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15 de mayo de 2025

Principales autores del antihumanismo(I): Precursores.

Vamos a exponer brevemente cuáles son los principales pensadores precursores del pensamiento antihumanista así como qué aspectos del humanismo ilustrado criticaron. A continuación, presentamos algunos de los teóricos más influyentes del antihumanismo procedentes de diferentes disciplinas académicas:

1. Louis Althusser (1918–1990)

Filósofo marxista francés, Althusser propuso una lectura estructuralista de Marx, argumentando que el concepto de "hombre" como sujeto central es una construcción ideológica. En su obra, sostiene que los individuos son "soportes de las relaciones de producción", eliminando así la centralidad del sujeto en la teoría marxista. 

2. Michel Foucault (1926–1984)

Filósofo francés, Foucault analizó cómo las estructuras de poder y conocimiento configuran al sujeto. En obras como Las palabras y las cosas y Vigilar y castigar, argumenta que el "hombre" es una invención reciente y que las categorías como "locura" o "criminalidad" son construcciones sociales. 

3. Jacques Derrida (1930–2004)

Filósofo francés conocido por desarrollar el concepto de deconstrucción, Derrida cuestionó la idea de una esencia humana fija. Argumenta que el sujeto está siempre mediado por el lenguaje y que no existe una presencia plena o una identidad estable.

4. Claude Lévi-Strauss (1908–2009)

Antropólogo estructuralista francés, Lévi-Strauss desafió la noción de una naturaleza humana universal al estudiar las estructuras subyacentes de diferentes culturas. Sostuvo que las leyes del pensamiento humano son inconscientes y estructuradas, descentrando así al sujeto consciente.

5. Roland Barthes (1915–1980)

Crítico literario y semiólogo francés, Barthes exploró cómo los textos y los discursos construyen al sujeto. En su ensayo "La muerte del autor", argumenta que la interpretación de un texto no debe centrarse en la intención del autor, sino en el lector, desafiando la autoría como expresión de un sujeto soberano.

6. Jacques Lacan (1901–1981)

Psicoanalista francés, Lacan reinterpretó el psicoanálisis freudiano, enfatizando que el inconsciente está estructurado como un lenguaje. Para Lacan, el "yo" es una construcción ilusoria, y el sujeto está dividido y alienado por el lenguaje y el deseo.

7. Martin Heidegger (1889–1976)

Filósofo alemán, Heidegger criticó el humanismo por su enfoque en el hombre como centro del ser. En su "Carta sobre el humanismo", argumenta que esta perspectiva olvida la cuestión del Ser y reduce al ser humano a una entidad racional, perdiendo así la comprensión más profunda de la existencia. 


Estos pensadores, desde sus respectivas disciplinas, han contribuido a una visión crítica del humanismo tradicional ilustrado, proponiendo enfoques que descentran al sujeto humano y cuestionan las nociones de autonomía, racionalidad y universalidad que lo caracterizan. Son quienes han permitido qué autores posteriores hayan podido desarrollar el pensamiento antihumanista que se expone en el libro La revuelta contra la humanidad. Imaginar un mundo sin nosotros de Adam Kirsch. 



29 de abril de 2025

El antihumanismo: crítica radical al humanismo II- La revuelta contra la humanidad. Imaginar un mundo sin nosotros.

 El antihumanismo es una corriente filosófica que se define en oposición tanto al humanismo como al antropocentrismo, y que plantea una crítica radical al lugar central que la tradición occidental ha otorgado al ser humano dentro del universo. Lejos de ser una postura aislada, el antihumanismo se configura como un conjunto complejo de propuestas teóricas que atraviesan disciplinas como la filosofía, la política, la antropología y la ecología.

Su origen se sitúa en Europa, con raíces en el pensamiento de Friedrich Nietzsche en el siglo XIX, quien fue uno de los primeros filósofos en cuestionar la noción de una verdad universal, una moral objetiva y la figura del “hombre racional” heredado del humanismo cristiano y renacentista. Nietzsche inaugura una sospecha fundamental: que lo que llamamos "naturaleza humana" no es más que una construcción histórica, una invención cultural al servicio de ciertos intereses de poder.

Esta crítica se profundiza con Martin Heidegger, quien rompe con la metafísica tradicional y con la concepción técnica del mundo, señalando que el humanismo reduce al ser humano a una función utilitaria dentro de un sistema de dominación de la naturaleza. Más adelante, en el siglo XX, el antihumanismo se consolida con el pensamiento estructuralista y postestructuralista francés, especialmente en autores como Michel Foucault, Louis Althusser y Jacques Derrida, quienes cuestionan las categorías de sujeto, conciencia, libertad y esencia humana desde una perspectiva lingüística, histórica y política.

En su núcleo, el antihumanismo desmonta los pilares fundamentales del humanismo ilustrado: la idea de un sujeto racional, autónomo y universal; la creencia en una “naturaleza humana” fija e inmutable; y la centralidad del ser humano como referencia última de sentido y valor. Estas nociones, lejos de ser evidencias, son consideradas por los pensadores antihumanistas como constructos ideológicos, sostenidos por discursos de poder que legitiman formas de dominación sobre la naturaleza, los animales y otros seres humanos.

Desde una perspectiva más existencial y ecológica, el antihumanismo adopta una postura crítica —incluso pesimista— respecto a la humanidad como especie. La considera una fuerza destructiva que ha roto el equilibrio planetario, actuando como un agente de devastación ambiental, extinción masiva y crisis sistémica. La relación moderna entre el ser humano y el mundo natural se ha basado en la explotación intensiva de los recursos, en la instrumentalización de la vida y en la alienación de toda forma de alteridad que no se ajuste a su lógica productiva.

Algunas vertientes contemporáneas del antihumanismo, como el ecologismo profundo, el anarquismo verde o el movimiento por la extinción voluntaria humana (VHEMT), sostienen que el verdadero acto de responsabilidad ecológica sería la autolimitación radical de la especie, o incluso su desaparición gradual como paso necesario para que la vida en el planeta recupere su diversidad y equilibrio. La extinción de la humanidad no se consideraría una tragedia, sino una forma de justicia ecológica o de redención planetaria.

Para estos enfoques, la centralidad del ser humano es una ilusión peligrosa, y la resistencia a aceptar ideas como la proextinción o la pérdida del protagonismo humano responde a un humanismo en crisis, aferrado a una visión decadente de su propia excepcionalidad. El antihumanismo propone, en cambio, pensar más allá de lo humano, abrirnos a nuevas formas de existencia, de pensamiento y de cohabitación con otros seres, donde lo humano no sea la medida de todo, sino una entre muchas formas de vida posibles.

En este sentido, el antihumanismo es una propuesta filosófica de descentramiento, una invitación a descolonizar nuestra mirada, a abandonar la supremacía del sujeto humano y a imaginar futuros donde la vida no dependa de nuestra continuidad como especie. Es, en última instancia, una llamada a dejar de ser el centro del mundo para tener una presencia más modesta, más consciente y más justa dentro del del planeta.



25 de abril de 2025

El antihumanismo: crítica radical al humanismo I del libro la revuelta contra la humanidad. Imaginar un mundo sin nosotros.

 El antihumanismo es una corriente filosófica que se define en oposición tanto al humanismo como al antropocentrismo. Su origen se sitúa en Europa y hunde sus raíces en el pensamiento de Friedrich Nietzsche en el siglo XIX, continúa con Martin Heidegger en la primera mitad del siglo XX, y se consolida con las corrientes estructuralistas y postestructuralistas francesas en la segunda mitad del siglo XX, con figuras como Michel Foucault, Louis Althusser o Jacques DerridaCuestiona la idea de un sujeto humano racional, autónomo y poseedor de una esencia universal, así como la noción de una “naturaleza humana” fija.

Desde esta perspectiva, el ser humano no es el centro del mundo ni un agente de progreso, sino una especie invasiva y destructiva, cuya relación con la naturaleza se basa en la explotación y la devastación. El antihumanismo propone desmantelar la centralidad del ser humano y abandonar la idea de su excepcionalidad.

Algunas posturas más radicales abogan por una autolimitación drástica o incluso por la extinción de la humanidad, concebida no como una tragedia, sino como una liberación para el planeta. Rechazar estas ideas, según esta corriente, es propio de un "humanismo en decadencia."

El antihumanismo invita a imaginar un mundo más allá de lo humano, donde dejemos de ser el centro para repensar nuestra relación con la vida y el planeta.



24 de abril de 2025

La revuelta contra la humanidad. Imaginar un futuro sin nosotros: un segundo contacto ampliado II

La revuelta contra la humanidad imaginar un futuro sin nosotros es un ensayo breve pero profundamente provocador que examina dos movimientos filosóficos contemporáneos: el anti-humanismo y el transhumanismo. Ambos cuestionan los pilares sobre los que se ha construido la idea moderna de humanidad, heredada del proyecto ilustrado, que define al ser humano como centro racional, autónomo y universal de sentido y valor.

A través de un análisis claro y accesible, Adam Kirsch descompone los principios fundamentales de estas corrientes que, aunque diferentes en sus aspiraciones, coinciden en plantear un horizonte donde la humanidad, tal como la entendemos, podría desaparecer o transformarse radicalmente. El anti-humanismo rechaza la noción esencialista y privilegiada del ser humano, subrayando sus límites, contradicciones y su implicación en sistemas de dominación. El transhumanismo, por su parte, imagina la superación de esos límites mediante la tecnología, proponiendo un salto evolutivo hacia formas de existencia posthumanas, potenciadas por la inteligencia artificial, la biotecnología o la ingeniería genética.

El ensayo se pregunta en qué consiste esta revuelta contra la humanidad, qué fuerzas la motivan, quiénes la promueven y qué alternativas proponen. ¿Es una crítica necesaria frente a una humanidad que ha fracasado en sus promesas ilustradas de progreso y emancipación? ¿O se trata de una fantasía tecnocrática que reproduce viejos anhelos de control y trascendencia?

Kirsch contextualiza estas corrientes dentro de fenómenos más amplios como la irrupción del Antropoceno, la era geológica marcada por el impacto irreversible de la actividad humana sobre el planeta, y la crisis del humanismo, entendido tanto como proyecto filosófico como estructura de poder. En este sentido, el ensayo no solo ofrece una cartografía de las ideas anti- y transhumanistas, sino que también invita a reflexionar sobre las condiciones actuales que las hacen posibles y urgentes.

¿Qué futuro nos espera si abandonamos la idea de humanidad? ¿Podemos imaginar una ética, una política o una espiritualidad más allá de lo humano? Estas son algunas de las preguntas que el texto deja abiertas, desafiando al lector a mirar hacia un horizonte incierto pero inevitable.

Uno de los puntos de partida fundamentales para comprender el surgimiento de los discursos anti-humanistas y transhumanistas es la propuesta del Antropoceno, una nueva época geológica que vendría a sustituir al Holoceno. El término fue acuñado por el químico y premio Nobel Paul Crutzen en el año 2000, y aunque aún no cuenta con un reconocimiento oficial por parte de las instituciones geológicas, ha ganado gran popularidad tanto en la comunidad científica como en los debates filosóficos, políticos y culturales.

El nombre Antropoceno proviene del griego ánthropos (ser humano) y kainós (nuevo), y alude al impacto sin precedentes que la actividad humana ha ejercido sobre el sistema terrestre. Por primera vez en la historia del planeta, una sola especie —la humana— se convierte en una fuerza geológica capaz de transformar de forma irreversible los ecosistemas, el clima, la biodiversidad y los ciclos naturales de la Tierra. Esta conciencia del alcance de nuestra influencia ha llevado a replantear no solo nuestras prácticas económicas y tecnológicas, sino también la noción misma de humanidad.

Es precisamente en el marco del Antropoceno donde emergen con fuerza dos corrientes de pensamiento que, desde posiciones aparentemente opuestas pero con un propósito convergente, cuestionan el destino y la continuidad de la especie humana: el anti-humanismo y el transhumanismo. Ambos responden, cada uno a su manera, a las múltiples crisis de nuestra era: la crisis ecológica, resultado del cambio climático y la degradación del planeta; y la crisis social y política, marcada por el agotamiento del modelo capitalista, las tensiones de la globalización y la creciente desigualdad.

Desde esta nueva realidad, el anti-humanismo propone una crítica radical a la concepción tradicional del ser humano como medida de todas las cosas, revelando su rol en la explotación de otros seres vivos y en la perpetuación de sistemas de dominación. El transhumanismo, en cambio, apuesta por la superación de nuestras limitaciones biológicas mediante el uso de tecnologías emergentes, imaginando una transición hacia una humanidad mejorada o incluso hacia formas de existencia poshumanas.

Ambas posturas plantean una pregunta central: ¿estamos asistiendo al final de la humanidad tal como la hemos conocido? En este contexto, la figura humana pierde su centralidad, y se abre un nuevo horizonte en el que podríamos dejar de ser los protagonistas del relato terrestre. Ya sea para dar paso a un ser poshumano —híbrido, tecnológicamente potenciado— o para contemplar nuestra desaparición definitiva, el Antropoceno nos obliga a pensar en un mundo que, por primera vez, podría continuar sin nosotros.

En segundo lugar, se abre paso un cuestionamiento profundo del humanismo, entendido como el gran proyecto filosófico y cultural que, desde el Renacimiento (siglos XV y XVI), ha modelado nuestra concepción moderna del ser humano. El humanismo supuso un giro decisivo: colocó al ser humano en el centro del universo, desplazando a Dios como principio rector, y reivindicó la razón, la inteligencia y la creatividad como los medios a través de los cuales cada persona puede y debe dar sentido a su existencia. Esta visión alcanzó su máxima formulación durante la Ilustración, con la afirmación de valores universales como la libertad, la dignidad intrínseca de cada individuo, la autonomía moral y la búsqueda de la verdad mediante el ejercicio racional.

Sin embargo, hoy asistimos a un proceso de desmantelamiento del humanismo ilustrado. Ya no se da por sentada la existencia de una naturaleza humana universal, ni la validez de una ética basada en principios supuestamente inherentes a la condición humana. Las críticas contemporáneas, impulsadas desde distintas disciplinas —la filosofía, la antropología, los estudios poscoloniales, el feminismo, el ecologismo—, señalan que el ideal de "ser humano" promovido por el humanismo ha sido históricamente excluyente, normativo y, en última instancia, violento: una construcción eurocéntrica, masculina, blanca, racionalista y antropocéntrica que ha marginado y silenciado a otras formas de vida y de subjetividad.

En este marco, se impugna el concepto mismo de "ser humano" como una esencia fija y universal. En lugar de una entidad dotada de una naturaleza inmutable, el ser humano es comprendido como un ser histórico, social y relacional, moldeado por contextos culturales, estructuras de poder y relaciones ecológicas. Michel Foucault lo expresa de manera contundente al afirmar que "el hombre es un invento reciente y que está en vías de desaparecer". Su crítica no es meramente existencial o biológica, sino epistémica: se trata de superar la ficción del sujeto humanista que ha pretendido erigirse como medida de todas las cosas, como centro absoluto de la creación y del conocimiento.

En esta crítica subyace también un desplazamiento del antropocentrismo hacia una visión más modesta, plural y descentralizada de la existencia. El ser humano, lejos de ser el centro del mundo, es solo una criatura más entre muchas, situada en una red compleja e interdependiente de seres vivos, materiales, procesos y fuerzas. Esta reconfiguración implica repensar qué significa ser humano en una época donde nuestra propia existencia —biológica, cultural, tecnológica— está en entredicho. Liberarse de la carga del humanismo es, en este contexto, una forma de emancipación: abrir paso a nuevas formas de subjetividad, de relación con el mundo y de imaginación del futuro.




La revuelta contra la humanidad. Imaginar un futuro sin nosotros: un primer contacto muy breve(I).

 La revuelta contra la humanidad. Imaginar un futuro sin nosotros es un ensayo breve que explora dos corrientes filosóficas contemporáneas: el anti-humanismo y el transhumanismo. Ambas reflexionan sobre el posible fin de la humanidad tal como la concebimos, cuestionando los fundamentos del proyecto humanista surgido en la Ilustración, que definió qué significa ser humano y cuál sería nuestra "naturaleza esencial".

El texto plantea, en términos generales, en qué consiste esta revuelta contra la humanidad, cuáles son sus causas y objetivos, quiénes la impulsan y qué alternativas proponen. En última instancia, se interroga por el destino de nuestra especie cuando dejemos de ser lo que hasta ahora hemos sido.

Adam Kirsch expone los principios fundamentales del anti-humanismo y del transhumanismo, sus principales pensadores, los marcos teóricos que los sustentan, así como sus posibles repercusiones prácticas. Además, subraya que estas corrientes no pueden comprenderse sin considerar dos factores clave: la irrupción del antropoceno, por un lado, y la creciente crisis y crítica del humanismo, por otro.






24 de mayo de 2011

Reflexión entorno al Humanismo, Posthumanismo y Inhumanismo en Lyotard y lo inhumano

El libro Lyotard y lo inhumano explora la condición humana. Nos interroga sobre las creencias acerca de nuestra identidad como seres humanos. ¿Quiénes somos? ¿Qué nos hace realmente humanos? ¿Somos enteramente humanos? ¿Hay algo de inhumano en nosotros? ¿Existe una división nítida entre lo humano y lo inhumano? ¿Qué efectos tiene la introducción progresiva de lo inhumano en la vida? ¿Nuestra estrecha relación con lo inhumano a través de la tecnología puede llegar a transformar la naturaleza humana? ¿Dejaremos de ser humanos, si lo que es “propio” de lo humano, fuera lo inhumano?

En “lo inhumano”, Lyotard revela una de sus sospechas: “¿Qué ocurriría si lo “propio” de la especie humana consistiera en que lo inhumano le es inherente?”. Esta sospecha está totalmente justificada. Hoy nadie cuestiona nuestra dependencia de la tecnología para el mantenimiento y desarrollo de la sociedad. La tecnología es omnipresente en todos los ámbitos de la vida hasta el punto de que no somos capaces de vivir prescindiendo de ella por completo. Si hubiera un fallo en los sistemas tecnológicos  provocaría un colapso de nuestro sistema de vida. 

Al carácter invasor de la tecnología, hay que unir su naturaleza expansiva e insaciable. Lo inhumano está introduciéndose lentamente en nuestros cuerpos mediante los avances tecnológicos en el ámbito de la medicina o de la bioingeniería. Su objetivo final  es el reemplazado de nuestra humanidad por su inhumanidad. Es un proceso del que apenas somos conscientes como especie. Es este proceso de sustracción y de reemplazo de lo "propiamente" humano por lo "propio" de lo inhumano lo que llama la atención a Jean François Lyotard. Su resistencia lo lleva a emprender una denuncia de este proceso casi imparable en el corazón de la naturaleza humana.

¿Está siendo reemplazada la humanidad por la inhumanidad? La crisis del humanismo como metarrelato está detrás de la crisis de los valores humanistas, vigentes en occidente desde la ilustración y el nacimiento del capitalismo, y del surgimiento del inhumanismo como relato narrativo alternativo de la condición humana. Lyotard habla de una sociedad posthumanista en la que irrumpe con fuerza los valores del inhumanismo en detrimento de los valores del humanismo. Literalmente, lo inhumano está cercando a lo humano hasta el punto de confundirse con él. Esta confusión es aprovechada por la tecnocracia para asaltar y arrebatar el poder político a la democracia. El poder ya no reside en la humanidad sino en la inhumanidad en forma de tecnología. La tecnocracia quiere y debe despojar del poder a la democracia para materializar este proceso de transformación de la naturaleza humana en inhumanidad.

Ahí quién, como Donna Haraway y Sadie Plant, alienta y patrocina el inhumanismo frente a la postura de Jean François Lyotard que concibe un humanismo posthumanista. Ambas actitudes convergen en su crítica al humanismo, incidiendo en aspectos diferentes. Mientras Haraway y Plant celebran la irrupción del inhumanismo en la vida humana mediante la disolución de la frontera entre la máquina y el ser humano a través de la creación de la figura del ciborg en Donna Haraway o de la puesta por la red de Internet en Sadie Plant. Lyotard plantea la posibilidad de un humanismo posthumanista en el que los valores humanistas ya no son considerados la norma a seguir y son abiertamente cuestionados, apostando por una sociedad donde los valores y los ideales del humanismo son vistos con escepticismo.

20 de mayo de 2011

Descripción e Ideas básicas del Libro Lyotard y lo inhumano. Tercera Parte

En celebrar el inhumanismo, Donna Haraway elogia la introducción del inhumanismo en nuestras vidas. Haraway se apropia del inhumanismo para redefinir los géneros porque considera que no hay un límite definido entre lo físico y lo no- físico. Para Haraway la figura del ciborg permite salir de la trampa del género y reinventar  a la naturaleza. Un ciborg es un “híbrido de máquina y organismo”. El ciborg es “una criatura en un mundo posgéneros”. Es una condición muy anhelada por las mujeres antes que optar por la condición de diosas. Las diosas pertenecen a un mundo donde los hombres controlan a las mujeres transformándolas en objetos sexuales, prisioneras de su condición biológica. Los ciborgs superan la biología humana. Al hacerlo, sobrepasan los problemas relacionados con el esencialismo y el determinismo biológico. Las mujeres no son “esencialmente” nada: pueden decidir adoptar las características que quieran aliándose con máquinas y adquiriendo el poder de éstas. Pasar de ser diosa a ser ciborg es hacer la transición de ser pasiva a ser activa, esto es, de ser controlada a controlar. El ciborg adopta su propio género como concepto. Para Haraway nos abre a la posibilidad de “reelaborar” nuestros cuerpos para convertirnos en ciborgs. El ciborg es “una suerte de identidad personal, posmoderna y colectiva que se ensambla y desensambla”. La naturaleza no es un conjunto de características a las que estamos condenados, sino que es algo construido; y si es así, se puede desarmar y reconstruir de otras maneras. Debemos concebirnos a nosotros mismos como proyectos abiertos antes que como entidades terminadas. En el ciborg, se rechaza la presunción de que lograr una identidad unificada sea nuestro principal objetivo.

En Inhumanismo e Internet, otra feminista entusiasta por la conjunción entre mujer y tecnología, Sadie Plant, expone su posición en el libro Ceros+ unos (1997). Uno de sus objetivos es demostrar que las mujeres han estado involucradas en el desarrollo de la tecnología de la información desde un principio. No sólo ha habido una contribución de la mujer en la tecnología sino que esta tecnología puede expresarse y vincularse mejor con el carácter femenino que con el masculino. Especialmente Internet. La red no presenta un sistema de control ni noción de jerarquía: dos características del patriarcado. Se vuelve un espacio en el que las relaciones de poder entre géneros pueden ser desafiadas. Las mujeres tienen una afinidad especial con la red, según Plant: Han sido la fuerza de trabajo de la nueva tecnología de la información. Esta nueva tecnología fomentó la construcción de nuevas redes fuera de las estructuras patriarcales establecidas. Según Plant, las mujeres hacen los mejores ciborgs. De hecho las mujeres son ciborgs o, mejor dicho, disfrutan del grado de poder que les reporta ser ciborg: “Las mujeres han sido las simuladoras, ensambladoras y programadoras de las máquinas digitales”. No hay necesidad de permanecer bajo la dominación masculina. La red ha sido un instrumento que ha permitido romper con los roles tradicionales de los géneros.

La razón por la que Haraway y Plant se han mostrado tan partidarias de una versión inhumanista del feminismo es el sesgo masculino del viejo humanismo. Ciertamente el proyecto moderno ha sido dominado por hombres, al igual que el mundo de la tecnociencia. Se trata de enfatizar los aspectos negativos del humanismo y su esencia autoritaria.

En Lo inhumano como narrativa,  William Gibson teoriza un mundo en el que los hackers pueden insertar sus propias conciencias en los sistemas de computación y una vez dentro tratar de encontrar senderos para medir la inteligencia humana con la artificial. Gibson describe una lucha por el control sobre el ciberespacio, y, cómo se establece una relación de hostilidad mutua entre el hombre y la inteligencia artificial. La IA no reconoce el valor sagrado de la vida humana ni los valores compartidos con los humanos. La lucha principal en Neuromante, la novela de William Gibson, tiene como fin prevenir que las IA lleguen a ser completamente desarrolladas porque sobrepasarían  el control humano y se convertirían en adversarios de la humanidad.

Y, por último, en Humanismo, posthumanismo e inhumanismo, hay una reflexión de estos conceptos. El humanismo sigue entre nosotros y es probable que siga así bajo alguna forma. Nosotros vivimos en muchos aspectos en un mundo posthumanista donde los ideales humanistas ya no pueden ser aceptados de forma acrítica. Pero al mismo tiempo, vivimos en un mundo donde el inhumanismo se está volviendo más difícil de contrarrestar. Un mundo donde lo que es propio de la humanidad se está volviendo cada vez más discutido. La importancia de Lyotard en este debate recae en la posibilidad de un humanismo posthumanista en el que las denuncias contra la tecnociencia son tratadas con un alto grado de escepticismo.

16 de mayo de 2011

Descripción e Ideas básicas del libro Lyotard y lo inhumano: Primera parte.


Vamos a sintetizar los 9 capítulos del libro Lyotard y lo inhumano. Queremos aportar una breve descripción del contenido y de las ideas básicas del capítulo. Para facilitar su lectura dividiremos la síntesis en tres partes. Cada una de ellas, la presentaremos en una entrada diferente.

En la muerte del universo, Jean François Lyotard se pregunta que podría significar para la humanidad la muerte del sol. Esta reflexión parte del libro Lo inhumano escrito en 1988. En lo inhumano sugiere que la humanidad ha adquirido unos nuevos enemigos para reemplazar a las grandes narrativas – ideologías totalitarias-  hasta entonces vigentes. Lyotard expresa su temor a que los ordenadores sean programados para obtener el poder, con el objetivo de prolongar la vida una vez ocurra la muerte del sol. El resultado es el progreso de lo inhumano sobre lo humano con el apoyo de la tecnocracia, un conglomerado que aúna tecnología más ciencia, capitalismo avanzado y empresas multinacionales. La respuesta de Lyotard es convocar a una campaña contra la tecnociencia y sus productos.

En Vivir con lo inhumano, Lo inhumano está entre nosotros en una gran variedad de formas y la tecnología está rompiendo las barreras físicas de nuestros cuerpos. Dependemos en exceso de lo inhumano para el funcionamiento de la sociedad- sistemas de comunicación, sistemas de transporte, sistemas financieros…- y para el mantenimiento de la vida humana en forma de máquinas que controlan las funciones vitales del organismo- marcapasos, diálisis,…-.  Lyotard nos llama la atención sobre la inteligencia artificial (IA): la tecnocracia está desarrollando la inteligencia artificial a expensas de la inteligencia humana (IH). La inteligencia artificial representa otra forma de vida avanzada compitiendo con nosotros por la dominación del planeta y sus recursos. Vivir con lo inhumano, es una cosa; estar subordinado a su voluntad sería algo muy distinto.

En ¿La muerte del humanismo?, vivimos en un mundo posthumanista según Lyotard. El humanismo no goza de la credibilidad y del entusiasmo de los círculos intelectuales. Se identifica con la modernidad, con el culto a la razón y con la creencia en un progreso material ilimitado. Es sinónimo de capitalismo avanzado, de destrucción del medio ambiente y de los recursos renovables del planeta y de las grandes narrativas de la humanidad- marxismo, democracia liberal o capitalismo- . El posthumanismo surge de este sentimiento de horror a dónde nos ha llevado el ejercicio de la razón en el siglo XX. Si bien el humanismo puede haber empezado como un movimiento que libera a la humanidad del peso muerto de la tradición, se ha vuelto en tradición y oprime a su vez a la humanidad. Por eso debemos resistir y socavar sus bases. 

En el ascenso del inhumanismo, se está produciendo un viraje hacia el inhumanismo: una deliberada supresión de las líneas entre los seres humanos y las máquinas. El inhumanismo supone una nueva reconsideración de lo humano y de una realineación de nuestra relación con la tecnología. Cuanto más consideramos este punto, más nos vemos obligados a aceptar que el inhumanismo es hoy parte integral de nuestras vidas. Hasta dónde y cuándo estamos dispuestos a permitir que llegue el desarrollo de este fenómeno constituye un interesante dilema moral. Lyotard se pregunta: “¿y qué pasa si lo propio de la humanidad fuese el ser habitada  por lo inhumano?”. Esta pregunta va directamente a qué significa ser humano y a nuestra visión del lugar que ocupamos en el universo. Es un dilema que nos enfrenta cada vez más a medida que la tecnología impone mayores  cambios en nuestras vidas. Vivimos en una cultura que es totalmente dependiente de los ordenadores para la operatividad del propio sistema. Hace evidente cuánto de nuestra autonomía hemos cedido a los sistemas controlados por los ordenadores y cómo los sistemas de computación nos controlan a nosotros y no a la inversa. Sin ordenadores no puede haber un óptimo funcionamiento de nuestra sociedad. A medida que logra nuevos niveles de sofisticación, nos volvemos más vulnerables que nunca a esa tecnología. La tecnología médica nos pone frente a interesantes problemas  concernientes a lo inhumano: “¿Somos menos humanos si partes claves de nuestros cuerpos no son tejidos naturales?”.”¿Cuántas partes sintéticas del cuerpo podemos soportar antes de perder aquello que es “propio” a la humanidad?” “¿Será afectada la conciencia, por ejemplo, por un cuerpo que contiene  cantidades significativas de tejido no- natural, o por un cuerpo dependiente de una regulación computarizada para su normal funcionamiento?”.  

El área del inhumanismo que más conflictos suscita es la inteligencia artificial (IA), considerada por muchos científicos como una forma de vida aceptable por propio derecho. La teoría de la complejidad podría llegar a sugerir que, en un cierto nivel de desarrollo, los sistemas de IA pueden mutar espontáneamente hasta transformarse en procesos de organización más elevados, incluso hasta el punto de producir conciencia y autoconciencia. Estamos hablando de “aquello” que es “propio” de la inhumanidad. La vida artificial- VA- puede tener objetivos totalmente diferentes de los de la vida humana- VH- , y al llamarla “artificial” surge la pregunta: ¿cómo sabemos o cómo podemos probar que nosotros somos la única forma de vida “real” o la más desarrollada? Mark Ward argumenta que es un error pensar que hay de especial acerca de la vida en general o acerca de la humanidad en particular. Por su parte, Langton en 1989 dijo respecto la vida artificial -VA-  será textualmente “vida genuina, simplemente estará hecha de otra materia que la de la vida que  ha evolucionado aquí en la  Tierra”. Sí así fuera, esto nos hace pensar en un conflicto de intereses entre la vida artificial- VA- y la vida humana-VH-. Lyotard es solo una de las tantas voces de advertencia de este conflicto emergente.

14 de mayo de 2011

Lyotard y lo inhumano: Mensaje del libro.

En Lyotard y lo inhumano nos interroga acerca de la naturaleza humana: ¿Qué nos hace humanos? ¿Qué es propio de la condición humana? Esto permite a Lyotard plantear una pregunta: "¿Qué ocurriría si lo propio de la especie humana consistiera en que lo inhumano le es inherente?".

Al lanzar esta pregunta, Lyotard nos está indicando la intromisión de lo inhumano en la naturaleza humana. La división entre lo humano y lo inhumano se está desmoronando y progresivamente diluyendo hasta el punto de favorecer el predominio del segundo sobre el primer componente. Lo humano puede llegar a ser reemplazado por lo inhumano. Si así fuera, el humanismo tal como lo conocemos desaparecería sin dejar rastro y daría paso al inhumanismo. Lyotard teme que esto pueda suceder. De ahí, su apelación a una resistencia activa no violenta a este avance imparable de lo inhumano en la condición humana. Lyotard nos advierte de nuestra dependencia excesiva de los sistemas de Inteligencia Artificial- IA- y de la tecnología para el desarrollo de nuestra sociedad y de la lenta colonización de nuestros cuerpos en forma de avances tecnológicos en el ámbito de la ciencia médica. Esta dependencia hace que la dimensión humana se haya reducida hasta el punto de llegar a ser irrelevante para la operatividad de los sistemas de Inteligencia Artificial que ha creado la propia humanidad y del desarrollo de la tecnología para la creación de la vida artificial- VA-.

En este contexto, el progreso de lo inhumano está relacionado con el auge y el prestigio de la tecnocracia, un conglomerado que aúna tecnología, ciencia, capitalismo avanzado y empresas multinacionales, en la sociedad y de la concentración de poder en manos de los tecnócratas cuyo objetivo es extender la tecnología a expensas de la humanidad y sus valores.