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18 de junio de 2025

Antonio Diéguez: cuerpo, identidad y comunidad en la era transhumanista

 Vamos a comentar más ampliamente cada uno de los puntos tratados por Antonio Diéguez en su conferencia sobre el transhumanismo y la transformación de la identidad, a través del enlace disponible en youtube: https://youtu.be/ni1uGifC0Zw con especial atención a sus implicaciones filosóficas, éticas y políticas.



1. Identidad y transformación tecnológica

El transhumanismo propone que el yo no está necesariamente anclado al cuerpo biológico. Desde esta perspectiva, la identidad podría persistir —o incluso florecer— en soportes no biológicos, como inteligencias artificiales conscientes o entornos digitales. Esta idea se apoya en la hipótesis de que la mente es un sistema de información procesable, independientemente de su sustrato físico.

Diéguez problematiza este punto al recordar que la identidad no es un dato aislado, sino una construcción histórica, afectiva y relacional. Si la conciencia se traslada o copia en otros cuerpos o entornos, ¿seguimos hablando del mismo individuo? ¿Qué permanece en el salto entre soportes: la memoria, la personalidad, la autoconciencia?

El filósofo señala que pensar la identidad como un “archivo digital” ignora su dimensión encarnada y su constitución social, lo que puede conducir a una noción empobrecida y reduccionista del sujeto.

2. El cuerpo como herramienta sustituible

Uno de los pilares del transhumanismo es considerar el cuerpo humano como una máquina imperfecta y reemplazable. Desde las prótesis inteligentes hasta los órganos impresos en 3D, pasando por los implantes neuronales, el cuerpo se convierte en una interfaz más dentro del ecosistema tecnológico.

Sin embargo, Diéguez insiste en que el cuerpo no es una simple carcasa del yo. Nuestra corporeidad configura nuestra percepción del mundo, nuestra experiencia del tiempo, nuestras emociones y nuestras relaciones con los demás. El cuerpo, lejos de ser un obstáculo, es un mediador de significado. En palabras del filósofo francés Maurice Merleau-Ponty, "no tenemos un cuerpo, somos nuestro cuerpo".

Reducir el cuerpo a un instrumento técnico sustituible implica una alienación profunda: una pérdida de la relación afectiva y simbólica con nuestra propia fisicidad.

3. Riesgo de pérdida del “nosotros”

Si la identidad se vuelve radicalmente modificable o incluso fragmentaria (por ejemplo, con múltiples copias de la misma conciencia), se pone en juego la base sobre la cual se construyen las comunidades humanas: la empatía, la responsabilidad, el reconocimiento mutuo.

Diéguez se pregunta: ¿Cómo podría mantenerse el sentido de comunidad si los individuos dejan de compartir una base corporal común, una finitud compartida o una memoria emocional colectiva? La existencia poshumana podría dar lugar a formas de aislamiento ontológico, donde cada entidad rediseña su existencia según criterios propios, desconectándose del tejido social.

Además, el filósofo alerta sobre la ilusión de que la tecnología puede resolver problemas éticos o comunitarios por sí sola. No basta con rediseñar individuos si no se piensa en cómo sostener una comunidad justa, plural y empática en ese nuevo contexto.

4. Dilema ético de la transferencia mental

La hipótesis de “subir” la mente a un soporte digital plantea profundos desafíos filosóficos. Aunque la tecnología permitiera copiar toda la información de un cerebro, surgen preguntas claves:

  • ¿Es esa copia la misma persona o un duplicado?

  • ¿Puede haber continuidad de la identidad sin continuidad del cuerpo?

  • ¿Qué pasa si se hacen varias copias? ¿Cada una tiene derechos, deberes, conciencia moral?

Diéguez subraya que la identidad humana no es únicamente información, sino también situación: una historia personal encarnada en un cuerpo que envejece, sufre, cambia. Desvincular la mente de esa experiencia podría romper el principio ético de responsabilidad individual, diluyendo la noción de persona en una nube de algoritmos indistinguibles.

5. Transhumanismo y sentido social

Finalmente, Diéguez critica el sesgo individualista de muchas visiones transhumanistas. La idea de que cada individuo podrá “mejorarse” según sus propios intereses obvia la dimensión social de la transformación tecnológica. ¿Qué pasa con quienes no puedan pagar esas mejoras? ¿Cómo se regularán los efectos secundarios? ¿Quién decide qué transformaciones son éticamente aceptables?

En ausencia de una reflexión colectiva y de marcos normativos democráticos, estas tecnologías podrían agravar las desigualdades existentes, generando una élite biotecnológica frente a una mayoría “no mejorada”.

Diéguez aboga por una ética del transhumanismo que no se limite a lo técnico, sino que incluya el bienestar común, la justicia distributiva y la sostenibilidad ecológica.

 Conclusión

La propuesta transhumanista ofrece posibilidades fascinantes, pero también exige una profunda reflexión filosófica sobre el tipo de humanidad que queremos preservar, transformar o superar. Antonio Diéguez invita a no dejar esta decisión en manos del mercado o la técnica, sino a promover un debate ético, democrático y plural sobre el destino del ser humano.

En suma, no se trata solo de si podemos rediseñar el cuerpo o transferir la mente, sino de si sabremos preservar el sentido del nosotros, del cuidado, de la responsabilidad y de la justicia en ese nuevo escenario.

12 de junio de 2025

Antonio Diéguez y la crítica filosófica al transhumanismo.

En su conferencia "Cuerpos inadecuados. El desafío transhumanista a la filosofía", el filósofo Antonio Diéguez analiza críticamente los supuestos del transhumanismo desde una perspectiva filosófica contemporánea. Su análisis se puede resumir en los siguientes puntos:

  1. El cuerpo como soporte inadecuado: Diéguez examina cómo el transhumanismo considera el cuerpo humano como una limitación que debe ser superada. Esta idea abre la puerta a una transformación radical del ser humano, pero plantea riesgos de deshumanización si se pierde la referencia a nuestra corporeidad como base de la experiencia, la empatía y los vínculos afectivos.

  2. Crítica al esencialismo: Muchas críticas al transhumanismo parten de una visión esencialista de la naturaleza humana como algo fijo e inviolable. Diéguez sostiene que esta concepción es cuestionable y que, en cambio, deberíamos entender la naturaleza humana como algo históricamente mutable y tecnológicamente maleable.

  3. Dignidad humana: Diéguez aborda el problema de la dignidad, señalando que usarla como argumento para rechazar toda mejora puede ser limitante. Propone una concepción flexible de la dignidad que permita evaluar las mejoras en función de su contribución al bienestar, la autonomía y la justicia.

  4. Ética del mejoramiento: En lugar de una ética prohibicionista, Diéguez propone una ética del mejoramiento humano basada en criterios de equidad, seguridad, transparencia y consentimiento informado. Las mejoras deben ser evaluadas caso por caso, considerando tanto sus riesgos como sus beneficios sociales.

  5. Papel de la filosofía: Diéguez subraya que la filosofía debe desempeñar un papel activo en el análisis del transhumanismo, ayudando a clarificar conceptos, detectar falacias y fomentar un debate público racional e inclusivo sobre el futuro de la humanidad.

Con este enfoque, Antonio Diéguez no se opone radicalmente al transhumanismo, sino que propone una actitud crítica y prudente ante sus promesas. En lugar de rechazar o aceptar ciegamente las tecnologías de mejora, plantea la necesidad de discernir cuidadosamente sus implicaciones éticas, sociales y políticas, evitando tanto el rechazo dogmático como la aceptación acrítica.




 

3 de junio de 2025

¿Quién es Antonio Diéguez?

Antonio Javier Diéguez Lucena es un filósofo español nacido en 1961 en Málaga.  Es profesor de filosofía de la ciencia en la Universidad de Málaga. Es doctor en filosofía desde 1987 y catedrático de lógica y filosofía de la ciencia desde 2010 por la misma universidad. Es un referente en el estudio del transhumanismo en el mundo hispanohablante y el máximo experto en España. 

En 1984, se graduó en Filosofía en la Universidad de Málaga. En 1987, se doctoró en la misma Universidad. Ha sido profesor universitario desde 1984 y es titular desde 1989 en la Universidad de Málaga. Ha realizado diferentes estancias y ha sido profesor invitado en la Universidad de Helsinki (1996, 1998 y 2003), en la Universidad de Harvard (2005) y en la Universidad de Oxford (2014 y 2023). 

Ha sido profesor electo de la Asociación Iberoamericana de Filosofía de la Biología entre 2012 y 2015. Es director de la revista Contrastes. En 2023, fue nombrado como miembro del Comité Español de Ética de la Investigación por el Ministerio de Ciencia e Investigación. 

Es profesor de filosofía de la ciencia, de teoría del conocimiento y filosofía de la biología. Con respecto al transhumanismo, analiza críticamente las  diferentes propuestas transhumanistas y sus implicaciones en la ética, en la sociedad y en la filosofía: "infiere la posibilidad de algunas versiones moderadas de transhumanismo mientras que también sugiere cierto escepticismo sobre los bloques transhumanistas más "duros" en sus aspiraciones y reivindicaciones."

Sus obras más representativas dentro del transhumanismo son: 

Transhumanismo: la búsqueda tecnológica del mejoramiento humano (2017) y Cuerpos inadecuados: el desafío transhumanista a la filosofía (2021), ambas publicadas por Herder Editorial