1. ¿Qué es “lo humano”?
Ambas corrientes parten de una crítica al sujeto humano heredado de la Ilustración: autónomo, racional, libre, y separado de la naturaleza y la técnica.
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El antihumanismo lo rechaza como una ficción cultural que ha legitimado el colonialismo, la explotación ecológica y la violencia hacia lo no humano (animales, objetos, naturaleza, minorías).
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El transhumanismo lo considera un punto de partida superable: lo humano no es un fin, sino una fase transitoria hacia una forma superior de existencia.
Crítica: Mientras el antihumanismo cuestiona la legitimidad del sujeto humano, el transhumanismo reafirma su centralidad —aunque transformada tecnológicamente— como arquitecto de su propio destino.
2. La relación con la tecnología
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El transhumanismo ve la tecnología como herramienta de emancipación: mediante la IA, la biotecnología o la digitalización, podemos superar el envejecimiento, la muerte, la debilidad y los límites cognitivos.
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El antihumanismo, sobre todo en sus vertientes ecológicas y ontológicas, es profundamente escéptico: la tecnociencia ha sido parte del problema, no de la solución. Ha profundizado la separación con el mundo natural y reforzado el mito del dominio.
Crítica: El transhumanismo puede pecar de tecnoutopismo, y el antihumanismo, de una nostalgia premoderna o un fatalismo paralizante.
3. El cuerpo y la identidad
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Para los transhumanistas (como Vita-More o Haraway), el cuerpo es maleable, rediseñable, incluso prescindible. Se abre la puerta a identidades postbiológicas, múltiples y virtuales.
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Para los antihumanistas (como MacCormack o Bennett), el cuerpo humano no es el centro de valor moral: otras formas de vida o incluso la materia tienen agencia y deben ser tenidas en cuenta.
Crítica: Ambos desmontan la visión esencialista del cuerpo humano, pero mientras el transhumanismo tiende a reemplazarlo, el antihumanismo busca relativizar su importancia sin necesariamente eliminarlo.
4. Ética y política
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El transhumanismo plantea dilemas éticos nuevos: ¿Quién tendrá acceso a estas mejoras? ¿Qué pasa con los derechos humanos si ya no somos “humanos”? ¿Quién regula la inmortalidad o la digitalización del yo?
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El antihumanismo propone una ética del descentramiento: ya no somos los únicos sujetos con valor, por lo que deberíamos pensar una política multiespecie o incluso “ahumana”.
Crítica: El transhumanismo aún se apoya en ideales liberales (autonomía, libertad individual, progreso), mientras el antihumanismo apunta a un cambio más radical en la estructura moral del mundo.
5. Futuro o colapso
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Para el transhumanismo, el futuro es esperanza: longevidad, superinteligencia, expansión interplanetaria.
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Para el antihumanismo, el futuro puede ser un colapso que nos fuerce a repensar desde las ruinas (Scranton, Kingsnorth).
Crítica: Una visión es propositiva pero arriesga la deshumanización tecnocrática; la otra es lúcida pero puede carecer de alternativas viables o esperanzadoras.
Conclusión
El transhumanismo y el antihumanismo son como reflejos invertidos. Uno quiere ir más allá de lo humano para superarlo; el otro, para disolver su hegemonía. Uno confía en el rediseño; el otro, en la renuncia al control.
Ambos son respuestas a una misma crisis: el agotamiento del modelo humanista moderno. Mientras uno sueña con el ascenso hacia un nuevo tipo de ser, el otro se inclina hacia una descentralización radical del yo y una ética del convivir con lo no humano.
¿Rediseñar al ser humano o disolver su centralidad? Esa es quizás la gran pregunta que nos plantea el siglo XXI.