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21 de noviembre de 2013

La crisis del euro: la experiencia islandesa, ¿Qué nos puede aportar?

En el decimocuarto capítulo, Otra visión sobre la crisis del euro: se acaba la "partida de Monopoly", Elvira Méndez ofrece una perspectiva de la crisis desde la experiencia islandesa. Con la intención de vislumbrar las verdaderas causas del crash financiero y económico que amenaza con dinamitar el proyecto de integración europea.

La crisis empieza hace cuatro o cinco años, en 2007- 2008. La burbuja inmobiliario y crediticio pincha en 2007. La bancarrota del banco Lehman Brothers en 2008 señala el fin del ciclo de expansión crediticia y monetaria en EE.UU. Miles de americanos dejan de pagar sus créditos. El mercado interbancario se congela, el circuito del crédito se interrumpe y los inversores se retiran. Comienza la crisis financiera en América y en Europa. La crisis financiera se convierte en una película de terror que tiene su primer estreno en Islandia:"Tras intentar en vano conseguir ayuda de otros gobiernos y países amigos y bancos centrales para rescatar su sistema financiero, Islandia no tendrá otra alternativa para evitar la bancarrota de la nación que adoptar la llamada ley de emergencia. Esto supone que no hay un rescate indiscrimado de los bancos; sólo se recapitalizan los depósitos situados en territorio islandés. La deuda externa será asumida por los acreedores y los bienes de los bancos se destinarán a reembolsar los depósitos situados fuera del territorio".

Al igual que en Islandia, la crisis financiera se transforma en una crisis económica en Europa. La causa de la crisis es un exceso de dinero (o deuda creada) por los bancos y por las entidades financieras. El exceso de deuda, combinada con la crisis, deja en números rojos los balances de los bancos. Los bancos se han aprovechado de una época de crédito fácil a bajo interés y han otorgado de forma desmesurado e irresponsable créditos a particulares y empresas. ¿De dónde proviene esa cantidad de dinero? No se sabe. Lo que sí se sabe, es que la burbuja inmobiliaria retroalimenta este proceso de creación de la deuda: cuanto más se presta, más se gana. El euro y sus bajos tipos de interés no han hecho sino fomentar esta burbuja en los países periféricos de la UE. Los bancos se han implicado de forma "muy decidida" en la financiación de los estados. La deuda de los hogares y empresas es insostenible. No se puede pagar con los ingresos de la economía real. Como reconoce Elvira Méndez "esta ingeniería financiera basada en la continua creación de dinero- deuda da lugar a una estructura piramidal que se viene abajo al menor contratiempo" y añade "cuando los ingresos fiscales se desploman por la crisis, parece necesario desmontar el Estado del bienestar porque la alternativa, volver a una política fiscal más progresiva y sólida, no es políticamente rentable". Esta política de sobreendeudamiento ha sido fomentada desde las instituciones. Cuando llega la crisis, tanto en Islandia como en España, esta "ingeniería financiera" se desmorona. Y, con ello, la época del crédito fácil e indiscriminado se termina y los acreedores reclaman el pago de las deudas. Los inversores quieren salir de "esa estructura piramidal", que se ha creado y se ha venido abajo, y retirar sus ganancias a un lugar seguro.

El sector financiero es el sistema sanguíneo de nuestra economía, es fundamental que se actue desde el Estado. La bancarrota de un banco influye en todo el sistema, y por ello los gobiernos se ven obligados a intervenir rápidamente para evitar que el pánico de los ahorradores hunda el sistema bancario. Si muchos depositantes retiran sus ahorros al mismo tiempo llega la bancarrota. Como no existe el crédito interbancario, la única línea de crédito para ser la liquidez proporcionada por los bancos centrales, el BCE o los fondos de rescate europeo. Cuando se retira el gran capital especulativo de los mercados en Europa, la estabilidad del sistema financiera depende de los depósitos de los ciudadanos y de las garantías de los Estados con respecto a los fondos de garantía de depósitos. Esa deuda que está en los balances bancarios se convertirá en deuda pública al autorizarse diferentes medidas de ayuda a la banca como la recapitalización, el rescate o la nacionalización parcial o total.

Junto con el capitalismo financiero global, que mueve enormes cantidades de dinero de un país a otro, se hace patente los fallos de un proyecto de integración monetaria, aún sin finalizar. La creación de la moneda única "ha camuflado durante una década las diferencias de fondo entre economías muy diversas, garantizando una moneda estable y segura y facilitando los intercambios comerciales y bajos tipos de interés", pero estas diferencias crean "simetrías destructivas": mientras Alemania ahorra y exporta al resto de los países de la UE, su superávit comercial se incrementa. El BCE, creado a semejanza del Bundesbank alemán, tiene como misión principal controlar la inflación en la zona euro. Los países del sur, en lugar de ahorrar, importan productos alemanes, lo que incrementa día a día su déficit comercial. Ahora bien, cuando se viene abajo esta ficción, sobre la estabilidad y la solvencia del euro, y, las economías de los países del sur sufren dificultades, y necesitan recuperar sus exportaciones, mejorar su competitividad e inyectar más dinero en sus economías con tipos de interés más bajos, que promuevan el crecimiento o la inversión, resulta que ése no es el objetivo del BCE, que sigue la política monetaria alemana.

Los gobiernos y las instituciones financieras han promovido la creación del dinero, el endeudamiento a gran escala del sector privado y el libre flujo de capitales en el mundo. Como el sistema capitalista es cíclico,"el día en que se invierte la tendencia el sector financiero global desvela su faceta más destructiva. La combinación de la desregulación del sector financiero, la libre circulación de capitales en el mundo, la libre creación de dinero por los bancos y la rigidez de la zona euro, que ha privado a los países de su política monetaria autónoma sin ofrecer una solución europea, son armas autodestructivas". El problema fundamental, que está derrotando a la UE, es una crisis financiera de carácter sistémico causada por un exceso de deuda privada y pública y un sector financiero que ha usurpado el poder de la economía y "en el que el capital libre es el rey".

La creación de dinero con interés no es neutral sino que provoca crisis cíclicas. Mientras la economía crece a mayor ritmo que la deuda, todo va bien. Ahora bien, si el crecimiento económico es menor, se invierte el ciclo, estallan las burbujas y los activos pierden su valor en un mercado en recesión. ¿Qué sucede, entonces? "A lo largo de la crisis y a medida que los gobiernos e instituciones europeas han ido proveyendo de fondos a la banca privada, esa deuda se ha ido convirtiendo en pública". ¿Qué repercusiones tiene? La transformación de la deuda privada a pública impide el proceso de creación y de destrucción de los ciclos naturales del modelo capitalista que lleva consigo ciclos de expansión y de recesión o crisis. A esto hay que añadir la imposibilidad de tomar medidas en caso de crisis financiera en los países periféricos, por la adopción del euro. Esta rigidez del euro agrava el problema de la deuda. En palabras de Elvira Méndez: "El problema del euro es el euro en sí".

El euro ha supuesto el fin del sueño europeo- ¿espejismo?- que se ha convertido en una pesadilla. Los países de la periferia del euro, en recesión económica, han de pagar altos tipos de interés para colocar sus bonos. Mientras que Alemania se ahorra pagar "un sobrecoste y atraen fondos de particulares e inversores", todos los demás países tienen que endeudarse con fondos públicos para cubrir los pagos de intereses. A juicio de Elvira Méndez "se mire como se mire, en último término el capital europeo acude a los bancos alemanes". Y, añade: "Es lógica tal fuga de capitales si se piensa que, tal como está construidoel sistema de garantía de depósitos en Europa, donde la responsabilidad es nacional, es mejor colocar los ahorros en un país con 85 millones de habitantes que en un país como Malta, con 400.000 habitantes. Eso ha quedado claro con la crisis islandesa".

El sistema capitalista ofrece la solución de la quiebra y bancarrota, eliminando las deudas privadas, que no serán satisfechas, y recomenzar de cero. Sin embargo, el capitalismo financiero no regula la bancarrota pública. Cuando sucede, es imposible predecir sus consecuencias. La bancarrota bancaria o del Estado resulta "muy complicada" en Europa. En primer lugar, la solución de una bancarrota ordenada y la liquidación de entidades bancarias afecta a otros países. En segundo lugar, el proceso de bancarrota y quiebra es factible sólo para las sociedades limitadas. Y, en tercer lugar, al haberse desplazado la deuda de los bancos a los estados, no se plantea la quiebra de las entidades bancarias sino de los propios Estados y, en última instancia, el fracaso del euro y la unión monetaria.

En Islandia,"se cuestiona la obligación de rescatar a los inversores profesionales y los depósitos no domésticos con fondos del Estado tras una quiebra sistémca de su sistema financiero", sin embargo, la UE parece apostar por la dirección opuesta: el rescate de los bancos y, en último término, de países en dificultades. La experiencia islandesa ha sido respaldada por el FMI. Al eliminar la deuda, el Estado tiene un mayor margen de actuación para preservar su sistema de bienestar. Junto con una devaluación de su divisa, el dinero, que aportaría el Estado a la recapitalización del sistema financiero, se invierte en la economía real y no sale del país sino que circula sin cesar cambiando de manos.

¿Qué soluciones propone la UE? Las soluciones de la UE "se basan en el hecho de que dejar hundir al euro supone un coste aún mayor que rescatarlo". La lógica económica es la que se impone: "en verano de 2012 se propone profundizar la integración europea una mayor unión bancaria, una unión fiscal entendida como control del déficit público y unos fondos europeos permanentes de rescate complementarios al FMI". En una futura crisis financiera, se podría resolver "parcialmente" a la islandesa: los estados no estarían obligados a rescatar con fondos públicos a sus bancos y la armonización de la legislación concursal sobre quiebra y bancarrota ordenada para bancos y entidades financieras, dejando que las pérdidas sean asumidas principalmente por los acreedores.