En su conferencia "Cuerpos inadecuados. El desafío transhumanista a la filosofía", el filósofo Antonio Diéguez analiza críticamente los supuestos del transhumanismo desde una perspectiva filosófica contemporánea. Su análisis se puede resumir en los siguientes puntos:
El cuerpo como soporte inadecuado: Diéguez examina cómo el transhumanismo considera el cuerpo humano como una limitación que debe ser superada. Esta idea abre la puerta a una transformación radical del ser humano, pero plantea riesgos de deshumanización si se pierde la referencia a nuestra corporeidad como base de la experiencia, la empatía y los vínculos afectivos.
Crítica al esencialismo: Muchas críticas al transhumanismo parten de una visión esencialista de la naturaleza humana como algo fijo e inviolable. Diéguez sostiene que esta concepción es cuestionable y que, en cambio, deberíamos entender la naturaleza humana como algo históricamente mutable y tecnológicamente maleable.
Dignidad humana: Diéguez aborda el problema de la dignidad, señalando que usarla como argumento para rechazar toda mejora puede ser limitante. Propone una concepción flexible de la dignidad que permita evaluar las mejoras en función de su contribución al bienestar, la autonomía y la justicia.
Ética del mejoramiento: En lugar de una ética prohibicionista, Diéguez propone una ética del mejoramiento humano basada en criterios de equidad, seguridad, transparencia y consentimiento informado. Las mejoras deben ser evaluadas caso por caso, considerando tanto sus riesgos como sus beneficios sociales.
Papel de la filosofía: Diéguez subraya que la filosofía debe desempeñar un papel activo en el análisis del transhumanismo, ayudando a clarificar conceptos, detectar falacias y fomentar un debate público racional e inclusivo sobre el futuro de la humanidad.
Con este enfoque, Antonio Diéguez no se opone radicalmente al transhumanismo, sino que propone una actitud crítica y prudente ante sus promesas. En lugar de rechazar o aceptar ciegamente las tecnologías de mejora, plantea la necesidad de discernir cuidadosamente sus implicaciones éticas, sociales y políticas, evitando tanto el rechazo dogmático como la aceptación acrítica.
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