9 de octubre de 2018

Descripción del libro Somos nuestra memoria.

Somos nuestra memoria. Recordar y olvidar del autor Emilio García García consta de 144 páginas. Es el primer título de la colección Neurociencia y Psicología. Editado en enero de 2018 en España. El sumario del libro contiene: una introducción, tres capítulos donde se desarrolla el contenido principal del libro: Las memorias y sus características, cómo funciona la memoria y alteraciones de la memoria, un epílogo, una bibliografía consultada  y una bibliografía recomendada.



3 de octubre de 2018

Presentación del libro Somos nuestra memoria. Recordar y olvidar.

El libro Somos nuestra memoria. Recordar y olvidar de Emilio García García nos introduce en los fundamentos básicos de la memoria: ¿qué es la memoria?, ¿por qué existe?, ¿dónde reside?, ¿cómo funciona?, ¿Qué tipos de memoria existen? o ¿Cuáles son las alteraciones de la memoria? a lo largo de los tres grandes bloques del libro. Esto es: las memorias y sus características, cómo funciona la memoria y alteraciones de la memoria.

Tal como expresa el autor: "Somos nuestra memoria, mejor dicho, nuestras memorias." Lo que somos se lo debemos a esas memorias porque a través de ellas somos capaces de percibir, pensar, sentir, hablar, movernos, planificar o proyectarnos. Determinan nuestras decisiones y definen nuestra identidad como individuos con identidad propia. Dada su importancia, es necesario comprender la naturaleza y el funcionamiento de la memoria. Por último, el autor aboga por desechar el concepto tradicional de la memoria como "una especie de de grabación precisa de acontecimientos o datos concretos - no, nuestra memoria no es un disco duro que recoge nuestras experiencias- " y apuesta más bien por la memoria como "un complejo y frágil proceso cerebral que construye, almacena y recupera recuerdos en constante evolución."

6 de agosto de 2018

John Maynard Keynes: el arquitecto de las finanzas mundiales.

Considerado el economista más influyente del siglo XX, John Maynard Keynes, cambió la forma de entender la economía, especialmente, el papel de las variables agregadas como el consumo, el gasto público o la inversión y como éstas se interrelacionan para explicar el comportamiento económico de un país. John Maynard Keynes entró en la Universidad de Cambridge en 1902 y estudió matemáticas. En la Universidad de Cambridge se formaba la élite de la administración británica y Keynes accedió a ella una vez finalizados sus estudios, en concreto al Departamento Militar de la Oficina de la India. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, fue asesor de la Conferencia de Paz de París de 1919. Poco después dimitió de su cargo dentro de la Adminstración, en el Tesoro, y regresó a la universidad.

Durante la década de 1920, la figura y la autoridad de Keynes fue creciendo dentro de los círculos académicos, pero, no publicó ninguna obra de peso. No fue hasta 1930, cuando apareció dos de sus obras más importantes: Un tratado sobre el dinero, y, seis años más tarde, en 1936, Teoría general del empleo, el interés y el dinero, su obra más conocida y con la que se convirtió en el economista más importante de su generación. La publicación de esta última obra supuso una revolución en la forma como se pensaba la economía hasta entonces y al mismo tiempo desarrolló la moderna terminología macroeconómica. Casi al finalizar la II Guerra Mundial, participó en las conversaciones de Bretton Woods en Estados Unidos, donde se sentaron las bases del nuevo sistema financiero mundial y las instituciones como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Finalmente, falleció en 1946. 

20 de febrero de 2018

Milton Friedman: aportaciones a la política monetaria.

Férreo defensor del libre mercado, Milton Friedman fue uno de los principales ideólogos de la Escuela de Chicago, corriente de pensamiento económico liberal que ha ejercido una enorme influencia en numerosos países del mundo. Nacido en 1912 en Nueva York, Friedman estudió matemáticas y economía en la Universidad de Rutgers y, se doctoró en la Universidad de Chicago, incorporándose posteriormente como profesor en esa universidad, y, ejerciendo su actividad docente durante más de 30 años. Las principales aportaciones de Friedman se centran en el ámbito de la política monetaria: el desarrollo de la teoría del monetarismo moderno que se oponía al keynesianismo. Contrario al intervencionismo del Estado como método para contrarrestar los ciclos económicos y estimular el crecimiento y la creación de empleo. Para Friedman la actividad de los bancos centrales debía limitarse a controlar la inflación y garantizar un escenario de estabilidad donde la economía pudiera desarrollarse libremente. La otra gran aportación de Friedman fue la introducción de la llamada nueva teoría cuantitativa del dinero. Según esta teoría existiría una relación directa entre la cantidad de dinero y el nivel general de los precios. Friedman afirmó que la velocidad de circulación del dinero y su demanda son estables en el corto plazo, siendo reflejo de ciertas preferencias de los individuos y las empresas en sus patrones de ahorro y consumo. Estos individuos y empresas intentarán mantener esas preferencias aunque aumente la cantidad de dinero en circulación, por lo que, por ejemplo, se librarán de los excesos de dinero. Aumentará, pues, la demanda y aparecerá la inflación, especialmente si la sociedad se encuentra en sus niveles naturales de producción y empleo. Entre las muchas medidas que propugnó Friedman, cabe destacar la flexibilización de los precios, la conveniencia de sistemas de pensiones privados, la desregulación de los mercados y las privatizaciones de empresas públicas, así como la abolición del salario mínimo y del servicio militar obligatorio. 

14 de febrero de 2018

¿Quién es Óscar Vara Crespo?

Óscar Vara Crespo es un economista español, doctor en Teoría Económica por la Universidad Autónoma de Madrid. Actualmente, es profesor en la Facultad de Ciencias económicas y empresariales en la UAM. Trabaja en fundamentos del análisis económico, teoría económica e historia económica. Nacido en Madrid en 1967 y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid desde 1991. Es autor de libros como El enigma económico ruso, la teoría económica y el Estado o las Raíces intelectuales del pensamiento económico moderno. También, es el autor del libro ¿Es sostenible el estado del bienestar? dentro de la colección Los retos de la economía de la editorial RBA. Además, escribe artículos en revistas de economía como Empresa y Humanismo, Revista de historia Económica, Procesos de Mercado y Cuadernos de Economía.

Óscar Vara Crespo

23 de septiembre de 2017

El bienestar en un mundo global.

La sociedad del bienestar depende cada vez más del alcance y el desarrollo de la globalización. Dicha globalización hace referencia a un proceso de integración mundial que incluye diferentes ámbitos: economía, finanzas, cultura, política, movimientos migratorios, etc. La globalización es un proceso muy largo que se ha acelerado después de la Segunda Guerra Mundial. La expansión del libre mercado ha provocado que el sistema de productivo de bienes de consumo esté presente en todo el mundo. El proceso de deslocalización industrial en los países occidentales ha transformado amplias zonas del continente asiático. El éxito económico de algunos países asiáticos ha supuesto la reducción de la pobreza en aquellos países: en 1990 el 81% de la población pobre del mundo vivía en Ásia, mientras que en 2010 se había reducido al 62%. En total, había salido de la pobreza en esos años, un total de 780 millones de personas. Ha crecido la clase media, en unos 525 millones de personas. La OCDE estima que para el año 2030 la clase media asiática representará el 66% de la total mundial. Sin embargo, la reducción de la pobreza así como el aumento del bienestar y el descenso de las desigualdades entre países, ha provocado también que estas mismas desigualdades crezcan en el interior de los estados. Al mismo tiempo, se ha extendido la opinión de la incompatibilidad entre una globalización a ultranza y el desarrollo de los Estados del bienestar. La globalización ha estimulado la competencia entre los países desarrollados para atraer la inversión extranjera, extendiendo la competencia fiscal entre ellos, presionando a la baja sus políticas sociales. Existe el temor, que la globalización, pueda debilitar la capacidad de los Estados para estabilizar la economía y la protección social de los ciudadanos.

El impacto de las crisis económicas en una economía globalizada tiene un efecto sobre el Estado de bienestar, así como su mantenimiento o consolidación a medio y a largo plazo. Los ciclos económicos tienen un efecto tanto en el mantenimiento como en el desarrollo de las sociedades del bienestar en los países occidentales. El reto del futuro del Estado del bienestar es sortear esos ciclos económicos que ponen en riesgo al Estado del bienestar, y, por tanto, que provocan un estrés presupuestario, y, al mismo tiempo, mantener la voluntad política y el prestigio del Estado del bienestar entre la ciudadanía. Éste último aspecto, la legitimidad del Estado del bienestar entre la ciudadanía es fundamental para la continuidad de las políticas del Estado del bienestar así como, la propia existencia del Estado del bienestar en el futuro.

12 de junio de 2017

Retos globales del Estado del bienestar(I)

La crisis económica de 2008 se ha utilizado para cuestionar el modelo de Estado del bienestar en Europa. Sin embargo, también ha servido para defender su vigencia. El modelo del Estado del bienestar ha sido garante de la estabilidad social en tiempos de crisis. Los defensores del Estado de bienestar argumentan que promueven tanto la libertad como la igualdad y que potencia el emprendimiento sin renunciar a la seguridad. Después de su época dorada, durante los años donde dominó el keynesianismo, la mayoría de los países han adoptado una visión más liberal para hacer frente a las crecientes tensiones presupuestarias derivadas del cambio demográfico, de la evolución de la sociedad y de la globalización. Bajo esta visión, la política de austeridad no fue una política improvisada por la Unión Europea para hacer frente a la Gran Recesión en 2008 sino el fruto de un consenso económico que comenzó a fraguarse en 1973 con la crisis del petróleo. La consolidación de un Estado del bienestar mixto, en el que el sector privado está presente en la dotación de servicios o bienes financiados por el sector público. Sin embargo, esta síntesis entre lo público y lo privado ha generado problemas en el equilibrio entre la dimensión económica y la dimensión social sobre todo a raíz de la crisis de 2008. 

El debate fundamental sobre el Estado del bienestar gira entorno a su sostenibilidad financiera y económica y sobre si el crecimiento económico es capaz de soportar la cantidad de recursos para hacer frente a la demanda creciente de bienestar por parte de los ciudadanos. El problema de la sostenibilidad financiera del Estado del bienestar no es nuevo. Desde la crisis del petróleo en los años 70, se ha intentado racionalizar el gasto público buscando una mayor eficiencia y un mayor ahorro. En este contexto, hay que buscar la sostenibilidad del Estado del bienestar. El Estado puede hacerlo a través de la imposición fiscal y el endeudamiento. Respecto al endeudamiento, la política fiscal del Gobierno tiene que ser capaz de limitar el crecimiento de la deuda, y, al mismo tiempo, poder pagarla, sin comprometer el Estado de bienestar. El Estado debe vigilar la acumulación de la deuda por si no pudiera devolverla. De las condiciones que, hacen que, el Estado del bienestar sea fiscalmente sostenible, unas son externas- como el crecimiento económico, la productividad, el impacto de la globalización o la evolución demográfica- y otras son internas, y tienen más que ver con la voluntad de los gobiernos de que dediquen más o menos recursos al bienestar o bien que implanten políticas de redistribución de la riqueza. El modelo del Estado del bienestar en los países del norte de Europa, los servicios públicos básicos se consideran derechos del ciudadano, y, consecuentemente, los gastos sociales no se consideran "gastos" en sí, sino como "inversión", como un medio de potenciar las capacidades y la productividad de las personas. Existe un convencimiento de que esta inversión en el futuro repercutirá en el propio Estado.

Uno de los mayores retos a los que se enfrenta el Estado del bienestar en los países occidentales es la demografía. El crecimiento económico es una de las principales causas de la reducción de la fertilidad en el mundo. En lo que se refiere al Estado del bienestar, el bajo nivel de la natalidad incide en la posibilidad de incrementar el Estado de bienestar porque reduce la población activa y, como consecuencia, se reduce las aportaciones económicas vinculadas al empleo. El Estado de bienestar creciente exige un crecimiento demográfico que está entredicho en los países desarrollados en las últimas décadas por las bajas tasas de natalidad. Las tasas de natalidad en los países europeos son muy bajas además hay que sumar el envejecimiento progresivo de la población europea. Este hecho va a tener efectos en los hábitos de consumo así como en el sistema productivo en las próximas décadas en Europa: habrá un aumento de los servicios sanitarios de la población y una reducción en la demanda en educación y en vivienda por el decrecimiento de la población. A corto plazo, el retraso en la edad de jubilación es una de las consecuencias más inmediatas. Sin embargo, algunos países escandinavos, la financiación de las pensiones se ha hecho depender de los presupuestos y no de las cotizaciones sociales. Además, se ha potenciado la creación de sistemas apoyados en tres pilares: uno público- básico- y dos complementarios, consistentes en un fondo de pensiones privado y otro compuesto por las cotizaciones de las empresas. En todo caso, estas reformas del sistema de pensiones tendrán éxito en sociedades con tasas de natalidad altas y tasas de ocupación elevadas, como es el caso de los países escandinavos.

Parte de esta evolución demográfica se explica por la transformación experimentada por la familia en los últimos 30 años a raíz del acceso de la mujer a la universidad y su incorporación masiva al mercado de trabajo. Nuevamente, los países escandinavos pueden ser un ejemplo a seguir. Las políticas familiares juegan un papel capital. El objetivo es potenciar la conciliación, haciendo compatible la vida familiar con el trabajo, y para ello se dedica más de un 10% del gasto social a esta cuestión y un 3,5% del PIB.


5 de mayo de 2017

Modelos de Estado del bienestar(III): El modelo conservador(II): países mediterráneos.

Dentro del modelo conservador del Estado de bienestar, está una serie de países del sur de Europa- España, Italia, Portugal y Grecia-, que constituyen el modelo conservador del Sur del Mediterráneo. Este modelo conservador del sur del mediterráneo tiene unas características comunes: la financiación del Estado de bienestar se realiza a través de las contribuciones de los salarios de los trabajadores. Sin embargo, también tiene una serie de particularidades históricas, que lo hace estar a medio camino de todos los modelos del Estado de bienestar sin pertenecer completamente a ninguno. Portugal y España, por ejemplo, crearon sus Estados de bienestar a partir de los años 70 después de que finalizarán sus respectivas dictaduras. Por este motivo, el sistema de bienestar es muy reducido en comparación con los países escandinavos y del centro de Europa, y el subsidio por desempleo suele ser más corto, aunque mayor que en los países anglosajones. Por otra parte, los trabajadores disfrutan de una buena protección ante los despidos y las pensiones suelen ser elevadas. La sanidad es de carácter universal y está financiada mayoritariamente con contribuciones. Existe, además, un llamado "tercer sector" que desempeña un papel importante en la prestación del bienestar.

España se caracteriza por un sistema de bienestar lastrado por un alto desempleo. Las primeras iniciativas relacionadas con el Estado del bienestar son de finales del siglo XIX. Durante la Segunda República se intentó establecer seguros por accidentes y de retiro para los trabajadores pero se topó con la oposición. Con la dictadura franquista, el gasto social nunca fue superior al 8% del PIB. Tras la recuperación de la democracia, el gobierno socialista emprendieron la construcción del Estado del bienestar. La ley General de Sanidad de 1986 creó un Sistema Nacional de Salud descentralizado. En cuento a las pensiones, se fijaron en el Pacto de Toledo- 1995- donde se garantizó la sostenibilidad del sistema, amenazado hoy por la evolución demográfico del país. Esto ha obligado a elevar la edad de jubilación a los 67 años. Los altos niveles del paro ha hecho que la protección por desempleo sea una de las partidas más importantes del gasto social en España. En 1999, se legisló a favor para la conciliación entre empleo y la vida privada fijando la duración de la baja de maternidad y la nulidad de despido laboral por discriminación de sexo. También, se estableció ayudas a familias numerosas y a monoparentales. En cuanto a la educación, el gasto público se situó por encima del 4% del PIB. Las políticas públicas se complementan con la participación del tercer sector.

El Estado del bienestar en Italia dedica el 25% de su PIB al gasto social. La protección de la salud es universal mientras que la protección del empleo es baja y se financia a través de las contribuciones de los trabajadores y de los impuestos. Al igual que España, en Italia el tercer sector es fundamental en la provisión del bienestar. Este tercer sector tiene una gran relevancia en la protección social junto a las familias. En Italia, existe un alto porcentaje de economía sumergida- 25% del PIB- y una diferencia entre el norte y el sur de Italia. También, Italia ha experimentado cambios en su Estado del bienestar desde 1990. La primera, obligó a reconsiderar como consecuencia del tratado de Maastricht. Entre 1992 y 1995 se incrementó y se flexibilizó la edad de jubilación - 57 a 65 años- se introdujeron los "cuasi-mercados" en el servicio de salud. La segunda, provocado por la crisis económica de 2008. Ante el peligro de no poder pagar su deuda pública- 110% del PIB en 2009- el BCE salió en su apoyo, pero a cambio de reducir en gasto social y así ayudar a reducir su déficit público, favoreciendo el crecimiento económico. Por último, el gobierno de Mario Monti asentó el sistema de pensiones sobre tres pilares: un sistema de reparto, uno voluntario de capitalización a través de las empresas y otro privado e individual. 

20 de abril de 2017

Modelos de Estado de bienestar(III): El modelo conservador(I): Alemania y Francia.

El modelo conservador del Estado del bienestar presenta tres grandes rasgos. A saber: El primero es cómo se financia. La financiación se realiza a través de las contribuciones de los trabajadores y de sus salarios. Las cotizaciones de los trabajadores crean un derecho que es difícil de eliminar o reducir por los gobiernos. El segundo considera a la familia como la unidad responsable de proveer bienestar. Los programas sociales se han centrado en el apoyo de la cabeza de la familia- el hombre- como sostén de la familia, mientras que el papel social de la mujer se ha centrado en el cuidado de los hijos. Tercero, los intermediarios entre los trabajadores y el Estado, tienen un papel fundamental. Los sindicatos y las asociaciones empresariales participan en ese sistema de intermediación proporcionando servicios sociales- programas destinados a los trabajadores, por ejemplo- y, por tanto, limitando la influencia del Estado, respondiendo al principio de subsidiaridad. El problema del modelo conservador del Estado del bienestar es la transformación de la familia desde los años 80: la incorporación de la mujer en el mercado laboral y el aumento de los divorcios y parejas de hecho, con el consiguiente aumento de las familias monoparentales.

Alemania se ha considerado como prototipo del modelo conservador del Estado del bienestar junto a Francia. Después de la II Guerra Mundial, el Estado de bienestar alemán se centró fundamentalmente en proporcionar un buen nivel de vida a las familias alemanas. Todo cambió, con los gobiernos democristianos de Helmut Kohl en los años 80 y 90. Su gobierno fue el responsable de elevar la edad de jubilación hasta los 65 años y la aprobación del Pflegeversicherung. Además de lidiar con las implicaciones económicas de la reunificación de Alemania. Las transformaciones del Estado de bienestar alemán revirtieron en el propio Estado de bienestar: incentivando el trabajo indefinido o evitando los cambios de actividad a lo largo de la carrera laboral. Sin embargo, la globalización, el progreso tecnológico y la competencia internacional han erosionado la estabilidad de los puestos de trabajo sin que se haya tocado la estructura favorable a los trabajos a tiempo completo y para toda la vida. El resultado se ha traducido en un alto desempleo entre los jóvenes y las mujeres. La legislación beneficia a los trabajadores de los sectores manufactureros y a los funcionarios del Estado pero no así a los jóvenes y mujeres. Entre 1998 y 2002, Gerhard Schröder impulso una gran reforma de las pensiones, en el que se permitió que los trabajadores ahorraran en un sistema privado que se premiaba con incentivos fiscales y que se añadía a las cotizaciones a la seguridad social, debido a una situación demográfica que amenazaba el sistema de reparto. En 2003, se introdujo políticas activas de empleo y requisitos más estrictos para acceder a las prestaciones de desempleo y se impulso iniciativas de formación.

El Estado del bienestar francés se inició durante la Tercera República durante los años 20 y 30 a través de sociedades de ayuda mutua de origen católico. En 1928, se aprobó leyes para proteger a los trabajadores de los accidentes, de la invalidez y de las enfermedades. Pero, no fue hasta después de la II Guerra Mundial, cuando se instituyó un sistema de seguridad social. El sistema de protección social francés siempre ha sido muy conservador pero ha sufrido reformas desde los años 90, y se incrementó desde la crisis económica de 2008, y especialmente a partir de 2010. Se centraron en las pensiones y en las reformas en el mercado laboral. En Francia, el sistema de pensiones es público y se debe cotizar 41,5 años para acceder a la pensión máxima. Se ha incrementado la cuantía de las contribuciones y la edad de jubilaciones, que ha pasado de los 65 a los 67 años. La protección al desempleo está vinculado a las políticas activas de empleo desde los años 90. Se hace a través del servicio público Pôle Emploi. La duración del subsidio de desempleo depende del tiempo cotizado, un mínimo de cuatro meses para tener derecho a la prestación, y un máximo de tres años.

Como he dicho antes, tanto en el caso alemán como el francés, el Estado de bienestar conservador se ha resentido en las últimas décadas debido a la globalización y para mantener la competitividad, y así, el crecimiento económico, de Alemania y Francia.


6 de marzo de 2017

Modelos de Estado de bienestar(II): El modelo socialdemócrata y el modelo liberal.

El modelo socialdemócrata- o nórdico- del Estado del bienestar incluye a todos los países del norte de Europa- Suecia, Noruega, Dinamarca, Islandia y Finlandia-. En estos países existe un alto nivel de desmercantilización de los servicios sociales básicos. Son países poco poblados, alcanzando los 26 millones de personas. Tienen una historia pacífica, pactista y, debido a su posición periférica en Europa, han podido adaptarse a las transformaciones de la sociedad. Además, son países socialmente homogéneos con un alto nivel cultural y educativo. En los años 30, se instauró en esos países una "tercera vía" entre los países liberales y los países fascistas, permitiendo a la larga la interacción entre esa forma de gobierno y la creciente participación de los ciudadanos en la política. Los municipales gestionan el 60% del gasto público y tienen una responsabilidad fundamental en la prestación de servicios como la enseñanza y el cuidado de los ancianos.

El inicio del Estado del bienestar en los países nórdicos es de finales del siglo XIX. A diferentes velocidades, los países nórdicos fueron introduciendo a principios del siglo XX los seguros de desempleo, de enfermedad, de accidentes y de jubilación, pero no fue hasta el final de la II Guerra Mundial cuando se extendió la cobertura para toda la ciudadanía, con la vocación de ser universales.  A partir de 1960, el Estado del bienestar nórdico tuvo una edad de oro. Suecia fue quien hizo más esfuerzos, y, hasta la década de 1980, fue el que mayor porcentaje del PIB destinó al gasto social. Seguido muy de cerca por Dinamarca, y más atrás, por Noruega y Finlandia. Actualmente, cerca del 30% del PIB, se destina al gasto social en Suecia, Dinamarca y Finlandia. Los programas de protección pública han perseguido siempre la universalidad. Dicha protección social se financia a través de impuestos. La recaudación por impuestos se sitúa entre el 40% respecto del PIB. Los ciudadanos de los países escandinavos son favorables en la participación y en la construcción del Estado del bienestar. Existe una llamada "moral tributaria", es decir, una disposición favorable a pagar sus impuestos. No favorecen acogerse a las deducciones que favorecen el fraude a la hacienda pública. Existe, por tanto, unas convicciones morales, y al mismo tiempo, un alto grado de confianza en las instituciones. La confianza reside en la percepción favorable de los resultados del Estado de bienestar: los ciudadanos creen que sin impuestos no estaría asegurado la universalidad de los servicios del Estado del bienestar para todos los ciudadanos. Desde los años 70, se han producido una serie de reformas económicas orientadas a una mayor competitividad y orientada a la exportación, para poder mantener el Estado de bienestar. Como resultado, los países escandinavos son hoy economías exportadoras con grandes superávits de balanza de pagos y muy atractivas para el inversor extranjero. Además, hay que sumarle el gasto en educación entorno a un 7% o 8% del PIB y una fuerte inversión en investigación y desarrollo, en políticas de subsidios de desempleo y políticas activas de formación para el empleo.

El modelo liberal es aquél donde el mercado suministra bienes y servicios en relación al Estado de bienestar. Aquí, encontraríamos fundamentalmente a los países anglosajones. Vamos a centrarnos en dos países concretamente: Reino Unido y Estados Unidos. Respecto al Reino Unido, después de los gobiernos conservadores de Margaret Thatcher y John Major, Tony Blair presentó lo que se llamó la tercera vía para recuperar el impulso del Estado del bienestar. La tesis central de ese nuevo laborismo fue que, la distinción entre el mercado y el Estado, no tenía razón de ser y era necesario adoptar un punto de vista más pragmático que ideológico. La tercera vía se aplicó en los ámbitos tradicionales de las políticas de bienestar pero tuvo una incidencia especial en las políticas activas del empleo y en la educación. En las políticas de empleo, las ayudas se concebían como un medio para mejorar la productividad y la adaptación de los trabajadores para hacerlos más competitivos y así aumentar su probabilidad de ser contratados. El subsidio de desempleo pasó a ser tan solo un recurso de última instancia. El problema del desempleo no era una falta de oportunidades sino que era por las deficiencias en la capacitación de los desempleados. El Estado del bienestar debía capacitar a los ciudadanos para incorporarse en el mundo laboral. Los beneficiados de esas ayudas al desempleo deberían participar en la búsqueda obligatoria de trabajo. En 1998, se estableció por primera vez un salario mínimo en 1998. En el ámbito educativo, desde el siglo XIX, es obligatorio la enseñanza. Hoy en día, lo es para las edades comprometidas entre los 5 y los 18 años. Entorno, al 90% estudia en el sistema público. Las universidades públicas no son gratuitas. Y, por último el sistema de pensiones, está inclinado hacia el mercado y depende más del ahorro privado y de los fondos de pensiones de las empresas. Tiene tres niveles: obligatorio, complementario y voluntario. Obligatorio, es la contribución que hace los trabajadores a la seguridad social británica y que consiste en un sistema de reparto. Es baja y necesita ser complementada. Los otros dos niveles: el segundo, el complementario, consiste en complementar la pensión a través de aportaciones añadidas al sistema público o bien con fondos de pensiones privadas en sustitución de estas y el tercero, voluntario, conformado por un ahorro voluntario por las propias empresas.

Respecto a los EE.UU., su modelo de bienestar tiene un fuerte carácter individualista que se origina en la Constitución de 1787 que protege los derechos de los ciudadanos y de la propiedad privada. Este fuerte rasgo individualista del Estado de bienestar en EE.UU., tiene un concepto muy distinto al europeo, respecto a que entiende por redistribución de la renta, el gasto social o el propio tamaño del Estado. El gasto público en EE.UU. ha representado un 35% del PIB desde la década de 1980, muy por debajo de los países escandinavos o de Francia, por encima del 50%. El gasto pública se reparte en tres administraciones: la federal, con un gasto social del 20% respecto del PIB, la estatal y local, con el 9% cada una. Las partidas más importantes, con el 5% del PIB cada una, son las de educación y del sistema público de salud: Medicare, para mayores de 65 años, y Medicaid, destinado a personas con bajos ingresos, creados ambos en 1965. En 2010, Barack Obama firmó la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible- Obamacare-. Antes de esta ley, un 18,5% de la población no tenía ningún tipo de cobertura sanitaria y con el Obamacare se incrementó el número de asegurados, reduciendo el número de norteamericanos sin seguro en 11,4 millones desde 2010 hasta 2014.