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8 de enero de 2019

Las memorias y sus características: la memoria a largo plazo.

A partir de la memoria filogenética, se va a formar la memoria a largo plazo que está formada por diferentes tipos de memoria. En la memoria a largo plazo, se acumula información procedente de toda la vida de un ser humano. En la memoria a largo plazo, se distingue dos grandes tipos de memoria: la memoria explícita denominada también memoria declarativa. La memoria explícita es una memoria consciente que se expresa a través del lenguaje y está formada por recuerdos que remiten a conceptos, datos y acontecimientos específicos. Ejemplos, de memoria explícita sería que nos preguntarán cuál es la capital de cualquier país del mundo o que expliquemos qué hemos hecho durante las vacaciones, estaríamos recurriendo a nuestra memoria explícita para dar respuesta a la pregunta o para describir que hemos hecho durante las vacaciones. En cambio, la memoria implícita - o procedimental- es una memoria inconsciente que hace referencia desempeño de una destreza determinada como la capacidad para poder hablar, nadar o montar en bicicleta. Este tipo de memoria no requiere de atención para recuperar y ejecutar determinadas acciones como hablar, nadar, montar en bicicleta. La memoria implícita- o procedimental- se recupera a través de la acción, de automatismos, más que en forma de recuerdos. Con la repetición, una memoria explícita y consciente puede transformarse en memoria implícita- o procedimental-.

Esta distinción entre memoria explícita y memoria implícita es más reciente. Hasta mediados de los años 50, imperaba dentro del estudio de la memoria la llamada ley de Lashley. El psicólogo estadounidense Karl Lashley desarrolló durante las décadas de 120 hasta 151, la llamada ley de Lashley. Según el autor, los recuerdos se podían hallar en determinados circuitos perceptivos y motores en la memoria de las ratas que realizaban rutas en determinados laberintos. Creía que si se extirpaba esas conexiones, se induciría una amnesia. Sin embargo, los experimentos demostraron que no bastaba que se produjera la extirpación de partes de esos circuitos perceptivos ni tampoco por el corte de conexiones para que se produjera la pérdida de la memoria de las ratas. Fue entonces cuando a Lashley se le ocurrió que quizá la alteración de la memoria dependía del tamaño de la lesión y no de la localización específica de la lesión. Así es como formuló  la ley de Lashley o ley de "acción de masa" según la cual la gravedad de la pérdida de la memoria es proporcional a la masa de la corteza extirpada, pero que esta pérdida no guarda ninguna relación con su localización específica. Dicha ley defendía que la función principal de la memoria era única e inseparable de las funciones perceptivas y motoras y que ese único tipo de memoria se encontraba dispersa por toda la corteza cerebral. En 1953, William Beecher Scoville cuestionó la ley de Lashley. Realizó una operación quirúrgica a un paciente llamado H.M. que había padecido un traumatismo craneoencefálico que le provocaba ataques epilépticos. Scoville decidió extirparle el lóbulo temporal medio de ambos hemisferios, los córtexs perihipocampal y entorrinal, la amígdala y la parte anterior del hipocampo. La cirugía alivió los ataques epilépticos. Pero, tuvo un altísimo precio: no era capaz de almacenar nuevos recuerdos. Conservaba la inteligencia pero no podía aprender ni recordar nada nuevo. H.M. era incapaz de consolidar las memorias a corto plazo y convertirlas en memorias a largo plazo. H.M. tan solo era capaz de conservar información nueva a través de la repetición verbal pero rápidamente se olvidaba cuando cesaba la repetición. También tenía graves problemas de memoria espacial.

La neuropsicologa Brenda Milner que siguió a H.M. durante cuatro décadas pensó que la amnesia de su paciente era total porque, como hemos dicho antes, se creía que existía solo un tipo de memoria extendida por todo nuestra cerebro, tal com sostenía la ley de Lashley. Sin embargo, en 1962 Brenda Milner descubrió que existía diferentes tipos de memorias. H.M. sí era capaz de aprender y recordar a largo plazo un tipo concreto de acciones concretas como trazar una línea entre dos estrellas de cinco puntos. Su destreza mejoraba con la práctica como sucedía con las personas sanas. Sin embargo, aunque mejoraba cada día en la ejecución de la tarea, no era capaz de recordar que había hecho esa misma tarea el día anterior. Así, es como descubrió Milner que, además de una memoria consciente, en la que intervenía el hipocampo, se disponía de otra memoria inconsciente, que estaban en sistemas neuronales fuera del hipocampo y del lóbulo temporal. Descubrió que la memoria tiene funciones diferentes con bases cerebrales distintos. De ahí, concluyó que H.M. había preservado la procedimental. Con sus estudios, Milner pudo establecer la existencia de diferentes sistemas de memoria y había confirmado que los circuitos neuronales de la percepción y de los de la memorias no están integrados sino interconectados. Estos hallazgos fueron transcendentales para el conocimiento del cerebro, la memoria y abrió la puerta al estudio de los diferentes sistemas de memoria a largo plazo.