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24 de mayo de 2019

Aprendizaje y memoria a lo largo de la vida.

Antes se creía que sólo los cerebros de los niños eran plásticos pero ahora sabemos que la neuroplasticidad se conserva a largo de la vida de un ser humano. La neuroplasticidad sustenta tanto el aprendizaje como la memoria, aún así existen periodos óptimos - o sensibles- durante los cuales unos aprendizajes concretos pueden ser más efectivos. Véamos a ver en cada una de las etapas vitales de las personas cómo afecta a la memoria ya sea ésta, explícita o implícita y al aprendizaje específico y/o en general. 

Durante el desarrollo fetal, el cerebro experimenta diferentes reorganizaciones, especialmente de su cableado. Tras el nacimiento, el número de conexiones neuronales se incrementa exponencialmente, superando en muchas ocasiones a los niveles del cerebro adulto. El propio cerebro va ajustando el exceso de número de conexiones, las conexiones más utilizadas se refuerzan y las que menos utilizamos se van eliminando. A este proceso se le conoce como la "poda neuronal". Las conexiones que sobreviven o bien desaparecen depende de los genes o de las experiencias en el medio. El desarrollo del cerebro no sigue unas pautas temporales concretas. En la corteza visual se produce durante los 3 primeres meses de vida un aumento muy rápido de sinapsis y después se da una disminución progresiva hasta estabilizarse entorno a los 10 años. En cambio, en la corteza frontal se inicia más tarde el proceso de sinaptogénesis, poda neuronal y mielinización. Su maduración no se inicia hasta la adolescencia y no se estabiliza hasta la tercera década de vida. Disponemos de datos suficientes sobre el desarrollo cerebral que, en todas las culturas se adquieren a la misma edad, siempre que se reciba la estimulación adecuada antes que se inicie la escolarización. 

Si hablamos de los primeros recuerdos de nuestra infancia vienen a la mente episodios y sucesos fragmentados y aislados. Lo normal es no recordar nada de lo vivido antes de los 2 o 3 primeros años de vida debido a la amnesia infantil temprana. La formación de recuerdos autobiográficos no aparece hasta al final del segundo año de vida. De los recuerdos anteriores a los 11 años, menos del 1% de registros eran de antes de los 3 años. Esto es en lo referente a la memoria explícita y autobiográfica porque existen otras memorias que están operativas desde el nacimiento: las memorias implícitas. 

En relación a la memoría implícita en las primeras etapas vitales, en el último trimestre de gestación, el feto es capaz de aprender y recordar a través del uso de las memorias implícitas o procedimentales. El feto es capaz de procesar el sonido del habla de la madre. Es capz de distinguir el lenguaje de la música y aprender a responder a esos estímulos con patadas. El feto es sensible a determinadas características del lenguaje y de la música. Prefieren la voz de su madre tal como la perciben dentro del útero y también fuera de éste a cualquier voz femenina. Los tres primeros días después del nacimiento prefiere escuchar su lengua materna antes que otras lenguas.

Respecto a las memorias en la adolescencia y en la vida adulta, en la corteza frontal de una preadolescente, entre los siete y los trece años, se produce simultáneamente un incremento de la materia gris y un aumento de las sinapsis. En esta etapa, tiene lugar los procesos de poda neuronal y de incremento de la substancia blanca, la mielina, y este incremento continua en la adolescencia hasta la tercera década de vida. Estos cambios en el cerebro adolescente, son los que permiten que aparezcan una serie de capacidades cognitivas como las funciones ejecutivas, como la memoria de trabajo, atención selectiva y sostenida, planificación de tareas futuras, inhibición de conductas inadecuadas, toma de decisiones o resolución de problemas. El cerebro adulto sigue conservando una gran plasticidad que permite aprender habilidades y destrezas y memorizar contenidos y conocimientos necesarios para adaptarse al nuevo entorno. 

17 de febrero de 2019

Tipos de memoria implícita II: Los aprendizajes por condicionamiento.

Un tipo de memoria implícita es la llamada memoria condicionada. Es un tipo de memoria que no somos conscientes de su existencia así como de su control. En el siglo XX, se ha estudiado el aprendizaje que conlleva la memoria condicionada: el condicionamiento clásico de Pavlov y el condicionamiento operante de Skinner. 

Para la supervivencia de cualquier especie es necesario saber qué estímulos ambientales son peligrosos y cuáles son inofensivos. Pavlov a través del condicionamiento clásico pudo demostrar como organismos vivos- perros- aprendían a responder a estímulos neutros o débiles como si fueran peligrosos o dañinos. A este proceso de aprendizaje, se le conoce con el nombre de sensibilización. La sensibilización no es permanente sino que dependerá de si vuelve o no a producirse el estímulo o bien si éste se presenta repetidas veces como inofensivo. A esto, se le conoce como habituación. Tanto la habituación como la sensibilización son tipos de conducta que implican procesos de memoria implícita. Algunos autores no consideran que sean formas de aprendizaje porque no son procesos asociativos como si lo serían el condicionamiento clásico o el condicionamiento operante. Otros, sin embargo, sí los consideran formas de aprendizaje. Son formas primitivas y elementales de aprendizaje porque son modificaciones de la conducta como resultado de la experiencia. En cualquier caso, podríamos establecer una distinción entre aprendizaje no asociativo - sensibilización y habituación - y aprendizaje asociativo- el condicionamiento clásico y operante- tanto unos como otros siguen los mecanismos de la memoria implícita. 

12 de febrero de 2019

Tipos de memoria implícita I: Las habilidades motoras y las cognitivas.

En la memoria implícita, existen una serie de destrezas motoras que nos permiten recuperar sin necesidad de atención consciente, información de cómo realizar actividades como la conducción de coches, caminar o escribir. Este tipo de habilidades motoras se desarrollan a partir del repertorio de la propia especie y de las capacidades de cada individuo. Aunque, nacemos con esas estructuras cerebrales específicas, donde se albergará esas habilidades motoras, es a partir del tercer mes de vida cuando ya están funcionando. Dada la importancia del aprendizaje de esas habilidades motoras es lógico que ocupe amplias regiones de nuestro cerebro.

En el aprendizaje de estas habilidades motoras está implicado los sistemas neuronales corticales inicialmente, pero, con la práctica, la memoria se desplaza a otros sistemas neuronales como los ganglios basales, que se activan cuando existen y se consolidan los automatismos. Es entonces cuando la ejecución de una destreza motora va a requerir de menos atención y control y se va a ejecutar con mayor velocidad y precisión. En determinadas ocasiones, el aprendizaje inicial de una destreza motora se hace imprescindible la observación. No es fácil adquirir un hábito motor, como por ejemplo, aprender a bailar el tango a través de instrucciones verbales. Resulta más sencillo si observamos a personas bailar y después las imitamos. De esa manera, aprendemos observando.

Por último, dentro de la memoria implícita, encontramos además de las destrezas motoras también habilidades cognitivas como el cálculo mental y las operaciones mentales repetitivas cuyo proceso de aprendizaje también observamos el desplazamientos de los sistemas corticales y frontales durante el aprendizaje de esas habilidades cognitivas, a los ganglios basales y al cerebelo al alcanzar su automatización. 

8 de enero de 2019

Las memorias y sus características: la memoria a largo plazo.

A partir de la memoria filogenética, se va a formar la memoria a largo plazo que está formada por diferentes tipos de memoria. En la memoria a largo plazo, se acumula información procedente de toda la vida de un ser humano. En la memoria a largo plazo, se distingue dos grandes tipos de memoria: la memoria explícita denominada también memoria declarativa. La memoria explícita es una memoria consciente que se expresa a través del lenguaje y está formada por recuerdos que remiten a conceptos, datos y acontecimientos específicos. Ejemplos, de memoria explícita sería que nos preguntarán cuál es la capital de cualquier país del mundo o que expliquemos qué hemos hecho durante las vacaciones, estaríamos recurriendo a nuestra memoria explícita para dar respuesta a la pregunta o para describir que hemos hecho durante las vacaciones. En cambio, la memoria implícita - o procedimental- es una memoria inconsciente que hace referencia desempeño de una destreza determinada como la capacidad para poder hablar, nadar o montar en bicicleta. Este tipo de memoria no requiere de atención para recuperar y ejecutar determinadas acciones como hablar, nadar, montar en bicicleta. La memoria implícita- o procedimental- se recupera a través de la acción, de automatismos, más que en forma de recuerdos. Con la repetición, una memoria explícita y consciente puede transformarse en memoria implícita- o procedimental-.

Esta distinción entre memoria explícita y memoria implícita es más reciente. Hasta mediados de los años 50, imperaba dentro del estudio de la memoria la llamada ley de Lashley. El psicólogo estadounidense Karl Lashley desarrolló durante las décadas de 120 hasta 151, la llamada ley de Lashley. Según el autor, los recuerdos se podían hallar en determinados circuitos perceptivos y motores en la memoria de las ratas que realizaban rutas en determinados laberintos. Creía que si se extirpaba esas conexiones, se induciría una amnesia. Sin embargo, los experimentos demostraron que no bastaba que se produjera la extirpación de partes de esos circuitos perceptivos ni tampoco por el corte de conexiones para que se produjera la pérdida de la memoria de las ratas. Fue entonces cuando a Lashley se le ocurrió que quizá la alteración de la memoria dependía del tamaño de la lesión y no de la localización específica de la lesión. Así es como formuló  la ley de Lashley o ley de "acción de masa" según la cual la gravedad de la pérdida de la memoria es proporcional a la masa de la corteza extirpada, pero que esta pérdida no guarda ninguna relación con su localización específica. Dicha ley defendía que la función principal de la memoria era única e inseparable de las funciones perceptivas y motoras y que ese único tipo de memoria se encontraba dispersa por toda la corteza cerebral. En 1953, William Beecher Scoville cuestionó la ley de Lashley. Realizó una operación quirúrgica a un paciente llamado H.M. que había padecido un traumatismo craneoencefálico que le provocaba ataques epilépticos. Scoville decidió extirparle el lóbulo temporal medio de ambos hemisferios, los córtexs perihipocampal y entorrinal, la amígdala y la parte anterior del hipocampo. La cirugía alivió los ataques epilépticos. Pero, tuvo un altísimo precio: no era capaz de almacenar nuevos recuerdos. Conservaba la inteligencia pero no podía aprender ni recordar nada nuevo. H.M. era incapaz de consolidar las memorias a corto plazo y convertirlas en memorias a largo plazo. H.M. tan solo era capaz de conservar información nueva a través de la repetición verbal pero rápidamente se olvidaba cuando cesaba la repetición. También tenía graves problemas de memoria espacial.

La neuropsicologa Brenda Milner que siguió a H.M. durante cuatro décadas pensó que la amnesia de su paciente era total porque, como hemos dicho antes, se creía que existía solo un tipo de memoria extendida por todo nuestra cerebro, tal com sostenía la ley de Lashley. Sin embargo, en 1962 Brenda Milner descubrió que existía diferentes tipos de memorias. H.M. sí era capaz de aprender y recordar a largo plazo un tipo concreto de acciones concretas como trazar una línea entre dos estrellas de cinco puntos. Su destreza mejoraba con la práctica como sucedía con las personas sanas. Sin embargo, aunque mejoraba cada día en la ejecución de la tarea, no era capaz de recordar que había hecho esa misma tarea el día anterior. Así, es como descubrió Milner que, además de una memoria consciente, en la que intervenía el hipocampo, se disponía de otra memoria inconsciente, que estaban en sistemas neuronales fuera del hipocampo y del lóbulo temporal. Descubrió que la memoria tiene funciones diferentes con bases cerebrales distintos. De ahí, concluyó que H.M. había preservado la procedimental. Con sus estudios, Milner pudo establecer la existencia de diferentes sistemas de memoria y había confirmado que los circuitos neuronales de la percepción y de los de la memorias no están integrados sino interconectados. Estos hallazgos fueron transcendentales para el conocimiento del cerebro, la memoria y abrió la puerta al estudio de los diferentes sistemas de memoria a largo plazo.