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9 de mayo de 2025

El futuro más allá del humano: pensar el transhumanismo

El transhumanismo es una de las corrientes más fascinantes y polémicas del pensamiento contemporáneo. En esta entrada, exploramos su propuesta: superar las limitaciones biológicas del ser humano a través del uso intensivo de la tecnología. ¿Qué pasaría si el envejecimiento pudiera revertirse, la inteligencia ampliarse artificialmente o incluso transferirse a un soporte no biológico? ¿Estamos ante el nacimiento de una nueva especie?

A través de obras como La revuelta contra la humanidad, nos adentramos en las raíces históricas del transhumanismo, desde su formulación inicial por Julian Huxley hasta su consolidación como movimiento cultural con figuras como Max More, Nick Bostrom o David Pearce. Revisamos la Declaración Transhumanista y sus pilares: la mejora radical del ser humano, la búsqueda de la inmortalidad y el desarrollo de inteligencias artificiales que puedan trascender nuestras capacidades.

Esta corriente plantea un giro decisivo respecto al humanismo clásico: si bien comparte su fe en el progreso y la razón, rompe con la idea de que la naturaleza humana deba conservarse intacta. Propone, en cambio, reconfigurarla, rediseñarla o incluso superarla. El transhumanismo defiende la transformación del cuerpo humano a través de la biotecnología, la ingeniería genética o la neurociencia, abriendo paso a entidades poshumanas con capacidades ampliadas.

Uno de los elementos más controvertidos del transhumanismo es su apuesta por el desarrollo de una Inteligencia Artificial General, capaz de pensar, aprender y decidir por sí misma, incluso más allá del nivel humano. Esta evolución culminaría en la llamada “singularidad”, el momento en que una superinteligencia artificial tomaría el relevo como ente dominante del planeta. ¿Significa esto el fin del ser humano tal como lo conocemos?

Esta entrada invita a reflexionar sobre los dilemas filosóficos, éticos y políticos que plantea el transhumanismo. ¿Debemos transformar nuestra condición humana o protegerla? ¿Es el cuerpo una prisión o una identidad irrenunciable? ¿Quién decidirá qué mejoras son deseables y cuáles peligrosas? Más que respuestas, esta corriente nos obliga a replantear qué significa ser humano en el siglo XXI. 

Desde la mirada transhumanista, transformar la condición humana no solo es posible, sino deseable: mejorar la salud, prolongar la vida y ampliar nuestras capacidades representa un progreso evolutivo guiado por la inteligencia y no por la azarosa selección natural. Protegerla, en cambio, implicaría aceptar los límites del sufrimiento, la enfermedad y la muerte como inevitables.

Para los transhumanistas, el cuerpo es un soporte contingente, mejorable e incluso superable. No niegan su valor simbólico o emocional, pero lo consideran obsoleto frente a las posibilidades que ofrece la biotecnología, la robótica o la digitalización de la conciencia. No obstante, los críticos del transhumanismo advierten que desligar el yo de lo corporal podría deshumanizarnos, diluyendo los lazos emocionales, sociales y éticos que hoy dependen de nuestra corporeidad.

La respuesta, de quienes decidirán qué mejoras pueden o deben introducirse y cuáles pueden suponer una amenaza,  no es simple: idealmente, estas decisiones deberían surgir de consensos democráticos y de una regulación ética global. Sin embargo, en la práctica, muchas de estas tecnologías están en manos de corporaciones y centros de poder económico que no siempre responden al bien común. Esta asimetría puede derivar en nuevas formas de desigualdad: entre los mejorados y los no mejorados, entre quienes pueden acceder a la “superación” y quienes quedan atrás.

Más que ofrecer respuestas definitivas, el transhumanismo abre un campo de debate necesario: ¿qué significa ser humano cuando podemos alterar radicalmente aquello que nos ha definido durante milenios? Al responder estas preguntas, no solo estamos decidiendo sobre el futuro de nuestra especie, sino también sobre los valores que queremos preservar o transformar en el proceso de reconfigurar la humanidad.



8 de mayo de 2025

Contra la excepcionalidad humana: fundamentos del antihumanismo.

 El antihumanismo no es solo una crítica a la filosofía del sujeto, sino también una confrontación con la creencia en la excepcionalidad de la especie humana. En esta entrada, desglosamos los fundamentos teóricos de esta postura: desde la denuncia de la destrucción ecológica provocada por el ser humano, hasta la crítica a los valores universales de la Ilustración. A través de libros que dialogan con esta corriente —como La revuelta contra la humanidad, de Adam Kirsch—, reflexionamos sobre si es posible construir un pensamiento más allá de lo humano, más allá de nuestra identidad como especie dominante. Es una propuesta provocadora que busca repensar el papel del ser humano en el mundo.

La tradición humanista nos ha enseñado a pensar en el ser humano como un fin en sí mismo: racional, libre, moral, dueño de su destino. Esta visión, nacida con fuerza en el Renacimiento y consolidada durante la Ilustración, se convirtió en el eje de las democracias liberales, los derechos humanos y los ideales de progreso. Sin embargo, el antihumanismo sostiene que esta idea de humanidad no es neutra, ni universal, ni inocente: es una construcción histórica, con raíces en el colonialismo, el extractivismo y la dominación sobre la naturaleza.

Desde Nietzsche hasta Foucault, pasando por Heidegger y Derrida, el antihumanismo ha desmontado los mitos fundacionales del humanismo. Ya no se piensa en el ser humano como un sujeto con esencia, sino como un efecto del lenguaje, del poder o de la historia. La “naturaleza humana”, esa piedra angular del pensamiento moderno, es vista ahora como una ficción útil, pero peligrosa: una idea que justifica jerarquías, excluye a quienes no encajan en su molde y legitima el control sobre otras formas de vida.

En su vertiente más ecológica, el antihumanismo denuncia el papel devastador de nuestra especie sobre el planeta. Somos —como señala Kirsch— una especie que ha transformado la Tierra a su imagen y semejanza, a menudo en detrimento de la biodiversidad y del equilibrio de los ecosistemas. Desde esta perspectiva, pensar más allá del humanismo implica también imaginar una ética post-antropocéntrica, donde el ser humano deje de ser el centro moral y ontológico del universo.

Pero el antihumanismo no se agota en la crítica. También abre la puerta a nuevas formas de pensar la vida, la comunidad, la inteligencia y la existencia. ¿Qué formas de subjetividad pueden emerger si dejamos de insistir en lo humano como medida de todas las cosas? ¿Qué lugar ocuparíamos en un mundo que no gira en torno a nosotros? Estas preguntas, lejos de ser distopías, se han vuelto urgentes en un siglo marcado por la crisis climática, la inteligencia artificial y la posibilidad real de un futuro posthumano.

La revuelta contra la humanidad recoge muchas de estas tensiones y las convierte en preguntas filosóficas y políticas. ¿Estamos preparados para abandonar nuestra posición central? ¿O aún seguimos aferrados a una idea de humanidad que ya no responde a los desafíos de nuestro tiempo? Pensar contra la excepcionalidad humana no significa negar el valor de la vida humana, sino replantear nuestras relaciones con el resto del mundo. Tal vez, como sugiere el antihumanismo, ha llegado el momento de dejar de mirarnos al espejo y empezar a mirar hacia afuera.




6 de mayo de 2025

Transhumanismo: superación tecnológica del ser humano (II). Definición, propósitos y cuestionamientos.

 En 1998, los filósofos Nick Bostrom y David Pearce fundaron la Asociación Mundial Transhumanista (World Transhumanist Association, WTA) con el propósito de promover el reconocimiento del transhumanismo como un campo legítimo de reflexión académica, filosófica y científica. Su objetivo era consolidar una comunidad internacional comprometida con la exploración de las posibilidades que ofrece la tecnología para transformar la condición humana, y establecer un marco ético y teórico que guiara este proceso.

Un año más tarde, en 1999, la Asociación redactó la Declaración Transhumanista, un documento fundacional en el que se articulan los principios esenciales del movimiento. Esta declaración, revisada posteriormente en 2009, ofrece una visión estructurada de los fines, valores y retos del transhumanismo, y establece las bases para una filosofía del futuro humano y poshumano.

El documento establece, entre otros, tres puntos fundamentales:

  1. El transhumanismo como movimiento cultural e intelectual que afirma la posibilidad y la deseabilidad de mejorar la condición humana mediante el uso de la tecnología. Esta mejora no se limita a la superación de enfermedades o discapacidades, sino que abarca el retraso o eliminación del envejecimiento, así como la ampliación de las capacidades cognitivas, físicas y emocionales del ser humano. En este sentido, el transhumanismo se presenta como una filosofía del perfeccionamiento integral.

  2. El compromiso con el estudio riguroso de las implicaciones —éticas, sociales, filosóficas y políticas— de estas transformaciones. El transhumanismo no solo celebra las promesas tecnológicas, sino que también se dedica a analizar sus riesgos y peligros potenciales: desde la creación de desigualdades radicales hasta la pérdida de identidad humana o la amenaza de tecnologías fuera de control. La Declaración aboga por una aproximación prudente, informada y responsable a la hora de incorporar estas tecnologías en nuestras vidas.


Los transhumanistas cuestionan la idea de una naturaleza humana esencial, fija e inviolable, una noción profundamente arraigada en la tradición humanista. Para ellos, concebir la condición humana como algo que no debe ser transformado es una limitación innecesaria y contraproducente. Consideran que esa visión ha frenado el potencial de la humanidad para superar el sufrimiento, la enfermedad, la decrepitud y la muerte. En cambio, el transhumanismo aboga por una reconfiguración radical del ser humano, basada en el uso consciente, ético y progresivo de las tecnologías.

La meta de este movimiento es la creación de un nuevo ser: el poshumano, un estadio evolutivo superior al actual. Este nuevo sujeto no estaría limitado por las restricciones biológicas impuestas por la evolución darwiniana, ni por el cuerpo humano, considerado por muchos transhumanistas como un soporte obsoleto, frágil e ineficiente. Por ello, se proyecta una transición hacia soportes alternativos, como el cíborg —híbrido entre humano y máquina— o incluso hacia entidades no corporales mediante la transferencia de la mente a entornos digitales, abriendo la posibilidad de una existencia potencialmente indefinida y no dependiente del cuerpo físico.

En este contexto, la tecnología se convierte en la nueva fuerza evolutiva, sustituyendo a la selección natural. Se promueve el uso de la ingeniería genética, la neurociencia, la inteligencia artificial, la nanotecnología y la robótica para erradicar enfermedades hereditarias, revertir el envejecimiento, aumentar la esperanza de vida y rediseñar las capacidades cognitivas, emocionales y morales del ser humano. El objetivo no es solo vivir más tiempo, sino vivir mejor, con menos sufrimiento y más plenitud.

Esta apuesta por la transformación total implica una ruptura profunda con la concepción tradicional del cuerpo, de la mente y de lo humano. Para los transhumanistas, el cuerpo actual no debe ser un destino, sino un punto de partida. Por ello, imaginan una evolución futura en la que la especie humana, tal como la conocemos, dejará de existir, siendo sustituida por una nueva forma de vida más consciente, resiliente y expansiva. Esta nueva especie podría incluso abandonar la Tierra y expandirse por el cosmos, llevando consigo no solo una nueva biología, sino también una nueva concepción del ser, de la inteligencia y de la existencia misma.




24 de mayo de 2011

Reflexión entorno al Humanismo, Posthumanismo y Inhumanismo en Lyotard y lo inhumano

El libro Lyotard y lo inhumano explora la condición humana. Nos interroga sobre las creencias acerca de nuestra identidad como seres humanos. ¿Quiénes somos? ¿Qué nos hace realmente humanos? ¿Somos enteramente humanos? ¿Hay algo de inhumano en nosotros? ¿Existe una división nítida entre lo humano y lo inhumano? ¿Qué efectos tiene la introducción progresiva de lo inhumano en la vida? ¿Nuestra estrecha relación con lo inhumano a través de la tecnología puede llegar a transformar la naturaleza humana? ¿Dejaremos de ser humanos, si lo que es “propio” de lo humano, fuera lo inhumano?

En “lo inhumano”, Lyotard revela una de sus sospechas: “¿Qué ocurriría si lo “propio” de la especie humana consistiera en que lo inhumano le es inherente?”. Esta sospecha está totalmente justificada. Hoy nadie cuestiona nuestra dependencia de la tecnología para el mantenimiento y desarrollo de la sociedad. La tecnología es omnipresente en todos los ámbitos de la vida hasta el punto de que no somos capaces de vivir prescindiendo de ella por completo. Si hubiera un fallo en los sistemas tecnológicos  provocaría un colapso de nuestro sistema de vida. 

Al carácter invasor de la tecnología, hay que unir su naturaleza expansiva e insaciable. Lo inhumano está introduciéndose lentamente en nuestros cuerpos mediante los avances tecnológicos en el ámbito de la medicina o de la bioingeniería. Su objetivo final  es el reemplazado de nuestra humanidad por su inhumanidad. Es un proceso del que apenas somos conscientes como especie. Es este proceso de sustracción y de reemplazo de lo "propiamente" humano por lo "propio" de lo inhumano lo que llama la atención a Jean François Lyotard. Su resistencia lo lleva a emprender una denuncia de este proceso casi imparable en el corazón de la naturaleza humana.

¿Está siendo reemplazada la humanidad por la inhumanidad? La crisis del humanismo como metarrelato está detrás de la crisis de los valores humanistas, vigentes en occidente desde la ilustración y el nacimiento del capitalismo, y del surgimiento del inhumanismo como relato narrativo alternativo de la condición humana. Lyotard habla de una sociedad posthumanista en la que irrumpe con fuerza los valores del inhumanismo en detrimento de los valores del humanismo. Literalmente, lo inhumano está cercando a lo humano hasta el punto de confundirse con él. Esta confusión es aprovechada por la tecnocracia para asaltar y arrebatar el poder político a la democracia. El poder ya no reside en la humanidad sino en la inhumanidad en forma de tecnología. La tecnocracia quiere y debe despojar del poder a la democracia para materializar este proceso de transformación de la naturaleza humana en inhumanidad.

Ahí quién, como Donna Haraway y Sadie Plant, alienta y patrocina el inhumanismo frente a la postura de Jean François Lyotard que concibe un humanismo posthumanista. Ambas actitudes convergen en su crítica al humanismo, incidiendo en aspectos diferentes. Mientras Haraway y Plant celebran la irrupción del inhumanismo en la vida humana mediante la disolución de la frontera entre la máquina y el ser humano a través de la creación de la figura del ciborg en Donna Haraway o de la puesta por la red de Internet en Sadie Plant. Lyotard plantea la posibilidad de un humanismo posthumanista en el que los valores humanistas ya no son considerados la norma a seguir y son abiertamente cuestionados, apostando por una sociedad donde los valores y los ideales del humanismo son vistos con escepticismo.

20 de mayo de 2011

Descripción e Ideas básicas del Libro Lyotard y lo inhumano. Tercera Parte

En celebrar el inhumanismo, Donna Haraway elogia la introducción del inhumanismo en nuestras vidas. Haraway se apropia del inhumanismo para redefinir los géneros porque considera que no hay un límite definido entre lo físico y lo no- físico. Para Haraway la figura del ciborg permite salir de la trampa del género y reinventar  a la naturaleza. Un ciborg es un “híbrido de máquina y organismo”. El ciborg es “una criatura en un mundo posgéneros”. Es una condición muy anhelada por las mujeres antes que optar por la condición de diosas. Las diosas pertenecen a un mundo donde los hombres controlan a las mujeres transformándolas en objetos sexuales, prisioneras de su condición biológica. Los ciborgs superan la biología humana. Al hacerlo, sobrepasan los problemas relacionados con el esencialismo y el determinismo biológico. Las mujeres no son “esencialmente” nada: pueden decidir adoptar las características que quieran aliándose con máquinas y adquiriendo el poder de éstas. Pasar de ser diosa a ser ciborg es hacer la transición de ser pasiva a ser activa, esto es, de ser controlada a controlar. El ciborg adopta su propio género como concepto. Para Haraway nos abre a la posibilidad de “reelaborar” nuestros cuerpos para convertirnos en ciborgs. El ciborg es “una suerte de identidad personal, posmoderna y colectiva que se ensambla y desensambla”. La naturaleza no es un conjunto de características a las que estamos condenados, sino que es algo construido; y si es así, se puede desarmar y reconstruir de otras maneras. Debemos concebirnos a nosotros mismos como proyectos abiertos antes que como entidades terminadas. En el ciborg, se rechaza la presunción de que lograr una identidad unificada sea nuestro principal objetivo.

En Inhumanismo e Internet, otra feminista entusiasta por la conjunción entre mujer y tecnología, Sadie Plant, expone su posición en el libro Ceros+ unos (1997). Uno de sus objetivos es demostrar que las mujeres han estado involucradas en el desarrollo de la tecnología de la información desde un principio. No sólo ha habido una contribución de la mujer en la tecnología sino que esta tecnología puede expresarse y vincularse mejor con el carácter femenino que con el masculino. Especialmente Internet. La red no presenta un sistema de control ni noción de jerarquía: dos características del patriarcado. Se vuelve un espacio en el que las relaciones de poder entre géneros pueden ser desafiadas. Las mujeres tienen una afinidad especial con la red, según Plant: Han sido la fuerza de trabajo de la nueva tecnología de la información. Esta nueva tecnología fomentó la construcción de nuevas redes fuera de las estructuras patriarcales establecidas. Según Plant, las mujeres hacen los mejores ciborgs. De hecho las mujeres son ciborgs o, mejor dicho, disfrutan del grado de poder que les reporta ser ciborg: “Las mujeres han sido las simuladoras, ensambladoras y programadoras de las máquinas digitales”. No hay necesidad de permanecer bajo la dominación masculina. La red ha sido un instrumento que ha permitido romper con los roles tradicionales de los géneros.

La razón por la que Haraway y Plant se han mostrado tan partidarias de una versión inhumanista del feminismo es el sesgo masculino del viejo humanismo. Ciertamente el proyecto moderno ha sido dominado por hombres, al igual que el mundo de la tecnociencia. Se trata de enfatizar los aspectos negativos del humanismo y su esencia autoritaria.

En Lo inhumano como narrativa,  William Gibson teoriza un mundo en el que los hackers pueden insertar sus propias conciencias en los sistemas de computación y una vez dentro tratar de encontrar senderos para medir la inteligencia humana con la artificial. Gibson describe una lucha por el control sobre el ciberespacio, y, cómo se establece una relación de hostilidad mutua entre el hombre y la inteligencia artificial. La IA no reconoce el valor sagrado de la vida humana ni los valores compartidos con los humanos. La lucha principal en Neuromante, la novela de William Gibson, tiene como fin prevenir que las IA lleguen a ser completamente desarrolladas porque sobrepasarían  el control humano y se convertirían en adversarios de la humanidad.

Y, por último, en Humanismo, posthumanismo e inhumanismo, hay una reflexión de estos conceptos. El humanismo sigue entre nosotros y es probable que siga así bajo alguna forma. Nosotros vivimos en muchos aspectos en un mundo posthumanista donde los ideales humanistas ya no pueden ser aceptados de forma acrítica. Pero al mismo tiempo, vivimos en un mundo donde el inhumanismo se está volviendo más difícil de contrarrestar. Un mundo donde lo que es propio de la humanidad se está volviendo cada vez más discutido. La importancia de Lyotard en este debate recae en la posibilidad de un humanismo posthumanista en el que las denuncias contra la tecnociencia son tratadas con un alto grado de escepticismo.

16 de mayo de 2011

Descripción e Ideas básicas del libro Lyotard y lo inhumano: Primera parte.


Vamos a sintetizar los 9 capítulos del libro Lyotard y lo inhumano. Queremos aportar una breve descripción del contenido y de las ideas básicas del capítulo. Para facilitar su lectura dividiremos la síntesis en tres partes. Cada una de ellas, la presentaremos en una entrada diferente.

En la muerte del universo, Jean François Lyotard se pregunta que podría significar para la humanidad la muerte del sol. Esta reflexión parte del libro Lo inhumano escrito en 1988. En lo inhumano sugiere que la humanidad ha adquirido unos nuevos enemigos para reemplazar a las grandes narrativas – ideologías totalitarias-  hasta entonces vigentes. Lyotard expresa su temor a que los ordenadores sean programados para obtener el poder, con el objetivo de prolongar la vida una vez ocurra la muerte del sol. El resultado es el progreso de lo inhumano sobre lo humano con el apoyo de la tecnocracia, un conglomerado que aúna tecnología más ciencia, capitalismo avanzado y empresas multinacionales. La respuesta de Lyotard es convocar a una campaña contra la tecnociencia y sus productos.

En Vivir con lo inhumano, Lo inhumano está entre nosotros en una gran variedad de formas y la tecnología está rompiendo las barreras físicas de nuestros cuerpos. Dependemos en exceso de lo inhumano para el funcionamiento de la sociedad- sistemas de comunicación, sistemas de transporte, sistemas financieros…- y para el mantenimiento de la vida humana en forma de máquinas que controlan las funciones vitales del organismo- marcapasos, diálisis,…-.  Lyotard nos llama la atención sobre la inteligencia artificial (IA): la tecnocracia está desarrollando la inteligencia artificial a expensas de la inteligencia humana (IH). La inteligencia artificial representa otra forma de vida avanzada compitiendo con nosotros por la dominación del planeta y sus recursos. Vivir con lo inhumano, es una cosa; estar subordinado a su voluntad sería algo muy distinto.

En ¿La muerte del humanismo?, vivimos en un mundo posthumanista según Lyotard. El humanismo no goza de la credibilidad y del entusiasmo de los círculos intelectuales. Se identifica con la modernidad, con el culto a la razón y con la creencia en un progreso material ilimitado. Es sinónimo de capitalismo avanzado, de destrucción del medio ambiente y de los recursos renovables del planeta y de las grandes narrativas de la humanidad- marxismo, democracia liberal o capitalismo- . El posthumanismo surge de este sentimiento de horror a dónde nos ha llevado el ejercicio de la razón en el siglo XX. Si bien el humanismo puede haber empezado como un movimiento que libera a la humanidad del peso muerto de la tradición, se ha vuelto en tradición y oprime a su vez a la humanidad. Por eso debemos resistir y socavar sus bases. 

En el ascenso del inhumanismo, se está produciendo un viraje hacia el inhumanismo: una deliberada supresión de las líneas entre los seres humanos y las máquinas. El inhumanismo supone una nueva reconsideración de lo humano y de una realineación de nuestra relación con la tecnología. Cuanto más consideramos este punto, más nos vemos obligados a aceptar que el inhumanismo es hoy parte integral de nuestras vidas. Hasta dónde y cuándo estamos dispuestos a permitir que llegue el desarrollo de este fenómeno constituye un interesante dilema moral. Lyotard se pregunta: “¿y qué pasa si lo propio de la humanidad fuese el ser habitada  por lo inhumano?”. Esta pregunta va directamente a qué significa ser humano y a nuestra visión del lugar que ocupamos en el universo. Es un dilema que nos enfrenta cada vez más a medida que la tecnología impone mayores  cambios en nuestras vidas. Vivimos en una cultura que es totalmente dependiente de los ordenadores para la operatividad del propio sistema. Hace evidente cuánto de nuestra autonomía hemos cedido a los sistemas controlados por los ordenadores y cómo los sistemas de computación nos controlan a nosotros y no a la inversa. Sin ordenadores no puede haber un óptimo funcionamiento de nuestra sociedad. A medida que logra nuevos niveles de sofisticación, nos volvemos más vulnerables que nunca a esa tecnología. La tecnología médica nos pone frente a interesantes problemas  concernientes a lo inhumano: “¿Somos menos humanos si partes claves de nuestros cuerpos no son tejidos naturales?”.”¿Cuántas partes sintéticas del cuerpo podemos soportar antes de perder aquello que es “propio” a la humanidad?” “¿Será afectada la conciencia, por ejemplo, por un cuerpo que contiene  cantidades significativas de tejido no- natural, o por un cuerpo dependiente de una regulación computarizada para su normal funcionamiento?”.  

El área del inhumanismo que más conflictos suscita es la inteligencia artificial (IA), considerada por muchos científicos como una forma de vida aceptable por propio derecho. La teoría de la complejidad podría llegar a sugerir que, en un cierto nivel de desarrollo, los sistemas de IA pueden mutar espontáneamente hasta transformarse en procesos de organización más elevados, incluso hasta el punto de producir conciencia y autoconciencia. Estamos hablando de “aquello” que es “propio” de la inhumanidad. La vida artificial- VA- puede tener objetivos totalmente diferentes de los de la vida humana- VH- , y al llamarla “artificial” surge la pregunta: ¿cómo sabemos o cómo podemos probar que nosotros somos la única forma de vida “real” o la más desarrollada? Mark Ward argumenta que es un error pensar que hay de especial acerca de la vida en general o acerca de la humanidad en particular. Por su parte, Langton en 1989 dijo respecto la vida artificial -VA-  será textualmente “vida genuina, simplemente estará hecha de otra materia que la de la vida que  ha evolucionado aquí en la  Tierra”. Sí así fuera, esto nos hace pensar en un conflicto de intereses entre la vida artificial- VA- y la vida humana-VH-. Lyotard es solo una de las tantas voces de advertencia de este conflicto emergente.