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25 de abril de 2025

El antihumanismo: crítica radical al humanismo I del libro la revuelta contra la humanidad. Imaginar un mundo sin nosotros.

 El antihumanismo es una corriente filosófica que se define en oposición tanto al humanismo como al antropocentrismo. Su origen se sitúa en Europa y hunde sus raíces en el pensamiento de Friedrich Nietzsche en el siglo XIX, continúa con Martin Heidegger en la primera mitad del siglo XX, y se consolida con las corrientes estructuralistas y postestructuralistas francesas en la segunda mitad del siglo XX, con figuras como Michel Foucault, Louis Althusser o Jacques DerridaCuestiona la idea de un sujeto humano racional, autónomo y poseedor de una esencia universal, así como la noción de una “naturaleza humana” fija.

Desde esta perspectiva, el ser humano no es el centro del mundo ni un agente de progreso, sino una especie invasiva y destructiva, cuya relación con la naturaleza se basa en la explotación y la devastación. El antihumanismo propone desmantelar la centralidad del ser humano y abandonar la idea de su excepcionalidad.

Algunas posturas más radicales abogan por una autolimitación drástica o incluso por la extinción de la humanidad, concebida no como una tragedia, sino como una liberación para el planeta. Rechazar estas ideas, según esta corriente, es propio de un "humanismo en decadencia."

El antihumanismo invita a imaginar un mundo más allá de lo humano, donde dejemos de ser el centro para repensar nuestra relación con la vida y el planeta.



24 de abril de 2025

La revuelta contra la humanidad. Imaginar un futuro sin nosotros: un segundo contacto ampliado II

La revuelta contra la humanidad imaginar un futuro sin nosotros es un ensayo breve pero profundamente provocador que examina dos movimientos filosóficos contemporáneos: el anti-humanismo y el transhumanismo. Ambos cuestionan los pilares sobre los que se ha construido la idea moderna de humanidad, heredada del proyecto ilustrado, que define al ser humano como centro racional, autónomo y universal de sentido y valor.

A través de un análisis claro y accesible, Adam Kirsch descompone los principios fundamentales de estas corrientes que, aunque diferentes en sus aspiraciones, coinciden en plantear un horizonte donde la humanidad, tal como la entendemos, podría desaparecer o transformarse radicalmente. El anti-humanismo rechaza la noción esencialista y privilegiada del ser humano, subrayando sus límites, contradicciones y su implicación en sistemas de dominación. El transhumanismo, por su parte, imagina la superación de esos límites mediante la tecnología, proponiendo un salto evolutivo hacia formas de existencia posthumanas, potenciadas por la inteligencia artificial, la biotecnología o la ingeniería genética.

El ensayo se pregunta en qué consiste esta revuelta contra la humanidad, qué fuerzas la motivan, quiénes la promueven y qué alternativas proponen. ¿Es una crítica necesaria frente a una humanidad que ha fracasado en sus promesas ilustradas de progreso y emancipación? ¿O se trata de una fantasía tecnocrática que reproduce viejos anhelos de control y trascendencia?

Kirsch contextualiza estas corrientes dentro de fenómenos más amplios como la irrupción del Antropoceno, la era geológica marcada por el impacto irreversible de la actividad humana sobre el planeta, y la crisis del humanismo, entendido tanto como proyecto filosófico como estructura de poder. En este sentido, el ensayo no solo ofrece una cartografía de las ideas anti- y transhumanistas, sino que también invita a reflexionar sobre las condiciones actuales que las hacen posibles y urgentes.

¿Qué futuro nos espera si abandonamos la idea de humanidad? ¿Podemos imaginar una ética, una política o una espiritualidad más allá de lo humano? Estas son algunas de las preguntas que el texto deja abiertas, desafiando al lector a mirar hacia un horizonte incierto pero inevitable.

Uno de los puntos de partida fundamentales para comprender el surgimiento de los discursos anti-humanistas y transhumanistas es la propuesta del Antropoceno, una nueva época geológica que vendría a sustituir al Holoceno. El término fue acuñado por el químico y premio Nobel Paul Crutzen en el año 2000, y aunque aún no cuenta con un reconocimiento oficial por parte de las instituciones geológicas, ha ganado gran popularidad tanto en la comunidad científica como en los debates filosóficos, políticos y culturales.

El nombre Antropoceno proviene del griego ánthropos (ser humano) y kainós (nuevo), y alude al impacto sin precedentes que la actividad humana ha ejercido sobre el sistema terrestre. Por primera vez en la historia del planeta, una sola especie —la humana— se convierte en una fuerza geológica capaz de transformar de forma irreversible los ecosistemas, el clima, la biodiversidad y los ciclos naturales de la Tierra. Esta conciencia del alcance de nuestra influencia ha llevado a replantear no solo nuestras prácticas económicas y tecnológicas, sino también la noción misma de humanidad.

Es precisamente en el marco del Antropoceno donde emergen con fuerza dos corrientes de pensamiento que, desde posiciones aparentemente opuestas pero con un propósito convergente, cuestionan el destino y la continuidad de la especie humana: el anti-humanismo y el transhumanismo. Ambos responden, cada uno a su manera, a las múltiples crisis de nuestra era: la crisis ecológica, resultado del cambio climático y la degradación del planeta; y la crisis social y política, marcada por el agotamiento del modelo capitalista, las tensiones de la globalización y la creciente desigualdad.

Desde esta nueva realidad, el anti-humanismo propone una crítica radical a la concepción tradicional del ser humano como medida de todas las cosas, revelando su rol en la explotación de otros seres vivos y en la perpetuación de sistemas de dominación. El transhumanismo, en cambio, apuesta por la superación de nuestras limitaciones biológicas mediante el uso de tecnologías emergentes, imaginando una transición hacia una humanidad mejorada o incluso hacia formas de existencia poshumanas.

Ambas posturas plantean una pregunta central: ¿estamos asistiendo al final de la humanidad tal como la hemos conocido? En este contexto, la figura humana pierde su centralidad, y se abre un nuevo horizonte en el que podríamos dejar de ser los protagonistas del relato terrestre. Ya sea para dar paso a un ser poshumano —híbrido, tecnológicamente potenciado— o para contemplar nuestra desaparición definitiva, el Antropoceno nos obliga a pensar en un mundo que, por primera vez, podría continuar sin nosotros.

En segundo lugar, se abre paso un cuestionamiento profundo del humanismo, entendido como el gran proyecto filosófico y cultural que, desde el Renacimiento (siglos XV y XVI), ha modelado nuestra concepción moderna del ser humano. El humanismo supuso un giro decisivo: colocó al ser humano en el centro del universo, desplazando a Dios como principio rector, y reivindicó la razón, la inteligencia y la creatividad como los medios a través de los cuales cada persona puede y debe dar sentido a su existencia. Esta visión alcanzó su máxima formulación durante la Ilustración, con la afirmación de valores universales como la libertad, la dignidad intrínseca de cada individuo, la autonomía moral y la búsqueda de la verdad mediante el ejercicio racional.

Sin embargo, hoy asistimos a un proceso de desmantelamiento del humanismo ilustrado. Ya no se da por sentada la existencia de una naturaleza humana universal, ni la validez de una ética basada en principios supuestamente inherentes a la condición humana. Las críticas contemporáneas, impulsadas desde distintas disciplinas —la filosofía, la antropología, los estudios poscoloniales, el feminismo, el ecologismo—, señalan que el ideal de "ser humano" promovido por el humanismo ha sido históricamente excluyente, normativo y, en última instancia, violento: una construcción eurocéntrica, masculina, blanca, racionalista y antropocéntrica que ha marginado y silenciado a otras formas de vida y de subjetividad.

En este marco, se impugna el concepto mismo de "ser humano" como una esencia fija y universal. En lugar de una entidad dotada de una naturaleza inmutable, el ser humano es comprendido como un ser histórico, social y relacional, moldeado por contextos culturales, estructuras de poder y relaciones ecológicas. Michel Foucault lo expresa de manera contundente al afirmar que "el hombre es un invento reciente y que está en vías de desaparecer". Su crítica no es meramente existencial o biológica, sino epistémica: se trata de superar la ficción del sujeto humanista que ha pretendido erigirse como medida de todas las cosas, como centro absoluto de la creación y del conocimiento.

En esta crítica subyace también un desplazamiento del antropocentrismo hacia una visión más modesta, plural y descentralizada de la existencia. El ser humano, lejos de ser el centro del mundo, es solo una criatura más entre muchas, situada en una red compleja e interdependiente de seres vivos, materiales, procesos y fuerzas. Esta reconfiguración implica repensar qué significa ser humano en una época donde nuestra propia existencia —biológica, cultural, tecnológica— está en entredicho. Liberarse de la carga del humanismo es, en este contexto, una forma de emancipación: abrir paso a nuevas formas de subjetividad, de relación con el mundo y de imaginación del futuro.




La revuelta contra la humanidad. Imaginar un futuro sin nosotros: un primer contacto muy breve(I).

 La revuelta contra la humanidad. Imaginar un futuro sin nosotros es un ensayo breve que explora dos corrientes filosóficas contemporáneas: el anti-humanismo y el transhumanismo. Ambas reflexionan sobre el posible fin de la humanidad tal como la concebimos, cuestionando los fundamentos del proyecto humanista surgido en la Ilustración, que definió qué significa ser humano y cuál sería nuestra "naturaleza esencial".

El texto plantea, en términos generales, en qué consiste esta revuelta contra la humanidad, cuáles son sus causas y objetivos, quiénes la impulsan y qué alternativas proponen. En última instancia, se interroga por el destino de nuestra especie cuando dejemos de ser lo que hasta ahora hemos sido.

Adam Kirsch expone los principios fundamentales del anti-humanismo y del transhumanismo, sus principales pensadores, los marcos teóricos que los sustentan, así como sus posibles repercusiones prácticas. Además, subraya que estas corrientes no pueden comprenderse sin considerar dos factores clave: la irrupción del antropoceno, por un lado, y la creciente crisis y crítica del humanismo, por otro.






23 de abril de 2025

Presentación del libro La revolta contra la humanitat.

 La revolta contra la humanitat. Imaginar un futur sense nosaltres. es un libro del poeta y crítico literario norteamericano, Adam Kirsch, profesor de la Universidad de Columbia y editor del periódico Wall Street Journal. Fue editado en 2003 y consta de unas 116 páginas. El libro está estructurado en tres partes que incluyen: un prólogo en la edición en catalán del paleoantropólogo Eudald Carbonell titulado "La humanitat encara està en trànsit cap a la humanització", 6 capítulos titulados: 

1."Com hem pogut beure la mar fins al pòsit." 

2. "Ara és massa tard per canviar." 

3. "Els humans rai."

4. "Afaiçonat en la forma que prefereixis."

5. "Llençar totes les normes humanes."

6. "Una guerra d'esperits."

y  un apartado, "altres lectures", donde se recoge la bibliografía del libro. 



7 de agosto de 2014

La cuenta atrás de Alan Weisman

El libro de Alan Weisman, La cuenta atrás, no es sólo un libro que habla sobre el estado actual de la demografía a nivel global, sino que es algo más, es un alegato a favor de la coexistencia de la humanidad con el medio ambiente. La superpoblación junto al actual sistema económico, basado en el crecimiento continuo y exponencial, están poniendo en jaque a los ecosistemas del planeta. A través de la exposición del estado actual de la demografía mundial, repasando y centrándose en algunos países y/o regiones claves para la comprensión de la problemática y del desafío de la superpoblación, y como ésta puede poner en riesgo a la biodiversidad del planeta, Alan Weisman formula una serie de preguntas al respecto: "¿Cuánta gente puede albergar nuestro planeta?"; "¿existe una manera aceptable y no violenta de convencer a la gente de todas las culturas, religiones, nacionalidades, tribus y sistemas políticos del mundo de que redunda en su propio interés la reducción progresiva de la población?"; "¿Hay algo en sus liturgias, historias o sistemas de creencias que potencialmente acepte la idea aparentamente antinatural de limitar lo que más naturalmente se nos ocurre a nosotros y a todos las demás especies: hacer copias de nosotros mismos?"; "¿Cuánto ecosistema se requiere para mantener la vida humana?";"¿qué especies o procesos ecológicos son esenciales para nuestra supervivencia?"; "¿en qué punto nuestra arrolladora presencia desplaza a tantas otras especies que a la larga acabamos por expulsar del planeta de lo que dependía nuestra propia existencia hasta que ya es demasiado tarde; algo sin lo que no podemos vivir en absoluto?" y "¿cómo diseñamos una economía de cara a una población menguante y luego de cara a una población estable, esto es, una economía que pueda prosperar sin depender de un crecimiento constante?"

Alan Weisman, La cuenta atrás

31 de julio de 2012

Los padres y los maestros: Sexto capítulo.

Los padres y los maestros es el sexto capítulo del libro La educación y el significado de la vida.

¿Qué debemos esperar de los padres? Para Krishnamurti, la mayoría de los padres no aman a sus hijos porque anteponen la "familia" o la "nación" a la humanidad. La familia "con sus tendencias segregacionistas, estimula el proceso general de aislamiento, convirtiéndose así en un factor destructivo de la sociedad." Sólo cuando hay amor, se puede derrumbar esos muros, la familia "deja de ser un círculo cerrado, no es ya una prisión ni un refugio", y entonces, los padres están "en comunión" con sus hijos y con el resto de la humanidad. Si aman a sus hijos, los padres no se identificarán con ningún país ni pertenecerán a ninguna religión organizada. No querrán que sus hijos alcancen el éxito porque el culto al éxito fomenta el conflicto. Amar a los hijos, significa "estar en completa comunión con ellos y tratar que reciban una educación que les ayuden a ser sensibles, inteligentes e íntegros". Muchos padres transfieren a los maestros la responsbilidad del bienestar y de la educación de sus hijos. La "verdadera educación"- tal como sugiere Krishnamurti- es una tarea compartida, entre padres y maestros, que exige paciencia, consideración y afecto.



¿Y, del maestro/s? El maestro debe conocerse a sí mismo y estar libre de patrones de pensamiento porque "según sea él, así será su enseñanza". El maestro/s es el principal problema. Ese problema podemos resumirlo en "educar al educador": "Si nosotros, que somos los educadores, no nos comprendemos a nosotros, si no comprendemos nuestras relaciones con el niño, sino que únicamente lo atestamos de información y lo preparamos para aprobar exámenes, ¿cómo podremos crear una clase de educación nueva? "Educar al educador" es ayudar al educador a que se comprenda a sí mismo. Es una tarea difícil porque la mayoría de los maestros "están cristalizados" dentro de un "sistema de pensamiento" o dentro de un "molde de acción".

El maestro debe ver las "cosas como son": "Debe estar constantemente alerta, intensamente alerta a sus propios pensamientos y sentimientos, debe darse cuenta de la manera en que él mismo está condicionado, de sus acciones y reacciones y, con ella, una transformación radical de su relación con las personas y con las cosas." Debe despertar la inteligencia del niño. Para ayudar al niño, el maestro debe demoler sus propios obstáculos mentales. Sólo si comprende, "los mecanismos y el proceso de su propio pensar y sentir podrá ayudar al niño a ser un individuo libre", el maestro prestará atención al niño y a sí mismo.

El maestro debe liberarse de cualquier sentimiento de dominio, coerción o autoridad. El dominio y la coerción son obstáculos para la libertad y la inteligencia. Cualquier forma de dominio o de coerción deben comprenderse y después desecharse y, esto no es posible, si el maestro no trabaja para liberarse de toda autoridad. El maestro no debe convertirse en autoridad ante sus alumnos. Debe ser consciente y estar siempre alerta, si quiere ayudar a sus alumnos a liberarse de la autoridad.

Los mejores maestros son los que están dispuestos a experimentar o a mostrar interés por aprender. Para el "verdadero maestro", la enseñanza es una forma de vida. Y, al menos, que uno no siente un gran deseo por enseñar, no debe enseñar. La enseñanza no puede ser un medio de vida sino una vocación. Dedicarse a la educación ha de ser "una acción completamente voluntaria" y debe estar libre de los temores inherentes al ansia de éxito y de logro social. La enseñanza no es la realización personal, sino la "abnegación del yo".

¿Por qué enseña un maestro? Hay diferentes motivos porqué un maestro enseña según Krishnamurti.
Uno enseña porque quiere que el niño sea rico interiormente. Sin esa riqueza interior, las cosas adquieren una gran importancia. Uno enseña para estimular al alumno a encontrar su vocación. Uno enseña para ayudar a los niños a conocerse a sí mismos.


25 de febrero de 2012

Diálogo entre espiritualidad y política

Vamos a centrarnos en este segundo post en la relación Espiritualidad y Política. El libro de Cristóbal Cervantes, Espiritualidad y política, es un excelente libro introductorio sobre cuál debería ser la relación entre espiritualidad y política.

Uno debe preguntarse, primeramente, si existe una crisis profunda entre la espiritualidad y la política y viceversa. Esta es la primera cuestión que debemos plantearnos: ¿Existe una crisis profunda en la política? ¿Y en la espiritualidad? ¿Esta crisis afecta a la relación? La política está en crisis. ¿Es una obviedad? Cierto. No es sólo una crisis del sistema político sino fundamentalmente una crisis de los valores y de los principios que habían sostenido el templo de la política que, desde hace ya tiempo, empieza a desmoronarse. Por otro lado, la crisis espiritual, no es tanto, espiritual como religiosa, de las instituciones y de las tradiciones religiosas. Una nueva espritualidad está floreciendo en esta crisis. Una nueva espiritualidad se está abriendo paso, apelando a una nueva política, con nuevos valores y con otros principios. Esta nueva política debe de ir de la mano de una nueva espiritualidad que nos haga sentir que formamos parte de algo "más grande y más profundo que tú mismo, algo que te conecta a todo y a todos, que te hace ver a todos los seres humanos como hermanos y al planeta como la casa común que tenemos que cuidar". Sólo así, la espiritualidad puede concebirse como una palanca/una dínamo para la política. Una espiritualidad que insufla vida y una política que organiza la convivencia en la Tierra.

La relación entre espiritualidad y política, ¿es una relación "difícil", conflictiva e irreconciliable? o¿Es una relación de comprensión, interdependencia y fecundidad mútua?Algunos autores de Espiritualidad y política han confrontado directamente estas preguntas en sus artículos. ¿Qué tipo de relación queremos? En definitiva, ¿Qué queremos? Coincido con ellos, en la necesidad de integración de la dimensión espiritual en la política. Más difícil es defender una política integrada en la espiritualidad. La primera opción es más factible Más sensata. Además, acarrea menos dificultades. Cuando no, menos trabas.

¿Cómo debe "materializarse" esta relación entre espiritualidad y política? Esta relación debe materializarse fundamentalmente a través de un diálogo abierto entre espiritualidad y política. Soy partidaria del diálogo más que la confrontación entre espiritualidad y política. La confrontación nos lleva a un escenario estéril: la confinación de la espiritualidad a la intimidad y la percepción de la espiritualidad como algo "anómalo", "extraño" y "ajeno" a la convivencia. Por contra, el diálogo puede ahondar en "el arte de vivir"- la espiritualidad- y en "el arte de convivir"- la política-. A través de un verdadero diálogo entre espiritualidad y política podemos aúnar el arte de vivir con el arte de convivir. Puede existir un espacio común entre ambos, si aceptamos, desde un principio, la interdependencia y  la interfecundidad entre espiritualidad y política.

¿Qué debemos esperar del diálogo entre espiritualidad y política? El diálogo entre espiritualidad y política debe ayudar, a mi modo de entender, de tres modos:

1- Aúnar esfuerzos para construir un mundo mejor. El diálogo entre espiritualidad y política puede contribuir a la mejora de las condiciones de vida de millones de seres humanos- y de millones de seres vivos- si integramos ambas dimensiones en la vida cotidiana. Este diálogo puede apuntalar un nuevo mundo. Necesitamos convicción profunda y valentía para afrontar este reto: el "nacimiento de un nuevo mundo". Este mundo mejor "va a nacer a través de nosotros" si "podemos sentirlo y seguirlo y serlo".

2- El desarrollo de una conciencia planetaria. Hablamos de la emergencia de una nueva conciencia que trascienda a la conciencia individual y a la colectiva. Nosotros no sólo somos ciudadanos de un determinado país- o de un continente- sino que aspiramos a ser ciudadanos del mundo. La emergencia de la conciencia planetaria hará que seamos concientes de nuestra pertenencia al género humano y a la Tierra. El diálogo entre la espiritualidad y la política puede asentar las bases para el nacimiento y el desarrollo de esta conciencia planetaria: todos somos uno, nosotros y el planeta.

3- La transformación de la humanidad. El diálogo entre espiritualidad y política puede contribuir a la transformación de la humanidad. Una nueva humanidad puede alumbrarse, si en nuestro interior, está prendida la llama del cambio. La transformación debe operar en nuestros corazones y en nuestras mentes. El diálogo, sin duda, puede- y debería- ayudar a desprendernos de nuestro viejo ropaje y crear un nuevo.

16 de febrero de 2012

Crisis y Cambio en Espiritualidad y política

Antes de finalizar con el libro, Espiritualidad y política, de Cristóbal Cervantes, voy a aportar mi propia visión del libro. Esa visión girará entorno a dos grandes temáticas que reiteradamente han sido desarrolladas a lo largo de los artículos seleccionados para el blog. Esas dos temáticas son: crisis y cambio y relación entre espiritualidad y política. La mayoría de los artículos comentados abordan directamente- o indirectamente- una o ambas temáticas.

Voy a dedicar, a cada una de estas temáticas, un artículo entero. En este primero, hablaremos sobre la crisis y el cambio. Prácticamente, la totalidad de los artículos comentados en el blog, abordan la crisis y el cambio como un hecho inevitable, irreversible y consustancial al momento histórico que vivimos. La crisis ya no es un hecho pasajero sino permanente. Ha dejado de ser algo transitorio e indeseable, a constituirse en algo que caracteriza nuestro tiempo. La crisis no podemos evitarla o sortearla sino que debemos afrontarla sin temores y sin cuartadas.

La crisis define a nuestro tiempo. Es el principio de una nueva era que se caracterizará, cada vez más, por poner patas arriba nuestro sistema de vida basado en creencias (auto)destructivas, que ponen en serio riesgo la viabilidad de la especie humana y de cualquier forma de vida en el planeta. Es, como apuntan algunos autores de Espiritualidad y política, una crisis civilizacional - espiritual en el fondo-. Una crisis que afecta profundamente al ser humano en su totalidad y a su proyecto vital en la Tierra.

La crisis del actual modelo de civilización- materialista, economicista- revela la necesidad acuciante de cuestionar y de buscar un nuevo paradigma civilizatorio que no se limite simplemente a sustituir al anterior.¿No nos engañaríamos, si creyéramos que el problema está solamente en el molde mental en qué nos movemos? Hay algo más. Cualquier molde- paradigma civilizatorio- responde a la imagen de humanidad que hemos elaborado. Es precisamente esa imagen la que determina con más fuerza que fundamenta ese molde mental- ese paradigma- en el que estamos atrapados como en una teleraña. No puede haber cambio, mientras no observemos con detenimiento esa imagen de humanidad. ¡Afrontemos esa imagen, transformándola! Ahí, es dónde erradica el cambio. El cambio está contenido en la mirada. El cambio no operará sino transformamos nuestra mirada de la humanidad. En la mirada está la clave.

¿Qué ha entrado en crisis y dónde debe dirigirse el cambio? Esta pregunta sintetiza muy bien cuál es la intención del libro Espiritualidad y política y de muchos de los artículos que he comentado en el blog. La mayoría de los autores de Espiritualidad y política apunta a una crisis de conciencia como origen de la crisis. La conciencia es el origen de la crisis y el cambio debe maniobrar precisamente en el ámbito de la conciencia. La conciencia materialista ha entrado en una profunda crisis. Y, con ella, su sistema de creencias y de valores. Su visión del mundo y de la vida está entredicho. La crisis de esta conciencia materialista es la que debe impulsar la gestación y el nacimiento de una nueva conciencia planetaria, postmaterialista y cosmológica. He ahí, donde está el reto de la humanidad: darse cuenta y favorecer el cambio hacia esta nueva conciencia. El libro Espiritualidad y política está en esta dirección.

27 de enero de 2012

María Elena Ferrer: De lo profano a lo sagrado

"Lo que es esencial para todos es darnos cuenta de que una fuerza naciente está disponible para la humanidad, y a esa ferza la llama Harvey activismo sagrado. Esta fuerza está alineada con el poder divino y es la fusión de las dos pasiones más nobles del alma humana: la pasión del místico por lo sagrado y la pasión del activista por la justicia. Cuando estas dos pasiones se unen, nace una inconmensurable fuerza de amor y sabiduría en acción". (Espiritualidad y política, página 240)

"La política y la espiritualidad son de esas cosas de la vida en las que todos queremos participar y disfrutar de sus beneficios, pero con las que generalmente no sabemos cómo identificarnos" Así es como, empieza su artículo María Elena Ferrer. La primera cuestión es esclarecer qué entendemos por política. En primer lugar, la política- concretamente el ejercicio político- exige siempre de la participación de la ética. Ética es necesaria para que pueda funcionar la política y pueda maniobrar el político responsable y serio. La política exige de una sensibilidad ética sin la que carece de sentido y sin la que se corrumpe el político. En segundo lugar, el ser humano tiene la necesidad- el problema, en realidad- de repartir los bienes materiales entre los integrantes de la sociedad, es decir, encontrar un modo de repartir esos bienes que "justifique"- legitime- ese reparto. Esto deriva en la creación de un poder y en la necesidad, a su vez, de legitimar ese poder. En este sentido, la política sería "el arte de repartir viablemente bienes, poder, rango". Ésta no es una cuestión baladi. Es, sin duda, uno de los mayores retos de cualquier sociedad y ahora de la humanidad como consecuencia del proceso de globalización.


Esta política de repartición de bienes, poder y rango tiene lugar en el transcurso de la historia "evolutiva" de la humanidad. De hecho, la historia política de la humanidad es la " historia del fracaso y del restablecimiento de ese arte". La historia de la humanidad transcurre en paralelo a esta historia política. Son indisociables. La historia política ha sido la historia de unos pocos individuos- normalmente, reyes, dirigentes políticos,...-. La lucha de esos pocos, por conseguir el rango- la posición- que legitime el poder para tomar decisiones, ha constituido- y continua siendo- el núcleo esencial de la historia de la política. Para comprender, hemos de considerar los condicionamientos- culturales, sociales, económicos...- y los motivos que están detrás de las decisiones políticas. Son esos condicionamientos históricos los que moldean cómo se legitima ese poder y cómo se ejercita.

La historia de la humanidad se dirige hacia la búsqueda del amor y de la verdad. Valores que derivan, en otros como la "libertad, cooperación, justicia, igualdad, tolerancia, coraje". Los grandes "visionarios" y "pensadores" políticos soñaron y trabajaron para crear una sociedad libre de la mentira y de la violencia. La historia de la humanidad también contempla precisamente valores opuestos al amor y a la verdad.

La historia de la humanidad es el reflejo de la evolución de fuerzas opuestas en el seno de una sociedad:
 "Hemos necesitado toda nuestra historia, con sus más y sus menos, para ser lo que somos ahora. Las fuerzas opuestas van y vienen como las olas del mar. Cuando vemos que el viejo se hace obsoleto e inservible, bloqueando todo posible progreso, se produce un giro en los acontecimientos. En tales circunstancias, es natural y necesario que surjan y se busquen vías para el progreso. El orden precedente ha de ser absorbido por el progreso, pero no borrado. No hace falta empezar de cero, así como no hace falta regresar a las cavernas para intentar una nueva estructura social. "

Actualmente, nos encontramos en medio de una transformación. Un cambio de orden. La humanidad parece haber llegado a una via "muerta" y está buscando una "salida" que no pase por un nuevo "ismo". No se trata de crear alternativas al orden establecido- que ya existen-  sino de voluntad para actuar y acabar con los intereses establecidos. Esa voluntad ya no es sólo la de los políticos sino fundamentalmente la de los ciudadanos. Los políticos no deben decidir sobre cuestiones esenciales sin tener presente la voluntad de los ciudadanos.

El movimiento por el cambio global se está abriendo paso. Lo vemos en la influencia creciente de las redes sociales y de Internet en nuestros hábitos de vida, en la política y en los movimientos sociales. Las personas no son simples cosas a las que se deba administrar desde la motivación y el control. Las personas son seres multidimensionales e interrelacionadas, com tal deben ser respetadas.

 No se puede concebir a la sociedad y al individuo como entidades separadas entre sí. Una sociedad es una red de relaciones. Cuando hablamos de la relación individuo- sociedad tenemos que considerar- a priori- que no existe un conflicto de intereses porque "en realidad ambos son uno". Sin embargo, la creencia, que cada individuo debe cuidar de sí mismo, o como mucho, de los suyos, está muy arraigada socialmente. Especialmente, en las sociedades occidentales. Se debe a que creemos que somos algo separado de la sociedad. Hay una tendencia a extraer tanto como se pueda de la sociedad y a evitar el contribuir o el hacer algún sacrificio por la sociedad. Estas dos actitudes son las que predominan en la sociedad y cambiarlas lleva a combatir esta falsa creencia de separatividad.

La felicidad de la humanidad depende del bienestar de los individuos. La sociedad provee al individuo de las condiciones necesarias para su óptimo desarrollo. Por eso, cada persona no sólo debe reparar su deuda con la sociedad sino también debe aportar algo más al servicio de la sociedad. Los conflictos siempre surgen del egoísmo, la ignorancia y la tendencia de algunos a dominar y a explotar. Los individuos son fuente de desorden pero, al mismo tiempo, son "medio de nuevos conocimientos, habilidades, visiones y acciones que hacen que la sociedad avance". El verdadero bienestar no consiste en sacrificar los intereses de ninguna de las partes- sociedad e individuos- sino en el crecimiento de ambas en un contexto de armonía. Entender esto es crucial.

La interdependencia de los seres humanos con sus sociedades se extiende a toda la creación. Las cosas están profundamente interrelacionadas en la creación. Son parte de un todo integral. Todo- lo que vemos o no- está relacionado y es interdependiente. Todo tiene su espacio y su papel asignado en la naturaleza. Todo comparte el mismo "espíritu":
"El universo parece una colección de objetos dispares, pero todas estas cosas en apariencia no relacionadas realmente son parte de un todo integral. La unidad es inherente  la diversidad. Todo lo que vemos, e incluso lo que no vemos, está relacionado y es interdependiente. Todo tiene su propio lugar y papel asignado en la naturaleza. Todo comparte el mismo espíritu."
Cuando se piensa en "ese" espíritu, algunos creen que es una "abstracción metafísica", algo que no es "real" que pertenece a otro mundo, que no es el de los sentidos, pero "el espíritu también tiene aspectos físicos". Pertenece a este mundo. La espiritualidad afirma que "lo divino"- lo espiritual- se manifiesta en "cada particula de materia". No es algo del "otro" mundo. La Física entiende que la materia y que la energía no son distintas: "La materia es una forma de energía omnipresente que se ha condensado en partículas nucleares que a su vez se han unido para formar átomos, moléculas, compuestos químicos y todas las cosas vivas y no vivas. Vemos que no hay diferencia alguna entre ellas, los elementos de una molécula de plomo son iguales a los de una de oro. Todo está "hecho de lo mismo" ". Así pues, como hemos dicho antes, el espíritu no es algo "sobrenatural". Es una energía "que aparece en el mundo físico" y que percibimos por medio de nuestros sentidos. Todas las cosas materiales son la manifestación de ese Espíritu Único: "Todas las cosas materiales son en realidad ese Espíritu Único manifestándose por medio de una combinación de vibraciones que se encuentran dentro del ámbito sensorial." El espíritu es la "conciencia pura" que "integra y desintegra las formas por medio de la vibración sonora, lo que sus sentidos "le dicen" ". Esta integración- y desintegración- se logra por medio del lenguaje que articula una ley común que gobierna toda la creación: "todos somos uno".

Este espíritu único va unido a la conciencia de unidad con la humanidad. Esta conciencia de unidad es omnipresente en la antigua India donde no hay distinciones entre yo, tú, él o ella. También, África nos brinda a través de su filosofía ancestral Ubuntu esta conciencia de unidad. Contempla a la humanidad como un todo armonioso. Es una forma de pensamiento muy alejada de nuestro individualismo. El pensamiento Ubuntu preconiza una máxima "formo parte de un todo, por eso existo". Esta máxima situa "al individuo en la comunidad, socialmente cohesionado, y como ideal Ubuntu promueve la cooperación entre individuos, culturas y naciones". Esta conciencia unitaria de la humanidad es una ruptura de la noción de separatividad. En vez de identificarnos por aquello que nos diferencia, deberíamos definirnos por aquello que tenemos en común. Aún, no hemos llegado a un nivel de conciencia que permita reinvertir el proceso: primero, la humanidad en su conjunto, y, después, las diferencias entre individuos, grupos y pueblos. Cuando emerja esta conciencia de unidad "Ya no nos fijaremos en las apariencias, sino en lo importantes que somos los unos para los otros".

Conectando, con todo lo dicho, debe producirse un cambio radical en la definición del liderazgo y en cómo los líderes deben liderar. Este cambio afectará a la propia identidad de los líderes, esto es, sus acciones, sus relaciones y sus percepciones acerca del mundo. ¿Cómo debe ser el nuevo liderazgo? El nuevo liderazgo debe combinar dos aspectos: la capacidad directiva y visionaria con las acciones de base. El líder emergente no llega el primero sino "con todos y a tiempo". Ese lider está llamado a ser un "lider sagrado"- en palabras de Andrew Harley- y tiene que combinar sus habilidades de liderazgo con el poder espiritual "de la co-creación sagrada".

Andrew Harvey tiene una visión sobre la actual crisis global. La llama la Noche Oscura de las Especies y concibe a estos nuevos líderes como "matronas" que asisten al nacimiento de una nueva humanidad.
Esta asistencia se verá en tres dimensiones:
1- En la agrupación de miles de personas en asociaciones y en ONGS, el establecimiento de redes y el impulso de los movimientos de base.
2- Desde el impulso de las nuevas tecnologías.
3- El surgimiento de un misticismo universal que harán accesibles metodologías para que quien quiera pueda transformarse a sí mismo.

Esta fuerza, que está disponible para la humanidad, Andrew Harvey la llama activismo sagrado. Esta fuerza está alienada con el poder divino y es el resultado de la fusión de "la pasión del místico por lo sagrado"y "la pasión del activista por la justicia". Cuando estas dos pasiones se unen, nace "una fuerza de amor y sabiduría en acción". A partir de este activismo sagrado, la pregunta que surge es ¿cómo o qué tienen que hacer los líderes sagrados para ser las madronas de esta nueva humanidad? Andrew Harvey diferentes propuestas. María Elena Ferrer destaca el trabajo "continuo con la sombra". ¿En qué consiste? Las personas necesitan reconocer sus fortalezas para impulsarse y sus debilidades para observarse y aprender. Más aún un líder. Trabajar continuamente con "nuestra" sombra es un reconocimiento de las debilidades que se "esconden en la oscuridad interior" de cada uno de nosotros. Un líder tiene que lidiar con dos sombras relacionadas entre sí: Una, la sombra colectiva de la humanidad y dos, cómo la propia sombra coopera y contamina la sombra colectiva. Este planteamiento no es nuevo, pero sí, su entendimiento y su alcance. Y, en eso estamos.

7 de enero de 2012

Koldo Aldai: La política, un elevado servicio a la comunidad

"Hoy estamos en condiciones de empezar a hacer realidad la profecía de la escritora inglesa ya mencionada:" La visión aparecerá como una realidad en la Tierra cuando los individuos sumerjan voluntariamente sus intereses personales en el bien del grupo; cuando el grupo o los grupos se fusionen sus intereses en el bien nacional; cuando las naciones abandonen sus propósitos y metas egoístas por el bien internacional, y cuando esta recta relación internacional se base en el bien total de la humanidad misma". (Espiritualidad y política, página 204)

"La política, un elevado servicio a la comunidad" de Koldo Aldai es el duodécimo artículo del libro Espiritualidad y política.

En el presente artículo, La política, un elevado servicio a la comunidad, Koldo Aldai desarrolla el concepto de "política espiritual": qué es la política espiritual, cuáles deben ser las claves de la "nueva acción política", cómo debe ser el político "orientado espiritualmente", qué relación debe guardar la política con la religión, cómo debemos concebir la espiritualidad en relación a la política, cómo debe organizarse esta nueva política espiritual y qué valores y principios deben articular esta política espiritual.

No podemos negar la crisis política actual tanto en su dimensión conceptual- qué entendemos por política- como en su dimensión práctica- cómo se ejerce la política-. Nuestro mundo ha cambiado profundamente. Esto es una evidencia: está emergiendo una nueva conciencia planetaria y ésta exige un cambio radical en el planteamiento de la política, y, al mismo tiempo, un nuevo perfil humano- y espiritual- del político.

Para Koldo Aldai, "la política debe estar al servicio de la comunidad". Sin duda, desde el ejercicio de la política, se puede ser muy útil y se puede contribuir al bienestar colectivo. Para poder servir a la comunidad, es imprescindible un cierto nivel de desarrollo espiritual y la necesidad de servir al prójimo. Ambos aspectos son fonamentales para el ejercicio de la política. Además, la política reclama una gran dosis de sacrificio personal y de entrega incondicional al servicio de la comunidad. En este sentido, la genuina espiritualidad comparte con la política: el olvido de nosotros mismos para el servicio al otro, a la humanidad. El servicio a la comunidad es la razón primordial de la política. Su acción se sustenta en el servicio comunitario: la política es "el arte del servicio con mayúsculas", tal como sugiere Koldo Aldai.

Por otro lado, debemos ennoblecer la acción política porque está muy desprestigiada por la "clase política". La política espiritual puede recuperar el carácter noble de la política. Para Koldo Aldai, la política espiritual es "sinónimo de política en su ejercicio más noble, es decir, llamada a alcanzar una visión precisa y neutral y a desarrollar acción responsable". Su objetivo es "el mayor bien para el mayor número de personas". 

 Esta política espiritual se articula entorno a seis aspectos claves que orientan la acción política:
  1. Política planetaria: El político de orientación espiritual trata de "deshacer el espejismo de la separatividad". La separatividad es una ilusión originada por la mente. No existe la separación sino la unión basada en la relación. Alienta el espíritu de "unidad en la diversidad" y fomenta la idea de "la humanidad es una". En la política planetaria, no hay espacio para el "egoísmo nacional" que está llamado a desaparecer. El peso de "lo nacional" ha de mermar en aras del fortalecimiento de "lo internacional".
  2. Política ecológica: El político de orientación espiritual afirma que el destino de la humanidad está indisolublemente unido al de la Madre Tierra. La Tierra puede sostener las necesidades de todos, pero no así, los excesos. El cuidado y la protección de la Tierra ha de ser una máxima fundamental de la política espiritual.
  3. Política de Paz: El mayor desafío de la humanidad es el de la superación del viejo paradigma de la confrontación y del odio.
  4. Política de justicia: Instaurar la igualdad de oportunidades a la hora de acceder a la cultura, a la educación, a la sanidad y a otros servicios públicos.
  5. Política de consenso: El político con principios espirituales es áquel que persigue el más amplio consenso social en el mayor número de temas. La política de consenso consiste en saber cohesionar, en saber dibujar y expresar objectivos y horizontes comunes.
  6. Política responsable: Una política responsable no es necesariamente una política popular. La responsabilidad en su amplio sentido:
  1. Con respecto a las libertades y derechos fundamentales en general.
  2. Con respecto a la Tierra y su no agresión o contaminación.
  3. Con respecto a las futuras generaciones.
       El político espiritual implementa políticas justas y responsables no siempre bien acogidas.
     Koldo Aldai reflexiona sobre la relación entre política, religión y espiritualidad. Llama a diferenciar entre espiritualidad y religiosidad: "el hecho de que el/la político/a esté imbuido de valores espirituales no implica para nada que esté vinculado a instituciones." Debe establecerse un línea divisoria entre ambos términos: la espiritualidad se referiría a " valores elevados inmanentes a las diferentes tradiciones religiosas como nobleza, generosidad, altruismo, discernimiento...," y la religiosidad haría referencia a "instituciones humanas con toda su virtual carga de aciertos y errores". Koldo Aldai apela a la importancia de trabajar por la aconfesionalidad del Estado. A su modo, un estado laico- que no laicista- es garante de la imparcialidad y neutralidad del estado en materia religiosa.

    Por otro lado, establece un vínculo de unión entre política y espiritualidad. Vivimos un nuevo despertar de la espiritualidad, una espiritualidad Universal. Cada vez más gente vive un despertar de su espiritualidad. Espiritualidad y política se reencuentran, en este escenario, gracias a una mayor concienciación con respecto a la humanidad y a la Tierra. Espiritualidad y política se aúnan con el nacimiento del sentimiento de "unidad en la diversidad", dando importantes pasos en la instauración del ideal de la fraternidad humana. Este sentimiento de fraternidad ayudará a la superación de la separación entre nosotros y la Madre Tierra. En palabras de Koldo Aldai "Más pronto que tarde llegará un día por supuesto sin ejércitos, pero también sin cárceles, sin bancos, sin instituciones y empresas que medran a costa de la alienación de terceros... Lo pequeño volverá a ser hermoso. Se clausararán las factorías contaminantes, la agricultura industrial, los grandes hospitales, las grandes ciudades... Retornaremos a la naturaleza y con ello también a unas relaciones más cercanas y verdaderas. Nos agruparemos en comunidades, en ecoaldeas con importante grado de autosuficiencia, que estarán a su vez vinculadas entre sí formando redes. Compartiremos excedentes agrarios, fruta, tomates, artesanía, pero también software, arte y cultura... Nadie pasará necesidad y cuidaremos para que así sea".

    En este nuevo contexto, la política se transformará. Viviremos una redimensión de la acción política: dejará de ser una política lejana, pasando a ser una política cercana a la gente y de pequeño tamaño. La humanidad no necesitará de una clase política dirigente. Las redes sociales irán poco a poco reemplazando a las jerarquías de los gobiernos. Las relaciones humanas irán superando el egoísmo, centrándose en la promoción y en el establecimiento de relaciones positivas.

    En resumen, la política espiritual fomenta el sentimiento de colaboración y de responsabilidad y está imbuida de un profundo amor a la humanidad. El político orientado espiritualmente se caracteriza por su honestidad, su integridad y su inofensividad. Trata de reunificar y reconducir todas las fuerzas hacia un nuevo orden que substituya al viejo basado en la competitividad, el individualismo y el materialismo. El viejo orden se desplomará a nada que le privemos de nuestra energía y nos liberemos de nuestros miedos e inseguridades. Hoy, podemos comenzar a trazar una política espiritual que sienta las bases para un mundo más justo, unido y en paz.