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3 de junio de 2019

Memorias extraordinarias: síndrome Savant o síndrome del sabio.

El primer caso documentado del síndrome Savant -o también conocido con el nombre de síndrome del sabio- fue a principios del siglo XIX en el Reino Unido. Éste es el caso de Thomas Fuller. El médico Benjamin Rush lo describió así: " apenas entendía nada, ni de índole teni práctica, que fuera más complejo que contar" apesar de todo era un genio del cálculo. Tener una memoria prodigiosa en un ámbito concreto es característico del síndrome savant. Quienes lo sufren suelen presentar deficiencias y limitaciones graves en la mayoría de las funciones mentales, en contraposición a una extraordinaria competencia en un dominio particular que requiere una memoria fuera de lo común. Las alteraciones de estas personas las pueden hacer dependientes, a la vez capacitados en campos dispares como el cálculo, la música, el lenguaje... Los estudios de Donald Treffert revelan que el síndrome Savant suele ser un trastorno congénito en el 90% de los casos y está relacionado con el autismo. Un 10% aparece en la edad adulta como resultado de una lesión cerebral. Treffert establece una distribución por sexos: hay cuatro veces más savant hombres que mujeres.

La capacidad de memorización que tienen muchos savant no es algo que se pueda conseguir a través de estrategias de asociación. No es algo que se pueda aprender. Las estrategias de asociación que emplean los savant son siempre personales. Los límites de su memoria de trabajo dependen sobre todo de la importancia y significación que asignen a la información memorizada para asociarla e integrarla en los conocimientos que ya posee. El origen de estas capacidades excepcionales no está del todo claro. Se han conjeturado diversas teorías basadas en desarrollos extremos, como un déficit del hemisferio izquierdo que viene a compensar el hemisferio derecho; un mayor desarrollo de áreas visuales en densidad neuronal y en conexiones sinápticas; mayor desarrollo de áreas cerebrales implicadas en las emociones y en la interacción social. No todos los savants van de la mano de una incapacitación para la vida cotidiana. Las investigaciones realizadas sobre savants apuntan a que la actividad cerebral de estos se parece mucho más a la de una persona común que al funcionamiento de un ordenador.