Mostrando entradas con la etiqueta Transhumanismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Transhumanismo. Mostrar todas las entradas

18 de junio de 2025

Antonio Diéguez: cuerpo, identidad y comunidad en la era transhumanista

 Vamos a comentar más ampliamente cada uno de los puntos tratados por Antonio Diéguez en su conferencia sobre el transhumanismo y la transformación de la identidad, a través del enlace disponible en youtube: https://youtu.be/ni1uGifC0Zw con especial atención a sus implicaciones filosóficas, éticas y políticas.



1. Identidad y transformación tecnológica

El transhumanismo propone que el yo no está necesariamente anclado al cuerpo biológico. Desde esta perspectiva, la identidad podría persistir —o incluso florecer— en soportes no biológicos, como inteligencias artificiales conscientes o entornos digitales. Esta idea se apoya en la hipótesis de que la mente es un sistema de información procesable, independientemente de su sustrato físico.

Diéguez problematiza este punto al recordar que la identidad no es un dato aislado, sino una construcción histórica, afectiva y relacional. Si la conciencia se traslada o copia en otros cuerpos o entornos, ¿seguimos hablando del mismo individuo? ¿Qué permanece en el salto entre soportes: la memoria, la personalidad, la autoconciencia?

El filósofo señala que pensar la identidad como un “archivo digital” ignora su dimensión encarnada y su constitución social, lo que puede conducir a una noción empobrecida y reduccionista del sujeto.

2. El cuerpo como herramienta sustituible

Uno de los pilares del transhumanismo es considerar el cuerpo humano como una máquina imperfecta y reemplazable. Desde las prótesis inteligentes hasta los órganos impresos en 3D, pasando por los implantes neuronales, el cuerpo se convierte en una interfaz más dentro del ecosistema tecnológico.

Sin embargo, Diéguez insiste en que el cuerpo no es una simple carcasa del yo. Nuestra corporeidad configura nuestra percepción del mundo, nuestra experiencia del tiempo, nuestras emociones y nuestras relaciones con los demás. El cuerpo, lejos de ser un obstáculo, es un mediador de significado. En palabras del filósofo francés Maurice Merleau-Ponty, "no tenemos un cuerpo, somos nuestro cuerpo".

Reducir el cuerpo a un instrumento técnico sustituible implica una alienación profunda: una pérdida de la relación afectiva y simbólica con nuestra propia fisicidad.

3. Riesgo de pérdida del “nosotros”

Si la identidad se vuelve radicalmente modificable o incluso fragmentaria (por ejemplo, con múltiples copias de la misma conciencia), se pone en juego la base sobre la cual se construyen las comunidades humanas: la empatía, la responsabilidad, el reconocimiento mutuo.

Diéguez se pregunta: ¿Cómo podría mantenerse el sentido de comunidad si los individuos dejan de compartir una base corporal común, una finitud compartida o una memoria emocional colectiva? La existencia poshumana podría dar lugar a formas de aislamiento ontológico, donde cada entidad rediseña su existencia según criterios propios, desconectándose del tejido social.

Además, el filósofo alerta sobre la ilusión de que la tecnología puede resolver problemas éticos o comunitarios por sí sola. No basta con rediseñar individuos si no se piensa en cómo sostener una comunidad justa, plural y empática en ese nuevo contexto.

4. Dilema ético de la transferencia mental

La hipótesis de “subir” la mente a un soporte digital plantea profundos desafíos filosóficos. Aunque la tecnología permitiera copiar toda la información de un cerebro, surgen preguntas claves:

  • ¿Es esa copia la misma persona o un duplicado?

  • ¿Puede haber continuidad de la identidad sin continuidad del cuerpo?

  • ¿Qué pasa si se hacen varias copias? ¿Cada una tiene derechos, deberes, conciencia moral?

Diéguez subraya que la identidad humana no es únicamente información, sino también situación: una historia personal encarnada en un cuerpo que envejece, sufre, cambia. Desvincular la mente de esa experiencia podría romper el principio ético de responsabilidad individual, diluyendo la noción de persona en una nube de algoritmos indistinguibles.

5. Transhumanismo y sentido social

Finalmente, Diéguez critica el sesgo individualista de muchas visiones transhumanistas. La idea de que cada individuo podrá “mejorarse” según sus propios intereses obvia la dimensión social de la transformación tecnológica. ¿Qué pasa con quienes no puedan pagar esas mejoras? ¿Cómo se regularán los efectos secundarios? ¿Quién decide qué transformaciones son éticamente aceptables?

En ausencia de una reflexión colectiva y de marcos normativos democráticos, estas tecnologías podrían agravar las desigualdades existentes, generando una élite biotecnológica frente a una mayoría “no mejorada”.

Diéguez aboga por una ética del transhumanismo que no se limite a lo técnico, sino que incluya el bienestar común, la justicia distributiva y la sostenibilidad ecológica.

 Conclusión

La propuesta transhumanista ofrece posibilidades fascinantes, pero también exige una profunda reflexión filosófica sobre el tipo de humanidad que queremos preservar, transformar o superar. Antonio Diéguez invita a no dejar esta decisión en manos del mercado o la técnica, sino a promover un debate ético, democrático y plural sobre el destino del ser humano.

En suma, no se trata solo de si podemos rediseñar el cuerpo o transferir la mente, sino de si sabremos preservar el sentido del nosotros, del cuidado, de la responsabilidad y de la justicia en ese nuevo escenario.

12 de junio de 2025

Antonio Diéguez y la crítica filosófica al transhumanismo.

En su conferencia "Cuerpos inadecuados. El desafío transhumanista a la filosofía", el filósofo Antonio Diéguez analiza críticamente los supuestos del transhumanismo desde una perspectiva filosófica contemporánea. Su análisis se puede resumir en los siguientes puntos:

  1. El cuerpo como soporte inadecuado: Diéguez examina cómo el transhumanismo considera el cuerpo humano como una limitación que debe ser superada. Esta idea abre la puerta a una transformación radical del ser humano, pero plantea riesgos de deshumanización si se pierde la referencia a nuestra corporeidad como base de la experiencia, la empatía y los vínculos afectivos.

  2. Crítica al esencialismo: Muchas críticas al transhumanismo parten de una visión esencialista de la naturaleza humana como algo fijo e inviolable. Diéguez sostiene que esta concepción es cuestionable y que, en cambio, deberíamos entender la naturaleza humana como algo históricamente mutable y tecnológicamente maleable.

  3. Dignidad humana: Diéguez aborda el problema de la dignidad, señalando que usarla como argumento para rechazar toda mejora puede ser limitante. Propone una concepción flexible de la dignidad que permita evaluar las mejoras en función de su contribución al bienestar, la autonomía y la justicia.

  4. Ética del mejoramiento: En lugar de una ética prohibicionista, Diéguez propone una ética del mejoramiento humano basada en criterios de equidad, seguridad, transparencia y consentimiento informado. Las mejoras deben ser evaluadas caso por caso, considerando tanto sus riesgos como sus beneficios sociales.

  5. Papel de la filosofía: Diéguez subraya que la filosofía debe desempeñar un papel activo en el análisis del transhumanismo, ayudando a clarificar conceptos, detectar falacias y fomentar un debate público racional e inclusivo sobre el futuro de la humanidad.

Con este enfoque, Antonio Diéguez no se opone radicalmente al transhumanismo, sino que propone una actitud crítica y prudente ante sus promesas. En lugar de rechazar o aceptar ciegamente las tecnologías de mejora, plantea la necesidad de discernir cuidadosamente sus implicaciones éticas, sociales y políticas, evitando tanto el rechazo dogmático como la aceptación acrítica.




 

3 de junio de 2025

¿Quién es Antonio Diéguez?

Antonio Javier Diéguez Lucena es un filósofo español nacido en 1961 en Málaga.  Es profesor de filosofía de la ciencia en la Universidad de Málaga. Es doctor en filosofía desde 1987 y catedrático de lógica y filosofía de la ciencia desde 2010 por la misma universidad. Es un referente en el estudio del transhumanismo en el mundo hispanohablante y el máximo experto en España. 

En 1984, se graduó en Filosofía en la Universidad de Málaga. En 1987, se doctoró en la misma Universidad. Ha sido profesor universitario desde 1984 y es titular desde 1989 en la Universidad de Málaga. Ha realizado diferentes estancias y ha sido profesor invitado en la Universidad de Helsinki (1996, 1998 y 2003), en la Universidad de Harvard (2005) y en la Universidad de Oxford (2014 y 2023). 

Ha sido profesor electo de la Asociación Iberoamericana de Filosofía de la Biología entre 2012 y 2015. Es director de la revista Contrastes. En 2023, fue nombrado como miembro del Comité Español de Ética de la Investigación por el Ministerio de Ciencia e Investigación. 

Es profesor de filosofía de la ciencia, de teoría del conocimiento y filosofía de la biología. Con respecto al transhumanismo, analiza críticamente las  diferentes propuestas transhumanistas y sus implicaciones en la ética, en la sociedad y en la filosofía: "infiere la posibilidad de algunas versiones moderadas de transhumanismo mientras que también sugiere cierto escepticismo sobre los bloques transhumanistas más "duros" en sus aspiraciones y reivindicaciones."

Sus obras más representativas dentro del transhumanismo son: 

Transhumanismo: la búsqueda tecnológica del mejoramiento humano (2017) y Cuerpos inadecuados: el desafío transhumanista a la filosofía (2021), ambas publicadas por Herder Editorial



28 de mayo de 2025

5 puntos de controversia entre el antihumanismo y el transhumanismo.


1. ¿Qué es “lo humano”?

Ambas corrientes parten de una crítica al sujeto humano heredado de la Ilustración: autónomo, racional, libre, y separado de la naturaleza y la técnica.

  • El antihumanismo lo rechaza como una ficción cultural que ha legitimado el colonialismo, la explotación ecológica y la violencia hacia lo no humano (animales, objetos, naturaleza, minorías).

  • El transhumanismo lo considera un punto de partida superable: lo humano no es un fin, sino una fase transitoria hacia una forma superior de existencia.

Crítica: Mientras el antihumanismo cuestiona la legitimidad del sujeto humano, el transhumanismo reafirma su centralidad —aunque transformada tecnológicamente— como arquitecto de su propio destino.

2. La relación con la tecnología

  • El transhumanismo ve la tecnología como herramienta de emancipación: mediante la IA, la biotecnología o la digitalización, podemos superar el envejecimiento, la muerte, la debilidad y los límites cognitivos.

  • El antihumanismo, sobre todo en sus vertientes ecológicas y ontológicas, es profundamente escéptico: la tecnociencia ha sido parte del problema, no de la solución. Ha profundizado la separación con el mundo natural y reforzado el mito del dominio.

Crítica: El transhumanismo puede pecar de tecnoutopismo, y el antihumanismo, de una nostalgia premoderna o un fatalismo paralizante.

3. El cuerpo y la identidad

  • Para los transhumanistas (como Vita-More o Haraway), el cuerpo es maleable, rediseñable, incluso prescindible. Se abre la puerta a identidades postbiológicas, múltiples y virtuales.

  • Para los antihumanistas (como MacCormack o Bennett), el cuerpo humano no es el centro de valor moral: otras formas de vida o incluso la materia tienen agencia y deben ser tenidas en cuenta.

Crítica: Ambos desmontan la visión esencialista del cuerpo humano, pero mientras el transhumanismo tiende a reemplazarlo, el antihumanismo busca relativizar su importancia sin necesariamente eliminarlo.

4. Ética y política

  • El transhumanismo plantea dilemas éticos nuevos: ¿Quién tendrá acceso a estas mejoras? ¿Qué pasa con los derechos humanos si ya no somos “humanos”? ¿Quién regula la inmortalidad o la digitalización del yo?

  • El antihumanismo propone una ética del descentramiento: ya no somos los únicos sujetos con valor, por lo que deberíamos pensar una política multiespecie o incluso “ahumana”.

Crítica: El transhumanismo aún se apoya en ideales liberales (autonomía, libertad individual, progreso), mientras el antihumanismo apunta a un cambio más radical en la estructura moral del mundo.

5. Futuro o colapso

  • Para el transhumanismo, el futuro es esperanza: longevidad, superinteligencia, expansión interplanetaria.

  • Para el antihumanismo, el futuro puede ser un colapso que nos fuerce a repensar desde las ruinas (Scranton, Kingsnorth).

Crítica: Una visión es propositiva pero arriesga la deshumanización tecnocrática; la otra es lúcida pero puede carecer de alternativas viables o esperanzadoras.

Conclusión

El transhumanismo y el antihumanismo son como reflejos invertidos. Uno quiere ir más allá de lo humano para superarlo; el otro, para disolver su hegemonía. Uno confía en el rediseño; el otro, en la renuncia al control.

Ambos son respuestas a una misma crisis: el agotamiento del modelo humanista moderno. Mientras uno sueña con el ascenso hacia un nuevo tipo de ser, el otro se inclina hacia una descentralización radical del yo y una ética del convivir con lo no humano.

¿Rediseñar al ser humano o disolver su centralidad? Esa es quizás la gran pregunta que nos plantea el siglo XXI.



27 de mayo de 2025

Antihumanismo vs. Transhumanismo: una visión crítica.

 

Introducción

En las últimas décadas, el pensamiento contemporáneo ha sido sacudido por dos corrientes filosóficas que cuestionan los fundamentos del humanismo occidental: el antihumanismo y el transhumanismo. Ambas, desde ángulos distintos, proponen una revisión profunda del lugar del ser humano en el mundo. El antihumanismo desmonta la idea del sujeto racional, autónomo y central en la historia, mientras que el transhumanismo aspira a superar las limitaciones biológicas del ser humano mediante la tecnología. Sin embargo, estos planteamientos han suscitado intensos debates por sus implicaciones éticas, políticas y ontológicas. A continuación, se ofrece una revisión crítica de ambas corrientes y de los principales autores que las representan.

1. El antihumanismo: una crítica a la centralidad humana

El antihumanismo surge como una crítica a la tradición humanista que ha dominado el pensamiento occidental desde el Renacimiento. Para autores como Michel Foucault, Louis Althusser o Jacques Derrida, la figura del “sujeto” es una construcción histórica, no una esencia universal. Desde diferentes campos —psicoanálisis, marxismo, estructuralismo o filosofía del lenguaje—, estos pensadores cuestionan la idea de un yo autónomo, libre y racional.

Más recientemente, figuras como Roy Scranton, Jedediah Purdy, Paul Kingsnorth o Jane Bennett han ampliado esta crítica hacia una dimensión ecológica. Para ellos, la excepcionalidad humana ha conducido a una devastación ambiental de escala planetaria, y solo un descentramiento radical del ser humano puede abrir espacio para un pensamiento verdaderamente ecológico.

Crítica: La fuerza del antihumanismo radica en su capacidad para desenmascarar los dispositivos de poder y exclusión que se ocultan bajo los discursos universalistas. Sin embargo, sus críticos advierten que al disolver la noción de sujeto, también debilita las bases éticas de los derechos humanos, la justicia y la responsabilidad individual.

2. El transhumanismo: el proyecto de superar al ser humano

El transhumanismo, por su parte, es una corriente filosófica y cultural que propone la mejora radical del ser humano mediante tecnologías como la ingeniería genética, la nanotecnología, la inteligencia artificial y la biotecnología. Figuras como Nick Bostrom, Ray Kurzweil y Max More ven en la tecnología la posibilidad de ampliar las capacidades cognitivas, prolongar la vida e incluso alcanzar la inmortalidad digital.

Esta corriente no niega los ideales del humanismo ilustrado, sino que los radicaliza: donde el humanismo defendía el progreso de la razón, el transhumanismo busca aplicarlo directamente sobre el cuerpo y la mente. El objetivo ya no es solo comprender el mundo, sino rediseñar la naturaleza humana.

Crítica: Los críticos del transhumanismo —como Francis Fukuyama, Patricia MacCormack o incluso David Benatar desde otras posturas— denuncian que este proyecto puede fomentar nuevas desigualdades, deshumanizar las relaciones sociales y conducir a una pérdida del sentido de lo humano. La confianza en el poder de la tecnología olvida que el sufrimiento, la muerte y la finitud forman parte de la experiencia humana compartida.

3. Tensiones compartidas: antihumanismo vs. transhumanismo

Aunque parecen opuestos, ambas corrientes comparten un gesto común: romper con la visión tradicional del ser humano. El antihumanismo lo hace por vía de la crítica; el transhumanismo, por vía de la transformación. Ambos rechazan la idea de una esencia humana fija e inmutable.

Sin embargo, mientras que el antihumanismo tiende al pesimismo —enfatizando la decadencia de las grandes narrativas humanistas—, el transhumanismo promueve una visión utópica de redención tecnológica. Uno disuelve al sujeto; el otro lo reprograma. Uno invita al descentramiento; el otro a la expansión ilimitada.

4. Riesgos y desafíos éticos

Ambas corrientes enfrentan importantes desafíos éticos:

  • El antihumanismo corre el riesgo de abrir paso al relativismo radical, debilitando los fundamentos normativos que sustentan la justicia y la igualdad.

  • El transhumanismo, por su parte, puede acentuar las brechas sociales y entregar a corporaciones tecnológicas el poder de rediseñar lo humano sin un control democrático.

Ambos movimientos demandan una reflexión ética y política profunda, que combine la crítica a la hegemonía del sujeto moderno con una regulación responsable de las nuevas tecnologías. La pregunta crucial es: ¿cómo imaginar un futuro más justo sin caer en el nihilismo ni en la fantasía tecnocrática?

Conclusión

El antihumanismo y el transhumanismo son respuestas, en tensión, a una misma crisis: el agotamiento del modelo humanista moderno en un mundo marcado por el colapso ecológico, la revolución digital y la fragmentación de los grandes relatos. Ambos cuestionan las bases sobre las que se ha construido la idea de humanidad, y en ese sentido, son fundamentales para pensar el presente.

No obstante, ni la crítica radical ni la apuesta por la superación técnica bastan por sí solas. Entre el pesimismo antihumanista y el optimismo transhumanista, se abre un espacio para una reinvención crítica del humanismo: una visión del ser humano que reconozca su vulnerabilidad, su interdependencia con otras formas de vida y su responsabilidad en la creación de futuros posibles.





23 de mayo de 2025

Síntesis comparativa entre autores del antihumanismo y del transhumanismo.

 Antihumanismo vs. Transhumanismo: Comparativa de autores

Autor/aCorrienteObras principalesIdeas claveVisión del futuro humano
Roy ScrantonAntihumanismo ecológicoLearning to Die in the Anthropocene (2015), We're Doomed. Now What? (2018)Crítica al progreso; aceptación del colapso; muerte civilizatoria como oportunidad ética.Asumir el fin de la civilización industrial con lucidez y compasión.
Timothy MortonAntihumanismo ontológico/ecológicoEcology Without Nature (2007), Hyperobjects (2013)Cuestiona la centralidad humana; explora relaciones no antropocéntricas.Disolución de los límites entre humano y no humano; simbiosis ecológica.
Jane BennettAntihumanismo vitalistaVibrant Matter (2010)Reconocimiento de la agencia de la materia; crítica al antropocentrismo.Ética posthumana que valora la vida no humana.
Paul KingsnorthAntihumanismo cultural/ecológicoUncivilization (2011), Savage Gods (2019)Crítica al mito del progreso; retorno a una visión arcaica y espiritual del mundo.Abandono del ideal de control; reintegración humilde en la naturaleza.
Graham HarmanAntihumanismo ontológicoThe Quadruple Object (2011)Realismo especulativo; la realidad no se agota en la experiencia humana.Disolución del sujeto como centro del conocimiento.
Jedediah PurdyAntihumanismo político/ecológicoAfter Nature (2015)Interdependencia ecológica; crítica al excepcionalismo humano.Nuevo contrato político basado en la coexistencia planetaria.
Autor/aCorrienteObras principalesIdeas claveVisión del futuro humano
Ray KurzweilTranshumanismo tecnoutópicoThe Singularity is Near (2005)Singularidad tecnológica, inmortalidad digital, IA integrada.Fusión entre humano y máquina; trascendencia biológica.
Max MoreTranshumanismo filosóficoThe Transhumanist Reader (coeditor)Mejoramiento radical del ser humano; extropianismo.Evolución guiada por la razón; control total sobre la biología.
Natasha Vita-MoreTranshumanismo estético-biológicoThe Transhumanist ManifestoDiseño del cuerpo postbiológico; ciborgs éticos y estéticos.Identidad fluida, rediseño consciente del yo.
Hans MoravecTranshumanismo cibernéticoMind Children (1988), Robot (1998)Transferencia de mente a máquinas; vida artificial.Reemplazo del cuerpo biológico por soportes mecánicos.
David ChalmersFilosofía de la conciencia / Transhumanismo especulativoReality+: Virtual Worlds and the Problems of Philosophy (2022)Conciencia como fundamento que puede sobrevivir en entornos virtuales.Existencia postbiológica en realidades simuladas.
Donna HarawayCiborg-feminismo / Transhumanismo críticoA Cyborg Manifesto (1985)Crítica al esencialismo de género; ciborg como figura híbrida posthumana.Disolución de límites cuerpo/tecnología/género.
Aubrey de GreyTranshumanismo biomédicoEnding Aging (2007)Medicina regenerativa para erradicar la vejez.Rejuvenecimiento indefinido, inmortalidad biológica.
Patricia MacCormackPosthumanismo crítico / antihumanismo queerThe Ahuman Manifesto (2020)Crítica al humanismo como forma de violencia; “ahumanismo” como liberación.Abolición del sujeto humano como centro moral y ontológico.

Observaciones críticas:

  • Antihumanistas como Scranton, Morton o Kingsnorth no creen que el futuro esté en superar al ser humano, sino en dejar atrás el paradigma del control y el dominio. Ven en el colapso una oportunidad para repensar nuestra relación con el mundo.

  • Transhumanistas como Kurzweil, Moravec o More, por el contrario, confían en que la tecnología puede redimir o trascender las limitaciones humanas. El futuro es una superación radical del presente biológico.

  • Algunos autores como Haraway o MacCormack se sitúan en un punto híbrido: critican los fundamentos del humanismo, pero no desde la lógica del progreso técnico, sino desde la disolución de las categorías de sujeto, cuerpo y género.

19 de mayo de 2025

Principales teóricos del transhumanismo(II).

1. Aubrey de Grey (1963–)

Biogerontólogo británico conocido por su trabajo en la investigación del envejecimiento y la longevidad. 

Obras destacadas:

Ending Aging: The Rejuvenation Breakthroughs That Could Reverse Human Aging in Our Lifetime (2007) coescrita con Michael Rae. En este libro, de Grey expone detalladamente su enfoque biotecnológico para combatir el envejecimiento, comparando el cuerpo humano con una máquina que puede ser mantenida indefinidamente mediante reparaciones periódicas .


Contribuciones:

De Grey es el principal proponente de las "Estrategias para una Senescencia Negligible Ingenierizada" (SENS), un conjunto de enfoques biomédicos destinados a reparar los daños moleculares y celulares que causan el envejecimiento. En su libro Ending Aging, argumenta que es posible revertir el envejecimiento mediante terapias regenerativas, potencialmente dentro de nuestras vidas.  

2. Donna Haraway (1944–)

Filósofa y bióloga estadounidense, reconocida por su trabajo en estudios de ciencia y tecnología, feminismo y teoría posthumana. 

Obras destacadas:

A Cyborg Manifesto (1985)

Simians, Cyborgs and Women: The Reinvention of Nature (1991)


Contribuciones:

Haraway introdujo la figura del "cyborg" como una metáfora para superar los dualismos tradicionales (humano/máquina, naturaleza/cultura, hombre/mujer). Su "Manifiesto Cyborg" desafía las nociones convencionales de identidad y propone una visión híbrida y fluida del sujeto, anticipando debates actuales sobre la integración de tecnología y cuerpo.  

3. Hans Moravec (1948–)

Investigador en robótica y futurologo austriaco-canadiense, asociado con la Universidad Carnegie Mellon. 

Obras destacadas:

Mind Children: The Future of Robot and Human Intelligence (1988)

Robot: Mere Machine to Transcendent Mind (1998)


Contribuciones:

Moravec es conocido por sus predicciones sobre la evolución de la inteligencia artificial y la posibilidad de transferir la conciencia humana a máquinas. Propuso que, para mediados del siglo XXI, los robots podrían superar la inteligencia humana, llevando a una nueva forma de vida postbiológica.  

4. David J. Chalmers (1966–)

Filósofo australiano-estadounidense, destacado por sus trabajos en filosofía de la mente y conciencia. 

Obras destacadas:

The Character of Consciousness (2010)


Contribuciones:

Chalmers es conocido por formular el "problema difícil de la conciencia", que cuestiona cómo y por qué los procesos físicos dan lugar a experiencias subjetivas. Ha explorado la posibilidad de que las mentes puedan existir en realidades virtuales, contribuyendo al debate sobre la naturaleza de la conciencia en contextos transhumanistas. 



Estos pensadores ofrecen diversas perspectivas sobre el transhumanismo y las críticas al antropocentrismo, explorando desde la posibilidad de superar las limitaciones biológicas humanas hasta cuestionamientos éticos sobre la propia existencia.








17 de mayo de 2025

Principales autores del transhumanismo(I)

A continuación presentamos a los principales pensadores del transhumanismo, destacando quiénes son, sus obras clave y contribuciones fundamentales:

1. Ray Kurzweil (1948–)

Inventor, científico computacional y futurista estadounidense. Actualmente, es director de ingeniería en Google, donde trabaja en proyectos de inteligencia artificial.

Obras destacadas:

  • The Age of Intelligent Machines (1990)

  • The Singularity Is Near (2005)

  • How to Create a Mind (2012)

  • The Singularity Is Nearer (2024)

Contribuciones:

Kurzweil es conocido por su teoría de la "singularidad tecnológica", que predice un punto en el que la inteligencia artificial superará la inteligencia humana, llevando a transformaciones radicales en la sociedad. Ha sido pionero en tecnologías como el reconocimiento óptico de caracteres y la síntesis de voz.

2. Nick Bostrom (1973–)

Filósofo sueco y profesor en la Universidad de Oxford. Fundador del Future of Humanity Institute, que se centró en investigar riesgos existenciales y el futuro de la humanidad.

Obras destacadas:

  • Anthropic Bias (2002)

  • Superintelligence: Paths, Dangers, Strategies (2014)

  • Deep Utopia: Life and Meaning in a Solved World (2024)

Contribuciones:

Bostrom ha sido una figura central en el debate sobre los riesgos y oportunidades de la inteligencia artificial avanzada. Su obra Superintelligence advierte sobre los posibles peligros de una IA que supere la inteligencia humana y ha influido en figuras destacadas como Elon Musk y Bill Gates. 

3. Max More (1964–)

Filósofo y futurista británico. Ex CEO de la Alcor Life Extension Foundation, una organización dedicada a la criónica.

Obras destacadas:

  • Transhumanism: Toward a Futurist Philosophy (1990)

  • The Transhumanist Reader (2013, coeditado con Natasha Vita-More)

Contribuciones:

More es conocido por haber acuñado el término "transhumanismo" en su sentido moderno y por desarrollar la filosofía del "extropianismo", que promueve la mejora continua de la condición humana mediante la tecnología.

4. Natasha Vita-More (1950–)

Diseñadora, académica y defensora del transhumanismo estadounidense. Esposa de Max More.

Obras destacadas:

  • TRANSHUMANISM: What is it? (2018)

  • The Transhumanist Reader (2013, coeditado con Max More)

Contribuciones:

Vita-More ha trabajado en el diseño de futuros posibles para la humanidad, incluyendo el concepto de "Primo Posthuman", que explora cómo la tecnología puede ampliar las capacidades humanas. También ha sido una defensora de la igualdad de género dentro del movimiento transhumanista. 

5. Anders Sandberg (1972–)

Investigador y futurista sueco. Fue investigador principal en el Future of Humanity Institute de la Universidad de Oxford.

Obras destacadas:

  • A History of Transhumanist Thought (2005)

  • The State of Transhumanism (2018)

Contribuciones:

Sandberg ha investigado sobre la mejora humana, la ética de las tecnologías emergentes y los riesgos existenciales. Ha sido un defensor del uso responsable de la tecnología para mejorar las capacidades cognitivas y físicas humanas.


Estos pensadores han sido fundamentales en el desarrollo y la promoción del transhumanismo, cada uno aportando perspectivas únicas sobre cómo la tecnología puede transformar la condición humana.



13 de mayo de 2025

¿Quién es Adam Kirsch?

 Adam Kirsch es un poeta, crítico literario y ensayista estadounidense nacido en 1976. Graduado en Literatura Inglesa por la Universidad de Harvard, ha desarrollado una destacada carrera en el ámbito de la crítica cultural y literaria. Ha sido editor en publicaciones como The New Republic y Tablet Magazine, y actualmente es editor de la sección Weekend Review del Wall Street Journal. Además, ha impartido clases en instituciones como la Universidad de Columbia y el YIVO Institute for Jewish Research.

Como poeta, Kirsch ha publicado varias colecciones, entre ellas The Thousand Wells (2002), Invasions (2008), Emblems of the Passing World (2015) y The Discarded Life (2022). En el ámbito del ensayo, ha abordado temas como la literatura judía, la poesía contemporánea y la política cultural. Entre sus obras más destacadas se encuentran The Blessing and the Curse: The Jewish People and Their Books in the Twentieth Century (2020), The Global Novel: Writing the World in the 21st Century (2017) y The People and the Books: 18 Classics of Jewish Literature (2016). En 2024, publicó On Settler Colonialism: Ideology, Violence, and Justice. 

En su ensayo La revuelta contra la humanidad. Imaginar un mundo sin nosotros. (The Revolt Against Humanity, 2023), analiza un fenómeno emergente y profundamente inquietante: la aparición de corrientes de pensamiento que abogan, de manera explícita o implícita, por el fin del dominio humano sobre la Tierra. Kirsch identifica dos posturas principales: el antihumanismo y el transhumanismo. Ambas, desde posiciones opuestas, coinciden en cuestionar la centralidad, el valor o incluso la continuidad de la especie humana tal como la conocemos. Kirsch no adopta una postura dogmática, pero sí alerta sobre las implicaciones éticas y existenciales. La revuelta contra la humanidad no es solo un análisis, sino también una llamada a la reflexión. Kirsch nos enfrenta a la pregunta central del siglo XXI: ¿seguimos creyendo en la humanidad como un valor en sí mismo, o hemos cruzado el umbral hacia una era en la que lo humano es visto como un obstáculo o una etapa a superar? En español, el libro está publicado por la editorial Capitán Swing (2023), y constituye una lectura breve pero profundamente provocadora, ideal para introducirse en los dilemas del pensamiento contemporáneo sobre el futuro de la especie humana.



La frontera entre lo humano y lo posthumano.

 El transhumanismo introduce un concepto disruptivo: el de “poshumano”, un ser que ya no se rige por las leyes de la biología tradicional ni por las categorías que nos definen hoy como especie. La posibilidad de cargar la conciencia en una máquina, vivir en simbiosis con una inteligencia artificial o transferir la mente a un cuerpo sintético plantea una frontera borrosa entre lo que somos y lo que podríamos llegar a ser. ¿Seguiremos siendo humanos si dejamos atrás nuestra biología? Esta frontera es tan fascinante como inquietante, y ha sido explorada tanto en ensayos filosóficos como en obras de ciencia ficción. En este punto, el transhumanismo se convierte en una invitación —o advertencia— a imaginar el futuro del ser humano más allá de su propia humanidad.

El transhumanismo introduce un concepto profundamente disruptivo: el de lo poshumano. Este no designa simplemente una mejora cuantitativa del ser humano, sino una mutación cualitativa. El poshumano sería un ser que ya no se rige por las leyes de la biología tradicional ni por las categorías filosóficas, éticas o sociales que han definido a nuestra especie desde sus orígenes. A través de tecnologías como la edición genética, la transferencia de conciencia, las interfaces cerebro-máquina o los cuerpos sintéticos, el ser humano podría dejar atrás su biología para habitar nuevas formas de existencia.


¿Seguiremos siendo humanos si prescindimos de nuestro cuerpo, si nos fundimos con inteligencias artificiales o si habitamos entornos virtuales en lugar del mundo físico? La posibilidad de cargar la mente en un soporte no biológico, de vivir indefinidamente en simbiosis con una IA, o de reconstruir el yo como una red de datos distribuida, plantea un interrogante radical: ¿cuál es el umbral que separa lo humano de lo que ya no lo es?


Esta frontera es tan fascinante como inquietante, y ha sido explorada tanto por la filosofía como por la ciencia ficción. Obras como Ghost in the Shell (1995), donde una cyborg con conciencia humana lucha por entender su identidad en un cuerpo artificial; Ex Machina (2014), que plantea si una IA con autoconciencia merece ser tratada como sujeto moral; o episodios como “San Junípero” de la serie Black Mirror (2016), que imagina una vida eterna digital en un paraíso virtual, proponen escenarios donde la identidad humana ya no depende de lo biológico. También novelas como Neuromante de William Gibson o Altered Carbon de Richard K. Morgan profundizan en sociedades donde la mente puede almacenarse, duplicarse o transferirse entre cuerpos, desdibujando los límites entre cuerpo, alma y máquina.


Desde el pensamiento transhumanista, autores como Ray Kurzweil o Natasha Vita-More no solo plantean estos escenarios como posibilidades especulativas, sino como objetivos concretos a desarrollar. El poshumano, en esta visión, ya no está condicionado por el envejecimiento, la enfermedad o la muerte. Pero tampoco lo está por nuestra afectividad tal como la conocemos, ni por una ética anclada en la vulnerabilidad del cuerpo. Esto abre un abismo ontológico: ¿qué tipo de relaciones, sociedades o valores surgirán cuando los sujetos ya no compartan una experiencia común de finitud?


Lejos de ser una simple fantasía futurista, la condición posthumana funciona como un espejo invertido del presente: nos obliga a pensar qué aspectos de nuestra humanidad consideramos esenciales y cuáles son modificables. En este sentido, el transhumanismo no es solo una propuesta técnica, sino una pregunta radical sobre nuestra identidad, nuestra continuidad y nuestros límites.




10 de mayo de 2025

La condición posthumana: una nueva era evolutiva

El concepto de condición posthumana representa el horizonte último del proyecto transhumanista. No se trata únicamente de mejorar al ser humano, sino de transformarlo hasta tal punto que deje de ser reconocible según los parámetros biológicos, mentales y sociales que han definido la especie durante milenios. El poshumano sería una nueva entidad, distinta en su estructura, capacidades y relaciones con el entorno.

Desde esta perspectiva, el cuerpo humano actual no es más que una fase transitoria, una etapa en un proceso evolutivo que ya no está regido por la selección natural, sino por la voluntad consciente de rediseño. La condición posthumana podría adoptar múltiples formas: cíborgs parcialmente biológicos y parcialmente tecnológicos; seres completamente artificiales con conciencia humana transferida; o incluso inteligencias no corporales alojadas en entornos virtuales o en soportes digitales distribuidos.

Para muchos transhumanistas, alcanzar esta condición no es un acto de ruptura con la humanidad, sino una culminación de su impulso fundamental: trascender los límites. La historia humana, vista desde esta óptica, ha sido una constante lucha contra las restricciones impuestas por el entorno, el cuerpo y el tiempo. El poshumano sería el resultado de llevar ese impulso hasta sus últimas consecuencias.

Sin embargo, la condición posthumana plantea preguntas profundas y perturbadoras: ¿seguirá existiendo el “yo” cuando seamos capaces de editar nuestra conciencia, transferir nuestra mente o multiplicarnos digitalmente? ¿Qué quedará de nuestra identidad si podemos diseñarla a voluntad? ¿Podrá haber comunidad, ética o sentido cuando los sujetos ya no compartan una base corporal ni una experiencia común de la finitud?

La condición posthumana no solo reconfigura lo biológico: también exige repensar lo ontológico, lo político y lo existencial. En ese sentido, no es solo un escenario tecnológico, sino una provocación filosófica: ¿cómo imaginar una sociedad de seres poshumanos? ¿Cómo pensar el derecho, la justicia, el amor, o la muerte, en un mundo donde los límites humanos ya no sean un punto de partida sino una frontera superada?

El transhumanismo imagina un salto evolutivo radical: la transición del Homo sapiens al poshumano. Este cambio no estaría impulsado por la selección natural, sino por la intervención consciente de la tecnología. A través de la edición genética, las interfaces cerebro-máquina, los implantes neuronales o las prótesis avanzadas, el ser humano comenzaría a liberarse de las limitaciones que le impone su biología. Autores como Ray Kurzweil, Anders Sandberg o Natasha Vita-More han planteado escenarios en los que la consciencia humana podría ser transferida a soportes digitales, permitiendo una existencia en entornos virtuales o incluso en hábitats extraterrestres. En esta visión, el cuerpo biológico se vuelve prescindible y la identidad, rediseñable.

La condición posthumana no representa simplemente una versión mejorada del ser humano actual, sino una forma de existencia cualitativamente distinta. El poshumano no solo tendría mayores capacidades físicas o cognitivas, sino que podría desafiar nuestras nociones más arraigadas de individualidad, afectividad o mortalidad. Esta transformación abre preguntas inquietantes: ¿existirá empatía entre seres biológicos y entidades artificiales? ¿Qué sentido tendrán los derechos humanos si lo humano deja de ser el umbral de referencia?

En este paradigma, el cuerpo humano es solo una fase transitoria dentro de una evolución dirigida por el diseño tecnológico. La condición posthumana podría adoptar múltiples formas: cíborgs híbridos, seres artificiales con conciencia humana transferida, inteligencias digitales flotantes o incluso redes de conciencia sin forma fija ni anclaje material.

Para muchos transhumanistas, esta no es una traición a la humanidad, sino la culminación de su impulso más profundo: la superación de los límites impuestos por el entorno, el cuerpo y el tiempo. En esa línea, el poshumano no sería el final del ser humano, sino su radical continuidad.

Pero esta posibilidad también plantea dilemas filosóficos fundamentales. Si podemos editar nuestra conciencia, replicarnos o habitar múltiples cuerpos, ¿qué quedará del "yo"? ¿Cómo se definirá la identidad cuando ya no dependa de un cuerpo único ni de una biografía lineal? ¿Cómo pensar la ética, la comunidad o el amor en un mundo donde la finitud, el dolor o la muerte ya no sean experiencias compartidas?

La condición posthumana no es solo un horizonte tecnológico: es una provocación ontológica. Nos obliga a reconsiderar qué somos, qué podríamos llegar a ser y qué estamos dispuestos a dejar atrás en ese camino. Imaginar un mundo poshumano es, en última instancia, preguntarnos si aún seremos capaces de reconocernos —y de reconocernos entre nosotros— cuando lo humano ya no sea una certeza, sino un recuerdo.




9 de mayo de 2025

El futuro más allá del humano: pensar el transhumanismo

El transhumanismo es una de las corrientes más fascinantes y polémicas del pensamiento contemporáneo. En esta entrada, exploramos su propuesta: superar las limitaciones biológicas del ser humano a través del uso intensivo de la tecnología. ¿Qué pasaría si el envejecimiento pudiera revertirse, la inteligencia ampliarse artificialmente o incluso transferirse a un soporte no biológico? ¿Estamos ante el nacimiento de una nueva especie?

A través de obras como La revuelta contra la humanidad, nos adentramos en las raíces históricas del transhumanismo, desde su formulación inicial por Julian Huxley hasta su consolidación como movimiento cultural con figuras como Max More, Nick Bostrom o David Pearce. Revisamos la Declaración Transhumanista y sus pilares: la mejora radical del ser humano, la búsqueda de la inmortalidad y el desarrollo de inteligencias artificiales que puedan trascender nuestras capacidades.

Esta corriente plantea un giro decisivo respecto al humanismo clásico: si bien comparte su fe en el progreso y la razón, rompe con la idea de que la naturaleza humana deba conservarse intacta. Propone, en cambio, reconfigurarla, rediseñarla o incluso superarla. El transhumanismo defiende la transformación del cuerpo humano a través de la biotecnología, la ingeniería genética o la neurociencia, abriendo paso a entidades poshumanas con capacidades ampliadas.

Uno de los elementos más controvertidos del transhumanismo es su apuesta por el desarrollo de una Inteligencia Artificial General, capaz de pensar, aprender y decidir por sí misma, incluso más allá del nivel humano. Esta evolución culminaría en la llamada “singularidad”, el momento en que una superinteligencia artificial tomaría el relevo como ente dominante del planeta. ¿Significa esto el fin del ser humano tal como lo conocemos?

Esta entrada invita a reflexionar sobre los dilemas filosóficos, éticos y políticos que plantea el transhumanismo. ¿Debemos transformar nuestra condición humana o protegerla? ¿Es el cuerpo una prisión o una identidad irrenunciable? ¿Quién decidirá qué mejoras son deseables y cuáles peligrosas? Más que respuestas, esta corriente nos obliga a replantear qué significa ser humano en el siglo XXI. 

Desde la mirada transhumanista, transformar la condición humana no solo es posible, sino deseable: mejorar la salud, prolongar la vida y ampliar nuestras capacidades representa un progreso evolutivo guiado por la inteligencia y no por la azarosa selección natural. Protegerla, en cambio, implicaría aceptar los límites del sufrimiento, la enfermedad y la muerte como inevitables.

Para los transhumanistas, el cuerpo es un soporte contingente, mejorable e incluso superable. No niegan su valor simbólico o emocional, pero lo consideran obsoleto frente a las posibilidades que ofrece la biotecnología, la robótica o la digitalización de la conciencia. No obstante, los críticos del transhumanismo advierten que desligar el yo de lo corporal podría deshumanizarnos, diluyendo los lazos emocionales, sociales y éticos que hoy dependen de nuestra corporeidad.

La respuesta, de quienes decidirán qué mejoras pueden o deben introducirse y cuáles pueden suponer una amenaza,  no es simple: idealmente, estas decisiones deberían surgir de consensos democráticos y de una regulación ética global. Sin embargo, en la práctica, muchas de estas tecnologías están en manos de corporaciones y centros de poder económico que no siempre responden al bien común. Esta asimetría puede derivar en nuevas formas de desigualdad: entre los mejorados y los no mejorados, entre quienes pueden acceder a la “superación” y quienes quedan atrás.

Más que ofrecer respuestas definitivas, el transhumanismo abre un campo de debate necesario: ¿qué significa ser humano cuando podemos alterar radicalmente aquello que nos ha definido durante milenios? Al responder estas preguntas, no solo estamos decidiendo sobre el futuro de nuestra especie, sino también sobre los valores que queremos preservar o transformar en el proceso de reconfigurar la humanidad.



6 de mayo de 2025

Transhumanismo: superación tecnológica del ser humano (II). Definición, propósitos y cuestionamientos.

 En 1998, los filósofos Nick Bostrom y David Pearce fundaron la Asociación Mundial Transhumanista (World Transhumanist Association, WTA) con el propósito de promover el reconocimiento del transhumanismo como un campo legítimo de reflexión académica, filosófica y científica. Su objetivo era consolidar una comunidad internacional comprometida con la exploración de las posibilidades que ofrece la tecnología para transformar la condición humana, y establecer un marco ético y teórico que guiara este proceso.

Un año más tarde, en 1999, la Asociación redactó la Declaración Transhumanista, un documento fundacional en el que se articulan los principios esenciales del movimiento. Esta declaración, revisada posteriormente en 2009, ofrece una visión estructurada de los fines, valores y retos del transhumanismo, y establece las bases para una filosofía del futuro humano y poshumano.

El documento establece, entre otros, tres puntos fundamentales:

  1. El transhumanismo como movimiento cultural e intelectual que afirma la posibilidad y la deseabilidad de mejorar la condición humana mediante el uso de la tecnología. Esta mejora no se limita a la superación de enfermedades o discapacidades, sino que abarca el retraso o eliminación del envejecimiento, así como la ampliación de las capacidades cognitivas, físicas y emocionales del ser humano. En este sentido, el transhumanismo se presenta como una filosofía del perfeccionamiento integral.

  2. El compromiso con el estudio riguroso de las implicaciones —éticas, sociales, filosóficas y políticas— de estas transformaciones. El transhumanismo no solo celebra las promesas tecnológicas, sino que también se dedica a analizar sus riesgos y peligros potenciales: desde la creación de desigualdades radicales hasta la pérdida de identidad humana o la amenaza de tecnologías fuera de control. La Declaración aboga por una aproximación prudente, informada y responsable a la hora de incorporar estas tecnologías en nuestras vidas.


Los transhumanistas cuestionan la idea de una naturaleza humana esencial, fija e inviolable, una noción profundamente arraigada en la tradición humanista. Para ellos, concebir la condición humana como algo que no debe ser transformado es una limitación innecesaria y contraproducente. Consideran que esa visión ha frenado el potencial de la humanidad para superar el sufrimiento, la enfermedad, la decrepitud y la muerte. En cambio, el transhumanismo aboga por una reconfiguración radical del ser humano, basada en el uso consciente, ético y progresivo de las tecnologías.

La meta de este movimiento es la creación de un nuevo ser: el poshumano, un estadio evolutivo superior al actual. Este nuevo sujeto no estaría limitado por las restricciones biológicas impuestas por la evolución darwiniana, ni por el cuerpo humano, considerado por muchos transhumanistas como un soporte obsoleto, frágil e ineficiente. Por ello, se proyecta una transición hacia soportes alternativos, como el cíborg —híbrido entre humano y máquina— o incluso hacia entidades no corporales mediante la transferencia de la mente a entornos digitales, abriendo la posibilidad de una existencia potencialmente indefinida y no dependiente del cuerpo físico.

En este contexto, la tecnología se convierte en la nueva fuerza evolutiva, sustituyendo a la selección natural. Se promueve el uso de la ingeniería genética, la neurociencia, la inteligencia artificial, la nanotecnología y la robótica para erradicar enfermedades hereditarias, revertir el envejecimiento, aumentar la esperanza de vida y rediseñar las capacidades cognitivas, emocionales y morales del ser humano. El objetivo no es solo vivir más tiempo, sino vivir mejor, con menos sufrimiento y más plenitud.

Esta apuesta por la transformación total implica una ruptura profunda con la concepción tradicional del cuerpo, de la mente y de lo humano. Para los transhumanistas, el cuerpo actual no debe ser un destino, sino un punto de partida. Por ello, imaginan una evolución futura en la que la especie humana, tal como la conocemos, dejará de existir, siendo sustituida por una nueva forma de vida más consciente, resiliente y expansiva. Esta nueva especie podría incluso abandonar la Tierra y expandirse por el cosmos, llevando consigo no solo una nueva biología, sino también una nueva concepción del ser, de la inteligencia y de la existencia misma.




3 de mayo de 2025

Transhumanismo: la superación tecnológica del ser humano(I).

El transhumanismo es un movimiento cultural, filosófico y científico que propone la transformación radical de la condición humana a través del uso de las tecnologías emergentes. Su finalidad es trascender las limitaciones biológicas del ser humano —tales como el envejecimiento, la enfermedad o incluso la muerte— y dar paso a una nueva etapa evolutiva: la poshumanidad.

El término transhumanismo fue acuñado por el biólogo y humanista Julian Huxley en 1957, quien lo definió como “el hombre que permanece hombre, pero que se trasciende a sí mismo al darse cuenta de nuevas posibilidades de y para su naturaleza humana”. Sin embargo, el transhumanismo como movimiento organizado comienza a tomar forma en los años ochenta del siglo XX, impulsado por pensadores, científicos y artistas que se reunieron en torno a la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Su interés principal era explorar cómo las tecnologías —desde la inteligencia artificial hasta la nanotecnología, la neurociencia o la biotecnología— podrían modificar, mejorar o rediseñar la mente y el cuerpo humano.

Durante las décadas de 1980 y 1990, el transhumanismo se institucionaliza en dos grandes núcleos: California y Oxford, que se convertirán en centros de referencia del pensamiento transhumanista. En 1988, el filósofo y futurista Max More fundó el Instituto Extropiano, una de las primeras organizaciones transhumanistas, donde articuló los principios de lo que llamó extropianismo, una filosofía que promovía la superación permanente de las limitaciones humanas mediante el progreso científico y tecnológico.

En 1990, Max More formuló una definición influyente del transhumanismo:

"El transhumanismo es una clase de filosofías que buscan guiarnos hacia una condición poshumana. Comparte muchos elementos con el humanismo, incluyendo el respeto por la razón y la ciencia, el compromiso con el progreso y la valoración de la existencia humana o transhumana en esta vida. Se diferencia del humanismo en que reconoce y anticipa las alteraciones radicales en la naturaleza y posibilidades de nuestras vidas como resultado de diversas ciencias y tecnologías."

El transhumanismo se inscribe dentro de una tradición humanista secular: comparte su fe en la razón, la ciencia y el progreso, pero rompe con su idea de una naturaleza humana estable e inmodificable. El ser humano, desde la perspectiva transhumanista, no es una forma acabada, sino una etapa provisional en un proceso de transformación continua. Así, se promueve la posibilidad de una evolución autodirigida, en la que el individuo puede intervenir activamente en su propia biología, identidad y longevidad.

Algunas de las tecnologías clave en el horizonte transhumanista son:

  • La inteligencia artificial general (AGI), que podría igualar o superar la inteligencia humana.

  • La modificación genética y la edición del genoma (CRISPR).

  • La cibernética y las interfaces cerebro-máquina.

  • La realidad virtual y aumentada.

  • La criopreservación y las estrategias para la inmortalidad biológica.

Los defensores del transhumanismo creen que estos avances permitirán crear seres poshumanos, con capacidades cognitivas, físicas y emocionales muy superiores a las actuales. En este futuro poshumano, conceptos como identidad, género, muerte o conciencia podrían transformarse radicalmente.

Sin embargo, el transhumanismo no está exento de críticas. Sus detractores advierten sobre el riesgo de desigualdad tecnológica, la mercantilización de la vida, la pérdida de lo que consideramos esencialmente humano, o la creación de una élite biotecnológica que podría acrecentar las brechas sociales. Además, se debate si sus promesas son realistas o más bien propias de una nueva forma de fe tecnológica.

A pesar de ello, el transhumanismo representa una de las propuestas filosóficas más audaces del siglo XXI: un intento de repensar qué significa ser humano en un mundo donde la biología ya no es un límite insalvable, sino un terreno de intervención y rediseño.