciona la combinación entre bienes y servicios que tiene a su alcance y decidir cuál es la mejor combinación entre sí. El homo economicus fue utilizado por los economistas para realizar experimentos en los que un homo economicus era colocado ante diferentes alternativas y escoger aquella situación que proporcionará mayor utilidad, o sea, mayor bienestar. Los economistas neoclásicos concluyeron que el bienestar era el resultado de la utilidad del consumo de bienes y servicios. A partir de ahí, se podía establecer diferentes políticas en función de la utilidad- es decir, del mayor bienestar- que aportan.  La escuela neoclásica concluyó que el mercado conducía a situaciones de equilibrio en las que el bienestar era el máximo posible. Tanto esa tendencia del mercado al equilibrio como la reducción del comportamiento al hedonismo fue criticado por el economista John Maynard Keynes.

John Maynard Keynes, durante la Gran Guerra y los años 20, observó que existía rigideces entre las instituciones y los diferentes actores económicos- inversores, empresarios, trabajadores- a la hora de que los mercados alcancen el equilibrio entre la oferta y la demanda. La constatación de estos hechos hizó que Keynes propusiera un control de ciertas actividades económicas de manera que fuera compatible con las libertades de las sociedades democráticas. Para Keynes, el desempeño correcto de la economía era aquél que garantizaba el pleno empleo. Durante los años 30, dos cuestiones fundamentales fueron: cómo reducir el desempleo y cómo financiar los seguros de desempleo. Junto a estas preocupaciones, Keynes abandonó el utilitarismo como medio para explicar el consumo. Creía que además del hedonismo también el error, la falta de previsión, la generosidad o la extravagancia estaban detrás del consumo. Y, por tanto, la máxima utilitaria no podía explicar todo el consumo.

Como consecuencia del crash de 1929, el PIB de EEUU se redujo más de un 44%. En 1933, se alcanzó la cifra del 25% de desempleo sólo en EEUU. La administración de Hoover no adoptó ninguna medida extraordinaria. No es hasta la presidencia de Roosevelt cuando se adopta el New Deal que es considerado como uno de los hitos más importantes de la historia del Estado del bienestar. Con su libro, la teoría general, John Maynard Keynes quiso dar una respuesta a las crisis recurrentes del sistema capitalista para las cuales la escuela neoclásica no parecía tener solución. En su análisis, Keynes otorga a los consumidores y a los empresarios el peso de la actividad económica. Para Keynes, la causa principal de los fallos del sistema de libre mercado son la toma de decisiones que se basan en el conocimiento del pasado. Por este motivo, el resultado de nuestras acciones es siempre incierto. Los consumidores eligen qué parte de sus ingresos dedican a consumir y qué parte no. Mientras, que la parte del consumo está determinado por el nivel de renta y las preferencias, la segunda, la parte que no se consume, plantea un dilema. El consumidor tiene dos opciones: ahorrar o mantenerlo "ocioso" en su bolsillo. El ahorro privado consiste en otorgar préstamos a algún empresario a cambio de un interés. El tipo de interés sería la oferta que se le hace al consumidor para que se lo preste a un empresario para que éste asuma un riesgo con la inversión. La motivación de los empresarios para invertir se basa en analizar el coste de emprender una actividad y las expectativas de ganancias futuros procedentes de la inversión.

Sin embargo, para Keynes el comportamiento económico no puede explicarse únicamente a través de la racionalidad sino que hay que contrapónerla con aspectos más irracionales a la hora de tomar decisiones tanto económicas como no económicas. Además, estos componentes no racionales se "contagiaban" rápidamente de un individuo a otro y tendían a reforzarse. En situaciones de incertidumbre o inestabilidad, el comportamiento tanto de consumidores como de empresarios es económicamente ineficiente. El "atesoramiento" del dinero por parte de los consumidores es debido a la incertidumbre que provoca la demanda de bienes sea insuficiente para cubrir la oferta. Por su parte, los empresarios pueden reducir la inversión en capital y mano de obra más allá de lo deseable. El resultado es una demanda insuficiente de bienes, capital y mano de obra. Esta debilidad de la demanda agregada provoca una reducción de la producción total de bienes y servicios. Al ser, el resultado de decisiones libres entre consumidores y empresarios, suele perpetuarse dicho desequilibrio entre la oferta y la demanda, en lugar de, como sostiene la escuela neoclásica, alcanzar en algún momento el equilibrio. Para Keynes, el principal problema del capitalismo liberal es, que un contexto de incertidumbre, se deje al mercado actuar libremente respecto a las decisiones de inversión. Keynes apuesta porque sea el Estado quien tome las decisiones de inversión ya que está en mejores condiciones para asumir y gestionar el riesgo en beneficio del interés público. Estas inversiones productivas del Estado permitirían cerrar la brecha entre la demanda y la oferta agregadas, asegurando el pleno empleo en cada coyuntura económica.

Keynes también crítica la política monetaria expansiva en un entorno de bajos tipos de interés. Al imprimir más dinero y ponerlo en manos de la gente, aumentará la demanda de bienes en la economía. Lo que provocará un aumento de la inflación. En consecuencia, si aumenta la cantidad de bienes, disminuye su valor. El dinero también es un bien. Y como tal, disminuye de valor lo que equivale a decir que con la misma cantidad se compran ahora menos cosas, un efecto equivalente a una subida generalizada de los precios. Keynes contraargumentó que el beneficio de un aumento de la demanda, es decir, la reducción del desempleo, era mayor que el perjuicio de una mayor inflación, tanto una medida como la otra, tenían como finalidad estabilizar la demanda en las diferentes coyunturas económicas del capitalismo liberal. Se aseguraría el crecimiento económico, y así, la mejora de las condiciones de vida y el bienestar de los ciudadanos.